Barranquilla

En video | Viven en Las Nubes, pero en casas de tabla y con calles de barro

En esta zona rural de Barranquilla habitan 25 familias que se dedican a las labores del campo, a tres kilómetros de la ciudad.

A solo tres kilómetros de una urbe en la que el progreso parece no detenerse, en la que se levantan incontables estructuras y en donde los avances comerciales y turísticos dan pasos agigantados, se encuentra la vereda Las Nubes, un grupo de 25 parcelas en las que residen igual número de familias cuya suerte parece importarles solo a ellos mismos.

Aunque poco o nada se escuche hablar de Las Nubes, llegar a esta vereda barranquillera no es tan sencillo. Su única vía de acceso, ubicada a la altura de la Circunvalar entre carreras 38 y 46, es una trocha que desafía a los pocos vehículos que por allí se adentran. Aunque en épocas de lluvia, el transitar por dicho camino rústico, oscuro e inseguro, es completamente imposible.

Al interior de la zona rural el panorama es desolador. El aspecto árido predomina entre las precarias e improvisadas vías de barro y muchas de las viviendas de las parcelas se encuentran construidas con tablas y bolsas.

Jesús Rico

Durante décadas, sus habitantes vivieron entre el barro y la basura, pues justo al pie de su territorio se encontraba ‘El Henequén’, un relleno sanitario que funcionó hasta 2010 y que hizo que se propagaran enfermedades respiratorias e infecciosas entre los habitantes de esta olvidada vereda.

Hoy en día las condiciones han cambiado un poco, la comunidad cuenta que dejó de vivir del rebusque en las basuras y, con sus escasos recursos, se han dedicado al cultivo y a la cría de animales. No obstante, reprochan a las autoridades locales por el abandono al que se han visto condenados y a la falta de oportunidades de crecimiento que les ha tocado enfrentar.

Jesús Rico

¿Cómo se vive en Las Nubes?

Corría el año 1980 cuando Juan Martínez, su esposa y sus seis hijos se asentaron en Las Nubes. El hombre de 80 años asegura que su familia fue una de las primeras en llegar al lugar en donde solo había un par de casitas de paja. Fue realmente en ese momento —cuenta— que se creó la vereda  con la llegada de más familias campesinas.

Juan relata que son difíciles las condiciones en las que viven él y sus vecinos, debido a que el progreso no ha tocado la puerta de sus casas, lo poco que tienen —afirma— ha sido construido con sus propios recursos.

En Las Nubes no cuentan con energía eléctrica, cada una de las viviendas tiene pequeños paneles solares que utilizan para bombillos y ventiladores. Los habitantes tampoco tienen gas natural, por lo general los alimentos los preparan en fogones de leña.

En cuanto al servicio de agua potable, Juan Martínez cuenta que hace varios años se “pegaron” de un tubo madre de la empresa Triple A que está aproximadamente a 400 metros de la vereda.

“Todo lo construimos nosotros, compramos la tubería, nos organizamos y pusimos agua potable para los habitantes. Es algo tan básico, tan necesario, que tuvimos que solucionar nosotros o todavía no la tuviéramos”, dice el hombre mientras camina apoyado en un bastón improvisado con una rama grande de un árbol.

Jesús Rico

Las Nubes en el día es bastante desolada. Manuel Armenta, uno de los residentes de la vereda y quien se dedica a la cría de animales, explica que a pesar de que los recursos son escasos, muchos padres han logrado que sus hijos sean profesionales. La mayoría de ellos —indica— ya no residen en la zona y se han ido a vivir a Barranquilla.

“Acá no vivimos, sobrevivimos, pero somos felices en nuestro día a día, con lo poco que tenemos y con lo que hemos logrado. Sin embargo, es un deber de las autoridades proporcionarnos las cosas más mínimas”, cuestiona el hombre al tiempo que pone la comida a una decena de cerdos que no dejan de hacer ruido.

Armenta asegura que ni él ni sus vecinos conocen a los dos últimos alcaldes de la ciudad. “Nosotros somos tan invisibles que ni los políticos vienen a hacer campaña por estos lados”, manifiesta y advierte que esta comunidad desaparecerá con el pasar de los años.

Jesús Rico

SOS por la escuela

La escuela ubicada en la vereda Las Nubes es un lugar en donde las carencias se mezclan con la esperanza. El lugar, cuyo aspecto parece más el de una finca, cuenta con tres salones de clases para 72 estudiantes.
Los espacios recreativos, son relativamente amplios y en estos se ven a los niños felices. No obstante, son inseguros debido a que la escuela no se encuentra cercada ni encerrada y mucho menos cuenta con vigilancia privada.

Son tres docentes más la rectora de la institución los encargados de la enseñanza en esta escuela, aunque más que educadores son titanes que deben enfrentar una odisea cada día para llegar a cumplirles a unos niños deseosos de aprender.

Son 45 minutos diariamente los que caminan los docentes para llegar al colegio, en donde sortean los peligros de la trocha, el inclemente sol y el barro que muchas veces se “traga” sus zapatos.

Jesús Rico

Elisa Guerrero, rectora de la institución, relata que tanto ella como los docentes que allí laboran viven en Barranquilla y ningún medio de transporte los lleva hasta el colegio. Asegura que lo poco que tienen en la institución ha sido donado por una empresa privada dedicada al transporte de valores.

“Las autoridades de educación de Barranquilla deben meterse la mano al bolsillo por los niños que acá estudian, las condiciones no son las mejores, pero todos hacemos un gran esfuerzo, menos quienes deberían realmente hacerlo”, manifiesta Guerrero mientras observa vigilante a los niños de primaria que en esos momentos se encuentran en recreo.

Ante la falta de recursos, de utensilios y hasta de medicinas, los docentes de la escuela en Las Nubes tienen un huerto con plantas medicinales en uno de los rincones de la institución. Dichas plantas son utilizadas para aliviar dolores de cabeza y estomacales, fiebre, gripa y dolores bucales. 

En Las Nubes hay felicidad con lo poco material que poseen. La cordialidad de sus moradores se refleja en la sonrisa de sus rostros, pese a que han estado condenados al olvido. Sus habitantes, incluso, aseguran que han escuchado en repetidas ocasiones que Barranquilla le está dando la cara al río, pero afirman que continúa dándole la espalda a ellos.

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