Barranquilla

En video | Luis José Rueda, el lector de 104 años

Este pensionado oriundo de Betulia, llegó a Barranquilla a finales de 1934 en plenos Juegos Nacionales. Aquí se casó con Clarita Suárez con quien tuvo siete hijos. Desde entonces, EL HERALDO es su lectura obligada.

En estos tiempos en que la longevidad suele alcanzar un umbral promedio que oscila entre 80 u 85 años; llegar a la cima del centenario, y además sobrepasarlo con plena lucidez mental y salud de hierro, es un privilegio del que pocos pueden alardear.
En este escaso grupo hace presencia Luis José Rueda Sarmiento, un santandereano oriundo del municipio de Betulia, residente en el barrio Lucero de Barranquilla, quien el pasado 3 de julio sumó 104 calendarios a su existencia.

De esta centuria vivida, Luis José destaca como algo muy especial su pasión por la lectura, y entre estas su fidelidad diaria de leer  EL HERALDO, del que es suscriptor hace unos 60 años.

“Llegué muy joven a Barranquilla, estuve en el Ejército, y cuando conseguí un trabajo formal como profesor de educación física, me hice lector habitual del periódico, hasta convertirlo en lectura diaria indispensable. Cuando mis asuntos económicos mejoraron, me hice a la suscripción para tener el ejemplar muy temprano”, manifiesta.
Hablar con este pensionado que hace 14 años enviudó tras un matrimonio de 62 años con la barranquillera Clarita Suárez, es recorrer las calles de la vieja Barranquilla, rememorar las emblemáticas edificaciones que hoy no existen como el Edificio Palma; o revivir las discusiones que sostenía en el estadio Romelio Martínez con el entonces técnico de Junior José Varacka, recientemente fallecido.

“No discutíamos de fútbol, ni por el Junior, es que él pretendía que nos fuéramos apenas llegaba con los jugadores, donde yo hacía educación física con mis alumnos del Biffí. ‘Maracka’, como lo llamaban mis alumnos, no quería entender que a nosotros nos prestaba el estadio el Municipio”.

La educación física, su aliada.  Rueda, padre de Juan, Luis, Imelda, Alfredo, Magali, Hildeberto (fallecido) y Clara, esta última la que lo acompaña en la amplia vivienda donde reside; llegó a Barranquilla con la compañía de teatro Carlota Uribe de Bogotá, en la que él trabajaba como tramoyista.

Rueda explica que con el orégano prepara un té caliente que toma antes de acostarse César Bolívar

“Cometimos el error de llegar a Barranquilla en plenos Juegos  Nacionales. A nadie le interesaba el teatro en ese momento, solo el deporte. Y hasta ahí llegó la compañía, y cada quien cogió por su lado”, recuerda debajo de un frondoso árbol de níspero en el patio de su casa.

Pluto, su inseparable perro criollo, no deja de ladrar en señal de saludo para los periodistas de EL HERALDO.
Tras quedar sin trabajo, sin un peso en el bolsillo y ningún familiar cerca, Rueda buscó trabajo en el sector residencial de la ciudad. “Me dediqué a oficios varios, porque lo último que quería era dormir en la calle y terminar de hampón”, asegura.

Por razones de su edad en estos momentos ha perdido la audición, pero habla con seguridad, sin olvidar fechas ni nombres.
Clara, la hija menor, señala que su papá acostumbra ir solo a los controles médicos, y que también hace algunos trámites por su cuenta, como ir al banco o al supermercado.

Rueda interviene de nuevo para contar que a los 20 años ingresó al Ejército, del que salió con el grado de sargento viceprimero. Regresó a Barranquilla y buscó trabajo como profesor de educación física en colegios como el Biffi, San José, Sagrado Corazón, San Roque y el Bachillerato de Soledad.

Hoy, cuando goza de su pensión después de 50 años en la docencia, afirma que algunos de sus alumnos fueron figuras como Helmut Bellingrodt, monseñor Ugo Puccini, y monseñor Carlos José Ruiseco, entre muchos otros. 

Su familia. Para esta cachaco agricultor, como él mismo se define, lo mejor que le pudo pasar fue conocer a su esposa Clarita Suárez, con quien se casó en una mañana de abril de 1941 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario.
“Ella trabajaba en unos laboratorios, pero cuando conseguí empleo en el Biffi, se dedicó al hogar. Fue una mujer maravillosa”, reconoce.

Rememora con mucho orgullo que tres años después, para los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, fue designado director técnico de la piscina olímpica, una experiencia que lo marcó de manera positiva.

Dice sin modestia que la casa de Lucero la diseñó a su gusto. “En 1943 compré el lote en 1.200 pesos, una cifra escandalosa para la época, y pagaba 23 pesos mensuales a la firma Inversiones Rurales”.

La cédula de Luis José Rueda quien nació el 3 de julio de 1914 en Betulia (Santander).

Por ese espíritu de agricultor, su patio lo convirtió en una especie de minifinca, en la que crió venados, ponches, babillas y pollos. También sembró mango, guayaba y guanábana, y muchos otros árboles frutales.

Asegura que en su desayuno no puede faltar papaya, changua o avena, café con leche y un pedazo de pan. Eso sí, aclara que “no pica” entre comidas”.

Del menú del almuerzo hacen parte una sopa de verduras, arroz blanco, una porción de pollo o pescado y jugos de frutas naturales, por supuesto, cosechados por él en la huerta casera.
José Luis recomienda a los lectores de EL HERALDO no consumir alimentos enlatados por los preservativos y conservantes que contienen. “Mejor todo natural”, apunta.

La lectura diaria. Cuando se levanta, 7 de la mañana en punto, lo primero que hace es ir al garaje a buscar el ejemplar de EL HERALDO.

“Lo leo por secciones, empiezo por las noticias más importantes. Es que EL HERALDO es lo que me mantiene conectado con la ciudad y el mundo, porque ya no oigo. Es un periódico serio, objetivo que se ha mantenido mientras otros han desaparecido. Cuando no lo leo es como si no tomara café en la mañana”, confiesa, sin soltar su bastón de apoyo

Rueda detiene la charla, se levanta, revisa seis guanábanas que recogió del patio y sin ayuda, como siempre ocurre, baja las escaleras hacia su pequeña “finca” como la llama.

En mitad del recorrido se acerca a una planta de orégano. “Olvidé decirle esto. Todas las noches a las 7 yo me preparo un té caliente con orégano, toronjil y sidrón que tengo sembrados aquí. Eso es bueno para  mantener una buena salud, es diurético, muy bueno”, añade, seguido de cerca por su inseparable Pluto.

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