El Heraldo
El barrio La Pradera fue fundado hace más de 40 años por dos familias que tenían unos terrenos a su nombre y los cedieron a vecinos. Rafael Polo
Barranquilla

Riachuelos y matorrales le dieron vida a La Pradera

Su entrada está en la avenida Circunvalar. Hoy sus moradores resaltan la pavimentación de las calles, pero piden un nuevo parque y un CAI.

Alrededor de una de las vías más importantes de Barranquilla – la Circunvalar - hay un barrio que nació hace más de 40 años con unas cuantas casitas de madera. 

En ese momento el sector se ganó su nombre, La Pradera, porque solamente era riachuelos, matorrales y piedras. 

“Hemos tenido un progreso bastante notorio porque esto era solo agua, era un jagüey, aquí en frente hasta se podían cazar babillas…hoy por lo menos tenemos la pavimentación gracias al programa del alcalde ‘Barrios a la obra’,

porque esto era, como dice, una pradera de piedras o caminos de herraduras”, señala Guillermo Castro, quien desde hace 13 años vive en el sector y tiene un negocio de jugos y abastos en la zona. 

Sus calles están llenas de vida, un viernes a cualquier hora hay música que ameniza a todo el que pasa y que alegra el ambiente de los habitantes de este sector. 

Para llegar no hay pierde, se toma la avenida Circunvalar y una bomba de gasolina con una pareja de maniquíes con uniformes del Junior de Barranquilla o alguna ‘pinta’ te marcan la señal. 

El mototaxismo es uno de los principales movimientos económicos y laborales del sector. En toda la entrada del barrio siempre habrá alguien dispuesto a llevarlo desde 1.000 pesitos a cualquier punto del área. 

De hecho varios de ellos están organizándose en cooperativas para promocionar sus servicios en los nuevos espacios que están siendo construidos como el nuevo PASO en la calle 113 con carrera 31, ubicado al frente del megacolegio Betsabé Espinosa, el cual brinda educación a unos 1.000 estudiantes de este sector de la capital atlanticense.  

De sus necesidades

Hoy en día, La Pradera es uno de los barrios del suroccidente de la capital del Atlántico más importantes por su ubicación en una de las principales entradas de la ciudad. 

Esto ha generado problemáticas en materia de movilidad, pues a pesar que a diario transitan tres líneas de buses que van y vienen desde la parte norte de Barranquilla, su ingreso es un poco complicado por estar en los talones del puente vehicular de la carrera 38 y por el cual transitan a diario cientos de buses, camiones y vehículos. Esto hace que muchas veces los habitantes deban arriesgar su vida para cruzar la vía, pues todavía no hay un puente peatonal. 

A esto se le suma el fantasma de la percepción de inseguridad que hay sobre el barrio, algo que sus habitantes reconocen y que aclaran no refleja la realidad total de este popular sector de la ciudad. 

“El barrio como tal no es peligroso, como todo barrio tiene gente que sus alrededores vienen y hacen los distintos robos. Se ha visto que los atracadores que han cogido aquí, no viven en el barrio sino en otros cercanos y mucha gente lo ha tomado como que son de aquí, lo que ha generado la idea del caos y delincuencia, pero realmente eso no proviene de aquí”, comenta Manuel Moreno, vecino del sector desde hace 12 años y cuya familia ayuda con la limpieza y riego de los árboles en el parque principal, que está frente a su casa.

Guillermo Castro, quien vive en los límites de este barrio con Villas de San Pablo, agrega que “necesitamos un CAI, hemos estado pidiendo un poco más de seguridad y a los que tienen a cargo el cuadrante, que haga más rondas”. 

La Policía Metropolitana de Barranquilla tiene un CAI móvil en las cercanías del parque principal de este barrio, el cual necesita una intervención pues se ha convertido en un foco de inseguridad por su deterioro. 

El otro pulmón verde está al final del barrio, limitando con otro sector. Rafael Polo

Ayuda para el parque

El barrio tiene mucho espacio para el comercio, razón por la cual sus habitantes agradecen la pavimentación de sus calles. 

En casi todas las esquinas hay una tienda, un restaurante, negocios de jugos y hasta autolavados. Todos estos hacen parte del movimiento económico de este importante sector. 

Sin embargo, necesitan un trasplante de pulmón pues si bien tienen un pequeño parque en la parte final del barrio, este no es suficiente para sus vecinos, por lo que piden que el área ubicada a dos cuadras de la entrada, en la calle 115 con carrera 31, sea renovada.

“El barrio ha cambiado desde el punto de vista de la organización. Pero le hace falta un parque digno, porque el que tenemos en este momento se mantiene lleno de drogadictos y ese no es el mejor ejemplo para nuestros hijos. Queremos que sea un ambiente agradable tanto para ellos, como para nosotros”, precisa Manuel Moreno quien agrega que solo cuentan con “un pequeño parque al fondo en la (calle) 124 pero está muy lejano, prácticamente cerrando el barrio”, por eso piden la remodelación del principal. 

Guillermo Marenco, otro vecino de la zona, señala en este caso que esta problemática tiene años pues cuando el Distrito trató de intervenirlo, al parque “le aparecieron varios dueños”, quienes formaron la primera junta comunal”.

Marenco, quien tiene 35 años de vivir en La Pradera, resalta que a pesar de todo el barrio es seguro y vale la pena vivir en él porque “es la entrada de Barranquilla prácticamente, que como todo barrio tiene sus cosas buenas y sus cosas malas”. 

Además, exalta el movimiento comercial en la Avenida Jiménez, “que es la principal, de venta de todo y es lo que más se conoce del barrio”. Dicha avenida fue nombrada así por un señor con este mismo apellido, del cual se dice fue uno de los fundadores del barrio. 

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