El Heraldo
El Artículo 127 del Código Nacional de Tránsito hace referencia a los vehículos mal estacionados.
Barranquilla

Los carros abandonados: una práctica que tiene sanción

Los carros abandonados en las calles o en parques, constituyen una invasión al espacio público. En el primer trimestre del año la Secretaría de Tránsito inmovilizó 162 vehículos por abandono.

Los modelos oscilan entre los años 80 y 90. Las carrocerías lucen desgastadas. El óxido ha corroído gran parte de su pintura original, de los neumáticos, en algunos casos solo queda el recuerdo y las historias de los miles de kilómetros que seguramente alguna vez recorrieron.

Precisamente por aferrarse a ese recuerdo sus dueños, a pesar del aparente abandono en el que se encuentran, se rehúsan a dejarlos ir.

Estos vehículos, en su mayoría, se ubican en la vía pública o en la puerta de las casas de sus propietarios a la intemperie o como dicen ellos “a sol y a agua”.

La Secretaría de Control Urbano y Espacio Público considera esta situación como una invasión al espacio público que es sancionada por el Código de Policía y el Código Nacional de Tránsito. Por eso, para preservar este derecho constitucional, la Secretaría de Tránsito y Seguridad Vial afirma que realiza operativos de manera permanente en las zonas detectadas.

En desarrollo de dichos operativos, este año la autoridad de tránsito ha inmovilizado 162 vehículos abandonados entre automóviles, camionetas y camperos, mientras que el año pasado en la misma fecha registró 284.

¿Cómo es el proceso?

 La Secretaría Distrital de Tránsito en conjunto con Espacio Público y la Policía se encargan de realizar la visita al lugar, con el propósito de verificar los datos del vehículo y de contactar a su propietario.

Al dueño se le da un plazo de dos días para retirarlo del lugar, de no cumplirse se procede a inmovilizar el vehículo llevándolo en grúa hasta los patios.

Este operativo, explica la Secretaría, se hace de acuerdo con el Artículo 127 del Código Nacional de Tránsito que hace referencia al retiro de vehículos mal estacionados. “Estos serán conducidos a un parqueadero autorizado y los costos de la grúa y el parqueadero correrán a cargo del propietario del vehículo, incluyendo la sanción pertinente”, dice la Ley.

Mediante la Resolución 0198 del 28 de diciembre de 2018, la Secretaría de Tránsito y Seguridad Vial autorizó las nuevas tarifas del servicio de grúas y parqueaderos, de acuerdo con el salario mínimo legal vigente. En el caso de los automóviles el costo de la grúa para automóviles es de $134.400 mientras que para camiones $243.600. El valor de la  tarifa de parqueadero por día es de $13.720 para automóviles y $24.360 para camiones.

Ya en los patios, el Artículo 128 de la Ley 769 de 2002 señala que si pasado un año, sin que el propietario o poseedor haya retirado el vehículo de este lugar y no haya subsanado la causa que dio origen a la inmovilización, la autoridad de tránsito deberá publicar el listado a través de un medio de circulación masiva el listado de los vehículos para que dentro de los 15 días siguientes el propietario pueda presentarse y cancelar lo que adeude por servicio de parqueadero y así se le pueda hacer entrega del vehículo.

los que presentan deterioro. En uno de sus incisos el artículo declara que los vehículos que presenten alto deterioro o sean inservibles, como consecuencia de factores climáticos en los parqueaderos, serán enajenados como chatarra, previo al perito adscrito al organismo de tránsito respectivo.

Un Daewo, un Mazda, un Hiundai y un Renault, que hacen parte de los 189.950 vehículos matriculados en Barranquilla, según la Secretaría de Tránsito, son ejemplos de carros abandonados en la zona pública.

Un carro “casa”

Plásticos y bolsas cubren a este Renault 4 ubicado en una calle aledaña a la vía Olaya Herrera. En su interior parece que vive un hombre, aseguran algunos vecinos y transeúntes habituales de la zona. “Él siempre ha estado ahí junto a ese vehículo que completa varios años en el mismo lugar”, dice un habitante del sector.

