“El último viaje que compartí con mi padre fue junto a sus cenizas”
En la primera entrega de #UnÚltimoAdiós, el nuevo formato de EL HERALDO, una lectora despide a su progenitor con una conmovedora historia.
"Era costumbre sentarme por la noche en la terraza con mi papá a contarnos cómo había sido nuestra jornada. En más de una ocasión conversamos sobre la muerte y cómo nos gustaría que se ocuparan de nosotros una vez llegado el día.
Él siempre fue claro en su deseo de ser cremado y sepultado en la misma tumba de su padre, mi abuelo Francisco. Por eso, cuando llegó el momento, y pese a las críticas de algunos integrantes de su familia, autoricé su cremación.
Al firmar, me manifestaron que me entregarían sus cenizas al día siguiente del sepelio, en horas de la mañana. Yo decidí ir sin mi mamá, quien no se encontraba anímicamente bien. Allá me encontré con un sobrino de mi papá que me había manifestado su deseo de acompañarme.
Me entregaron una cajita café de tapa triangular, algo pesada y recuerdo que me pareció increíble cómo todo lo que fue corporalmente quedó reducido a tan poco. Al recibirla me sentí de nuevo conectada con él y propuse hacer una oración antes de abandonar el recinto, le agradecí a Dios por habérmelo prestado durante todos esos años y le pedí por su descanso eterno, libre ya de enfermedades y limitaciones físicas que lo solían frustrar.
Me despedí de mi primo y posé, con mucho cuidado, la cajita café en la silla del copiloto, sabía que era la última vez que íbamos a estar solos los dos físicamente, así que decidí que tenía que ser un viaje feliz. Perdí la cuenta de cuántas veces viajamos los dos en el carro, cuántos paseos compartimos y cuántas canciones cantamos juntos.
Recuerdo que aprendí a conducir a los 13 años por sugerencia de mi papá y él a su vez, fue mi mejor apoyo, me animaba y me brindaba confianza saber que iba ahí a mi lado.
Me subí al carro y seleccioné algunas canciones que sabía que le gustaban. Sonaba el acordeón de Juancho Rois en “Lluvia de verano” cuando comencé a decirle en voz alta, al tiempo que tomaba la Vía al Mar de regreso hacia Barranquilla, la falta que nos iban a hacer sus chistes de doble sentido y su sonrisa pícara.
Se escuchaba “Aquí están tus canciones” de Diomedes Díaz mientras le hablaba sobre lo extraño que se iba a sentir mi grado de oftalmología sin verlo ahí, sería el primero en el que no estaría.
En el camino le prometí, teniendo como fondo musical “Remanga” de Calixto Ochoa, que mi mamá y yo íbamos a estar bien, que volveríamos a sonreír y a ser felices y, ya aproximándonos a nuestro barrio, con Los Hermanos Zuleta sonando en segundo plano, le confirmé que será siempre mi amor pa’ toda la vida. Finalmente, sí terminó siendo un viaje feliz, un homenaje íntimo al mejor copiloto que he conocido.
La cajita café nos acompañó algunos días más en la sala de la casa, la contemplaba y confieso que estuve tentada a no cumplirle del todo la promesa a mi papá, quise aferrarme a ella, pero al final entendí que no necesitaba hacer eso porque, así como en aquel último viaje juntos, él estaba conmigo y lo iba a estar cada vez que lo recordara y siempre que escuchara sus canciones favoritas".
Historia de Laura Romero De León
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