Barranquilla

La gente de mi cuadra | Un orgullo que va de “La Chinita para el mundo”

Una patinadora, un club informal de jugadores de dominó y una decena de niños que juegan fútbol hacen parte de esta cuadra en La Chinita, un barrio junto al Pumarejo.

Quizás la analogía más grande de la vida de quienes viven a la sombra del puente Pumarejo es la pobreza que contrasta con esta millonaria estructura. Desde allá arriba, desde el nuevo, no son muchos los que se fijan en las pequeñas casas y calles estrechas que rodean la zona. Incluso desde el viejo, por el que por tantos años entró el progreso a Barranquilla, ese sector de La Chinita era apenas parte del paisaje, uno que muchos turistas, camioneros y conductores ignoraron, y que –a pesar de lo colorido de esas viviendas y del ruido proveniente de los picó- poco determinan. A lo mejor por miedo, o quizás por simple desconocimiento.

La diagonal 5 con carrera 10B tiene una característica que la hace única frente al resto de cuadras de La Chinita, un barrio humilde, atacado por la inseguridad y estigmatizado desde siempre, debido a la presencia de pandillas, por la venta de drogas y otro tipo de problemas sociales. En esta calle, que tiene una cancha de fútbol en la esquina y un arroyo en frente, son vecinos del puente Pumarejo, la principal estructura que conecta a los departamentos del Atlántico y el Magdalena, y que desde su apertura abrió las puertas entre Barranquilla y la costa nororiental de Colombia.

“Ser de La Chinita me impulsa a ser mejor. No solo por mí, sino también por toda la gente de mi cuadra y de todo el barrio”
Carlyn Hurtado, patinadora, durante un sprint sobre el cemento de la cra 10B.

A pesar de eso, y aunque para muchos turistas y ante el mundo entero el puente Pumarejo sea una de las estructuras que hay que visitar si se está en Barranquilla, para estas personas, vecinos de siempre, el puente no es más que una mole de concreto que les da sombra en las tardes, cuando el sol descansa con intensidad sobre los techos de zinc de sus casas. Entienden su importancia, pero no los desvela los millones que le han invertido, o la cantidad de carriles. En esta cuadra de La Chinita, donde retumba el bajo de los picó y se escucha el eco del golpe de las fichas de dominó al caer sobre las mesas, la prioridad es la alegría. Una alegría a pesar de la necesidad y del olvido –que dicen- sufrir por parte del Distrito.

Incluso en esa misma calle, en la que Teófilo Gutiérrez es ícono indiscutible y ejemplo, otros niños también han seguido el camino del deporte; unos en el fútbol, aprovechando la cancha de arena que tienen casi en la puerta de sus casas, y otros al patinaje, como es el caso de Carlyn Hurtado, una campeona que vive en una pequeña casa de color morado.

Sus patines están agrietados, con la pintura opaca y las ruedas desgastadas, pero eso no le ha impedido llegar hasta Ecuador, en donde estuvo la semana pasada representando al país. “De La Chinita para el mundo”, dice orgullosa su madre, que no cabe en el cuerpo de la felicidad de ver a su hija representar a su gente. Aún con toda la complejidad social de este barrio, sus habitantes tienen un sentido de pertenencia admirable. Tanto así, que los grandes artistas y deportistas que caminaron por estas mismas calles nunca se olvidan de donde nacieron, algo que le han transmitido a las nuevas generaciones.

La Sociedad de los PM se reúne a jugar dominó.

“Ser de La Chinita me impulsa a ser mejor, no solo por mí, sino también por toda la gente de mi barrio. Yo voy en bus todos los días hacia el norte a entrenar, pero eso no me impide seguir mejorando y apuntar a ingresar a la Selección Colombia de patinaje”, dijo Carlyn, en la terraza de su casa. A su alrededor, sus amigos, vecinos y familiares observaban maravillados las cámaras y el hecho de que una de ellas fuera a aparecer en los medios. Para esos niños, la prensa pertenece solo a las súper estrellas: para Teófilo Gutiérrez o cualquier otro jugador del Junior.

Rápido, feliz por la algarabía que se formó en torno a ella, Carlyn se puso los patines y empezó a patinar por las calles del barrio, sobre un cemento muy diferente por el que se desliza todos los días en el patinódromo Alex Cujavante de Barranquilla. A sus 13 años sueña alto, pensando en unos Juegos Mundiales y en la posibilidad de representar a Colombia. Todavía le falta –reconoce- pero su ímpetu es casi tan grande como el orgullo de su gente por lo que –hasta el momento- ha conseguido.

“Ella nos representa muy bien, estamos orgullosos de ella. A todos los niños de por acá yo les digo que hay un buen camino que seguir, que no se dejen llevar por el mal camino. Si Teo Gutiérrez pudo salir de acá y ser exitoso por qué el resto de ellos no. De La Chinita para el mundo, papá, siempre orgullosos de nuestro barrio”, dijo contento Francisco Rodríguez. 

Al otro lado de la calle en donde patinaba Carlyn, una decena de niños corría detrás de un balón, mientras el polvorín de la arena se estrellaba con sus rostros colorados por el sudor. En esta cuadra todas las tardes se juega fútbol, se escucha champeta y se juega dominó. Los niños corren por la calle, los adultos se sientan en la puerta de su casa y los mayores cuentan historias. Aunque era jueves ya había ambiente de fiesta, de una recocha sana, a pesar de la delincuencia y los problemas que la comunidad aqueja.

“Quisiera decirte que todo es diferente, que por acá no roban y que no pasan cosas malas, pero te estaría mintiendo. La única forma de que se acabe la inseguridad en esta zona es que el General de la Policía se mude por acá, para que vea cómo es la vaina”, contó Dagoberto Daza, jugador vespertino de dominó. Junto a él, otro tres veteranos se rieron con ganas al contar que integran la ‘Sociedad PM: Penes Muertos’ de La Chinita, una de las organizaciones sociales –informales- que han formado de tanto compartir en las tardes y noches, alegrando el cuerpo y el alma.

Con la Navidad a la vuelta de la esquina, desde esta cuadra de La Chinita se preparan para recibirla como todos los años, con música y comilona. 

Desde ya, un arbolito humilde se levanta sobre la arena de la esquina de esta calle, por la que transitan comunmente motocicletas, bicitaxis y coches de madera. Con la brisa fuerte -que sopla con mayor intensidad ahora en diciembre- los habitantes de este sector están felices, aún a pesar de todos los problemas y las carencias. Así como sus grandes ídolos, que crecieron en la misma zona, aspiran a seguir creciendo y cumplir sus sueños.

“Estamos orgullosos de nuestra cuadra”, Francisco Rodríguez.
El árbol de Navidad frente a las casas de colores.
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