El Heraldo
Muchas personas no han tenido la oportunidad de despedir a sus familiares. Josefina Villarreal y Cortesía
Atlántico

978 vidas ya se llevó el virus y sumando...

EL HERALDO cuenta las historias detrás de tres víctimas de la COVID-19. 

Detrás de los reportes oficiales, de las estadísticas y las comorbilidades se esconden legados, lágrimas e historias no contadas. Se esconden anécdotas, abrazos y luchas. Se esconden nombres detrás de simples números. Se esconden vidas detrás de las muertes.

Y es que detrás de los porcentajes, de las gráficas y de los escuetos datos se encuentran familias, recuerdos, sonrisas, sueños cumplidos, ancianos, adolescentes, adultos y recién nacidos que fueron víctimas de una pandemia que no conoce de razas, sexo o edad y que a diario, en los listados digitales que entregan las autoridades, muestra  todo el letal poder que maneja.

Muchos no alcanzaron a decir adiós o ver por última vez a sus familiares. Otros fueron víctimas de una enfermedad –que al no tener cura– aprovechó algún organismo debilitado para acabar una vida.

Barranquilla y el Atlántico suman 978 personas fallecidas, de todas las edades, por lo que reporteros de EL HERALDO, a manera de homenaje, cuentan la historia de algunas víctimas desde la voz de sus familiares, que cargan con el crudo dolor que se originó cuando las voces de sus seres queridos se apagaron.

Dentro de las historias se pueden encontrar detalles de cómo fueron en vida, los anhelos que tenían y cómo vivieron sus últimos días.

“La COVID-19 le ha quitado a uno hasta la posibilidad de despedirse dignamente de los familiares de uno. Es muy doloroso todo lo que ha significado esta pandemia, pero uno se queda con cómo fueron los seres queridos de uno en vida”, dijo un familiar de una de las personas fallecidas por el virus.

Según las cifras suministradas por el Instituto Nacional de Salud (INS), del total de fallecidos, 574 se concentran en Barranquilla y 404 en el resto de municipios del Atlántico, la mayoría de ellos en Soledad.

Roger Ramírez, el amigo de todos

Roger Alexander Ramírez Cantillo, de 43 años de edad, era un policía pensionado, que dedicó la mayor parte de su vida al servicio de las personas y que por circunstancias de la vida le tocó dejar a un lado su labor.

Su familia lo recuerda como el ser “más noble”, bondadoso, siempre dispuesto a ayudar a las personas cercanas y más a sus familiares. Su progenitora habla de él con mucho amor, recordándolo como un hijo excepcional, atento y amoroso, a quien despidió con mucha tristeza por el gran vacío que dejó en su corazón su partida, pero consciente y agradecida por los hermosos momentos que compartieron y dejaron grandes recuerdos.

Roger fue un padre dedicado a sus hijas, les enseñó valores y enseñanzas que quedarán marcadas por el resto de su vida, siempre estuvo brindándoles tiempo lleno de mucho amor que sus pequeñas tendrán presentes por el resto de sus vidas.

Su esposa  reconoce que este hombre fue un “gran” compañero de vida, se siente agradecida por el gran esposo y padre que fue para sus hijas. A pesar del dolor que la inunda al hablar de su gran amor, sabe que en vida Roger siempre dio lo mejor para verla feliz.

Como un protector, así veían sus hermanos a Roger, quien siempre hasta en sus últimos días estuvo pendiente de cada uno de ellos, brindándoles apoyo, seguridad, fortaleza y confianza, por eso a pesar del dolor de su partida, lo ven como un ángel que vela por cada uno.

Y así cada uno de sus familiares expresan solo palabras bonitas para referirse a ese ser querido que lastimosamente la COVID-19 le arrebató la vida. Uno de sus primos cercanos recuerda con nostalgia el último cumpleaños de Roger, “El año pasado, el cumplió el 16 de octubre y ese día cumple mi hija mayor. Me llamó desde tempranito porque quería que celebrara con él, le dije que cumplía mi hija y él me dijo que me esperaba a la hora que sea”.

Relató que ese 16 de octubre llegó a las 10:30 de la noche a acompañar a su primo querido Roger, quien lo esperó sin importar la hora para celebrar. Ese día se divirtieron escuchando y entonando los cánticos de su equipo del alma: el Junior de Barranquilla.

Jhonny Ahumada, un tipo entregado al pueblo

El último mensaje que Jhonny Ahumada Barceló envió a su hermana tenía una orden clara: no informar a su madre que lo iban a ingresar a una unidad de cuidados intensivos por los embates de la COVID-19. Pidió que no la alarmaran, que oraran mucho por él y se despidió, sin saber, de manera definitiva de su familia. El virus, con el pasar de los días, ganó la batalla y acabó con su vida en la madrugada del 19 de junio tras dos semanas de pelear arduamente por su vida.

