El Heraldo
Las hermanas Pavón Galvis lloran frente a la tumba de su madre. Josefina Villareal
Barranquilla

Lágrimas y flores en la visita a las madres que ya no están

Decenas de barranquilleros se acercaron ayer al cementerio Universal a rendirle homenaje a las que fallecieron, pero que siguen “en sus corazones”.

Los destellos de la luz del sol bañaron las lágrimas de muchos de los visitantes del cementerio Universal en el Día de la Madre. Algunas de felicidad, otras de tristeza, cayeron en los rostros de los centenares de barranquilleros que se acercaron al campo santo a conmemorar a las madres que ya no están, pero que todavía recuerdan con mucho cariño.

Hijos, hermanos, nietos y hasta bisnietos asistieron desde las 7:00 de la mañana de ayer para celebrar en medio de flores, música y oraciones. El cementerio Universal, atiborrado de gente, se convirtió en el epicentro de una mezcla de melancolía, risas y colores. 

Las gárgolas y estatuas de los mausoleos se levantaron imponentes sobre familias enteras que llegaron a rendir homenaje a las madres. A las afueras, como lo presagiaba la fecha, los conductores se batían por los escasos lugares de parqueo. En el Parque Universal, un bazar de floristas vendían rosas, girasoles y claveles a los que llegaban a decorar las tumbas.

“Este es el mejor día del año”, confesó Alfredo López, quien lleva más de 30 años vendiendo flores en el Parque Universal. “Esto es lo más movido que he visto en los últimos años, pero cada vez es diferente así que uno no sabe lo que va a pasar”.

Flores

 Su puesto, ubicado en el parque desde hace más o menos tres décadas, es un arco iris de colores vivos. Frente a él, un grupo de mujeres compra adornos florales y varios ramos sueltos. Alfredo, vestido con una bata blanca, atiende a cada uno de sus clientes, pero les advierte que ya no hay rosas, pues ya había vendido 120 paquetes.

“Ahorita me deben traer más”, dijo confiado. “Las rosas son las que más se venden en esta fecha, es por eso que lo planeamos todo muy bien. Las flores las pido de Bogotá y logro vender muchas en el Día de la Madre”.

Familias

 Dentro del cementerio, bajo el inclemente sol de Barranquilla, una familia entera -los Ortiz Maestre- estaba reunida en torno a la tumba de su matriarca, fallecida hace dos años. Su esposo, hijos, nietos y bisnietos decidieron, igual que el año pasado, visitarla en el cementerio en esta fecha especial, pues ella “siempre disfrutó reunirlos”.

“Mi hermana tuvo un sueño en el que ella le decía que estaba bien, que no la lloráramos más. Mi mamá siempre fue muy alegre y nos pidió que celebráramos su vida”, dijo una de las hijas, sentada en la sombra de un árbol frondoso.

Así como los Ortiz Maestre, otros barranquilleros asistieron al cementerio a rendirle homenaje a las madres. Las hermanas Pavón Galvis, hijas de Dilia, lloraban desconsoladas frente a su féretro, ubicado junto a un centenar de tumbas en uno de los pabellones del campo santo.

Con las manos sobre el mármol, contaron que su madre había fallecido hace apenas 11 meses. Dilia, descrita por sus hijas como una mujer alegre, murió a los 83 años, y así permanece en el recuerdo de sus familiares.

“Ella no está metida acá”, dijo su hija Dilia señalando la placa con el nombre de su madre. “Ella siempre está con nosotros. Aún no podemos creer que se haya ido, pero sé que ella habría querido que nos reunamos, como siempre lo hacíamos en el Día de la Madre”.

Su hermana Miriam Rodríguez, conmovida, confesó que no ha podido regresar a la casa donde residía su madre, pues siente que “se la puede encontrar sentada en su mecedora, donde siempre estaba”. Es por eso que ayer su hija mayor organizó una cena en su residencia, en donde se reunirá toda la familia.

Música

 Detrás de ellas, al son de los arpegios y los acordes menores, dos guitarristas entonaban El Camino de la Vida, de Héctor Ochoa. Fabián y John Jairo Conrado, hermanos, asistieron ayer al cementerio Universal a entregarle música a los nostálgicos visitantes. En el rebusque, como ellos mismos lo denominaron, cantaron varias canciones y acompañaron las penas de los dolientes.

“La música es muy importante, lo que queremos es acompañar a la gente en su dolor y hacer que se identifiquen con nuestras canciones”, dijeron los hermanos.

Otros artistas, dedicados a la decoración de las tumbas, también se movían por los senderos del campo santo. Ya entrada la tarde, cansados por su labor exigente, Alfonso Palomino y Víctor Areque colgaban las últimas flores de una tumba ubicada a varios metros del suelo.

“Este año se movió bastante bien, vino mucha gente al cementerio. Nosotros llevamos más de 30 años acá, incluso la mamá de Víctor vendía flores afuera, ahora él trabaja conmigo”, dijo Alfonso desde una escalera.

“La gente nos colabora con lo que pueda, aunque uno siempre está pendiente de quién es el que más tiene, pero hay personas muy tacañas”, contó Víctor entre risas. “Hoy fue un muy buen día, acá nos quedaremos hasta las ocho de la noche, creo”.

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