El Heraldo
Jesús Rico
Atlántico

Patilla, un pueblo donde el agua solo cae del cielo

Zonas rurales no tienen sistema de acueducto. En esta vereda de Sabanalarga, los habitantes prefieren abastecerse con la lluvia.

Patilla es un pueblo que, debe usted saber, no produce ni una sola patilla. Es de esos rincones municipales que muchos olvidan, donde nada sobra y todo falta, empezando por el agua. A los patilleros, como les llaman a los habitantes de esta vereda de Sabanalarga, Atlántico, les llega el preciado líquido, milagrosamente, desde el cielo.

Frente a un gran portón verde están las mujeres de Patilla esperando a que el señor Pompilio, el único que tiene una reserva natural dentro de su predio, les dé permiso de entrar y tomar algunas cubetas con agua, pese a que el color de esta sea tan oscuro como aquella puerta que suelen cruzar.

“Esta agua sucia que hoy tenemos, apenas sirve para lavar los trastos”, expresa María del Socorro Castillo, quien, aunque agradecida por la bondad de su vecino, reconoce que lo que lleva a su casa parece “sacado del arroyo”.

Por eso cuando llueve, es sencillamente un “regalo de la virgen y de Dios”', pues la lluvia es la principal fuente de abastecimiento de agua potable en Patilla. Para ellos es la más sana, limpia y natural que conocen. Sobre todo, muy por encima del servicio de acueducto y alcantarillado que les ofrecen y del que no pueden hacer uso para el consumo humano.

“Cuando lavo con esta agua, la ropa me queda más sucia”, comentan las mujeres entre ellas, mientras cargan las pimpinas que hoy, deberán usar para bañarse.

Las pequeñas casitas coloridas poseen recursivos sistemas para recolectar agua en tanques. 

Agua en el Atlántico

En el departamento, hay cobertura de un 98.8% del servicio de acueducto y alcantarillado que se presta en las cabeceras municipales, según la Secretaría de Agua Potable. Estas alentadoras cifras, sin embargo, no aplican para las zonas rurales como corregimientos, veredas o caseríos, que han estado sumergidos en el abandono por décadas.

Patilla es solo una de ellas. La vereda es un viejo camino formado solamente por una calle y una carrera (la 1A y la 1), sin pavimento y cubierta de arena. Según las cuentas de sus habitantes, hay cerca de 50 hogares, entre una pequeña capilla y un colegio que solo da clases hasta primaria.

Las pequeñas casitas coloridas, abochornadas por el calor, poseen recursivos sistemas para recolectar grandes cantidades de agua en tanques. En algunos hogares, al borde de los techos grises, un improvisado canal recoge el agua de lluvia, que termina depositada en las canecas, por medio de amarres con cuerda y tubos reciclados. Esa agua es luego, la que algunos vecinos llevan a sus albercas. 
 

Hace menos de 25 horas, un sereno le dejó a Luz Estela Lobo al menos cinco canecas llenas, unos 20 litros de agua. Con eso la ama de casa, de 48 años, tiene asegurado lo necesario para cocinar los alimentos de un par de días. 

El gran problema sería, si las próximas precipitaciones “tomen mucho tiempo en llegar”, dice.
 

Veredas como Patilla, Mirador y Gallego —estas últimas también de Sabanalarga—, tienen a su disposición pozos profundos para contrarrestar la ausencia de sistemas de tratamientos de agua. Sin embargo, su funcionamiento es tan insuficiente, que el fontanero de la vereda prefiere quedarse todo el día haciendo quesos, en vez de atender turbinas.

“Esas turbinas no sirven, esa agua no está buena y uno no puede tomarla. Es mejor el agua de lluvia o irnos en burro a comprar pacas de agua a Sabanalarga”, cuenta Dagoberto Escorcia, mientras vacía suero líquido en pequeños baldes.

Lo acompaña su hermano Federico, quien corta en pequeños trozos el queso cuajado para que luego se le extraiga el suero, y así lograr la masa deseada. Durante la preparación de cerca de 60 libras de queso fresco, los patilleros necesitan alrededor de 250 litros de agua diario.

“Compramos bolsas de a $3.000 y eso nos sirve para lavar el queso y también los chécheres”, aseguran los Escorcia.
 

Además de los baldes en la terraza, todos en Patilla tienen algo en común, pues se apellidan Castillo o Escorcia. Cuentan que, según las historias de sus abuelos, los primeros pobladores de la vereda, los Castillo, tuvieron tres hijos que se casaron con tres hijas de los Escorcia. 

“Aquí todos somos primos, hermanos, primos lejanos. Esto es una gran familia. Aquí se hicieron hijos a dos manos”, expresa María del Socorro Escorcia, quien además es presidenta de la Junta de Acción Comunal de Patilla.
 

Unas cuantas casas arriba, dos manos artesanas hacen de los granos de maíz, dulces bollos de mazorca. Son Luz Estela y su hermana Beatriz Lobo, quienes desgranan, muelen, cuelan y procesan el maíz. Para obtener el producto final, envuelto y listo para vender en Barranquilla, aseguran que necesitan 40 litros de agua para cocinarlos. 

“Por eso también, entre todos los vecinos, reunimos $150.000 para mandar a traer agua en un carrotanque (con capacidad de 10 mil litros) y así no sufrir tanto porque no llueve”, explica Luz Estela, desde el patio de su casa, donde hace todas las labores.

El alcalde de Sabanalarga, José Elías Chams, reconoce que “desde siempre” esta ha sido la situación de las diferentes zonas rurales del municipio, en donde “parece que no pasara la mano del hombre”, asegura. 

“Sabanalarga era un puerto industrial, aquí se procesaba la caña de azúcar, el tabaco, se sacaba alcohol por el puerto de Cartagena y por las trochas de Tumaco se iban a Barranquilla centenares de burros cargados con alimentos que producían los campesinos sabanalargueros. Hoy nuestra economía está deprimida, abundan los negocios de cantina”, explica el mandatario.

 

El proyecto

De acuerdo con la secretaria de Agua Potable del Atlántico, Loretta Jiménez, dentro del plan del Departamento se encuentra la ampliación de la planta de tratamiento de agua de Ponedera, que llevaría el preciado líquido a las veredas de Patilla, Mirador y Gallego a través de la conexión con la cabecera municipal. 

"Hoy esta planta es capaz de tratar 200 litros de agua por segundo y se va a incrementar a 400 litros por segundo, con recursos del departamento. El proyecto está en etapas de diseños y se está presentando al Ministerio de Vivienda", manifestó Jiménez. 

Las obras tendrían una inversión de $2.200 millones, de acuerdo a la información de esta cartera.

Por su parte, el alcalde Chams informó que además van a construir un pozo que le va dar agua a las veredas de Rancho Alegre, La Piedra y Palo Seco.

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