Jhonny era un tipo que, según sus familiares y seres más cercanos, se le medía a hacer cualquier cosa con tal de llevar unos pesos a su casa para levantar a su familia y a quien lo necesitara. Desde pequeño trabajó como matarife y, a pesar de no haber terminado el bachillerato, logró superarse y estudiar una carrera de administración pública y ser concejal de Galapa. La COVID-19, como a la mayoría de personas, lo tomó por sorpresa y en las últimas semanas le quitó sus planes de estar reunidos con todos sus familiares y amigos el próximo 7 de julio, fecha en la que cumpliría 42 años de edad. “Mi hermano siempre le daba comida al que lo necesitaba.  Por donde él vivía había un niñito que la mamá los dejó y los dejó con la abuela, pero la señora falleció y mi hermano se hizo cargo de ellos en ese tiempo. Él era una persona que daba lo que no tenía. Le servía mucho a la gente”, cuenta una de sus hermanas con la voz entrecortada. “Era una gran persona, un gran hijo. Siempre estaba pendiente de nosotros. Siempre estaba sonriente. Era una persona que en su barrio le mamaba gallo a todo el mundo y que nunca perdió la humildad a pesar de ser concejal. Él se le medía a lo que fuera”, agregó.

Hace algunos años Jhonny Ahumada Barceló había superado una fuerte neumonía que lo hacía llorar durante el proceso, pero en ese momento pudo ser más fuerte y salir adelante. Quizás por eso y por evitar que los demás se preocuparan por él, es que evitó que su madre supiera la gravedad de su estado en sus últimos días.

“Es una persona que uno siempre recordará porque siempre estaba con una sonrisa. Lo que duele es que no pudimos estar con él, por eso yo le pido a todos que tomen esto en serio, que no es un juego. Tenemos que cuidarnos para que no pase esto”, concluyó su hermana Carmen Ahumada.

Wilmer De la Hoz, un papá trabajador

Wilmer Rafael De la Hoz luchó por su vida durante 10 largos días en una cama de una unidad de cuidados intensivos, pero a pesar de su esfuerzo y su esperanza de vivir fue una víctima más del virus que tiene en crisis sanitaria a todo el mundo.

Murió solo, sin poder despedirse de sus seres queridos, esos por quienes a lo largo de su vida trabajó y se entregó para así brindarles siempre lo mejor a pesar de cualquier situación.

El hombre, de 60 años, dejó un legado imborrable que perdurará por siempre en su esposa e hijos, pues a pesar de su edad aún trabajaba en una empresa como operario de máquinas inyectoras de suela para mantener a su familia, una labor exigente que generaba orgullo entre su círculo cercano.

Su hija Carolyn –la segunda de tres hijos–recuerda a su padre como una persona alegre, responsable, servicial, amable y con disponibilidad siempre para atender a sus cuatro tesoros. Wilmer tuvo tres hijos, un hombre y dos mujeres, fruto del amor con su esposa Dubys, unión que duró 27 años y que lastimosamente la COVID-19 interrumpió.

Dejó varias enseñanzas muy importantes en su familia, como la entrega y dedicación que les brindó a ellos, pues relatan que Wilmer era un hombre con muchas virtudes, prefería dejar de comer él para brindarles a sus hijos.

“Quien lo conocía le tomaba cariño por su forma de ser. Siempre estaba disponible para nosotros, respondió siempre por nosotros a pesar de cualquier situación y es una de las cosas que más recodaré de él”, dijo Carolyn.

La entrega de Wilmer se evidenció en cada gesto que tenía para con su familia, por eso el hombre cada vez que tenía la oportunidad de realizar cualquier trabajo para colaborarle a su esposa, una paciente oncológica quien no labora, el hombre lo hacía y así mantenía su hogar.

“Siempre estuvo ahí tratando de cómo estar con nosotros y traer el pan de cada día. Nos dedicaba cada momento que tenía disponible y eso nos hacía muy feliz”.

Fue su hija Carolyn quien lo llevó y pudo verlo por última vez ese día, pero ese no será el recuerdo con el que vivirá, por el contrario, ella manifestó que fueron tantos los momentos lindos que vivió al lado de su padre al igual que su progenitora y sus hermanos, que son esos los que van a mantenerse por siempre en su memoria.

“Le gustaba mucho bailar salsa desde niño, y siempre nos alegraba con sus bailes únicos. Tenemos bonitos recuerdos de él y con esos nos quedamos”.

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.