Varias piedras impiden que el plástico se mueva, al parecer el hombre está aferrado a su vehículo como si fuese lo único que le quedara en la vida. Coinciden en que pasa los días y las noches ahí, que a veces el hombre solo sale a buscar un lugar para bañarse. El carro permanece inmóvil, eso sí protegido del  agua y del sol, a lo mejor guarda más historias, pero su dueño se rehúsa a contarlas. Dicen que no habla con nadie, parece que lo único que le importa es seguir preservando su auto rojo de la polución y de los posibles daños que el ambiente pueda causarle.

“Ni siquiera tiene el motor”

En el barrio Carlos Meisel un Hiundai modelo 90 está parqueado desde hace dos años en una de sus calles, según cuenta Ariel Márquez, un familiar del dueño. Un saco que se mueve al vaivén de la brisa simula el vidrio de una de las ventanas que, entre otras cosas, le hace falta. Márquez, dice que no sabe si podrá ser reparado porque“ni siquiera tiene el motor”. 

Aunque hace énfasis en que al menos la latonería y la cojinería están en buen estado.  Oxidado y lleno de hojas secas este auto vinotinto parece ser parte del paisaje de esta vía, en la que busca pasar desapercibido ante el tráfico constante de peatones. “La idea no es incomodar a nadie para que nadie ponga problema porque está aquí”, dice Márquez al tiempo que enfatiza en que su dueño tiene ganas de usarlo, porque desde que lo compró en “esas condiciones” no  ha podido estrenarlo.

Después de seis años, el camión volvió a su dueño

En el andén de una tienda en San Felipe está parqueado desde hace unos tres años este camión Mazda modelo 84. En su interior no hay más que un timón y muchos recuerdos. El papá de Edgar Suárez que ya murió fue el segundo dueño de este carro que en su mejor época, sirvió para repartir productos tienda a tienda. Después de recorrer varios kilómetros de la ciudad fue vendido a un tercero. Sin embargo, dice Edgar, que su papá le pidió antes de morir que lo recuperara y por esa razón decidió buscarlo hasta que lo encontró y lo volvió a negociar. Esta vez ya no lucía como antes, pero el valor sentimental, que era más importante, hizo que pudiera tenerlo de nuevo. Una grúa se lo dejó parqueado en el andén de su negocio.

“No se vende”, advierte Edgar cuando alguien por curiosidad le pregunta por el carro, sabe que a lo mejor ni siquiera estén interesados en comprárselo, pero no pierde oportunidad para convencerse que no volverá a ser negociado. Su propietario reconoce  que para repararlo y poner sus  papeles en orden le implicará dinero y dedicación. Latonería, pintura, cojinería, espejos y una reconstrucción total necesita este vehículo para ponerse a rodar, pero antes que eso ocurra continúa ocupando el paso peatonal, aunque —según dice— eso “no debería importarle a sus vecinos”.

“Cuesta más el repuesto que lo que vale el carro”

Es un Daewoo Racer automático modelo 97 de los que ya no se consiguen, según Luigy Clavero, su propietario. Está ubicado hace más de seis meses en una esquina del barrio El Recreo. La caja automática no le funciona, precisamente la herramienta que lo hace atractivo para su dueño y la razón por la que aún lo conserva. Manifiesta que aquí no ha conseguido el repuesto y que repararlo “cuesta más que el valor real del carro”, pero eso no será impedimento, según él, para poner de nuevo a andar a este Daewoo, el cual adquirió hace unos años con el producto de su trabajo como mecánico.

 El carro lo parqueó en una esquina del barrio El Recreo, cerca al lugar donde trabaja, pero no ha contemplado moverlo aunque sea una infracción a la norma por ocupar el espacio público. Es consciente de su deterioro y, por su oficio, sabe mejor que nadie que en la actualidad el parque automotor ofrece una gran gama de autos lujosos. Ante esto recuerda que el suyo también tiene características especiales como un motor pequeño, una particularidad que lo hace más económico en combustible.

Además de esta inversión debe poner al día los documentos que permiten su rodamiento y darle varios “retoques”. Al final, señala que puede pasar un largo tiempo para que logre ser el auto atractivo de finales de los 90, mientras eso sucede, sigue impregnándose del polvo y de las hojas del árbol donde reposa, entre tanto su dueño consigue repararlo.

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