Entretenimiento | EL HERALDO

El Heraldo
Iglesia San Roque.
Entretenimiento

Un vistazo al patrimonio arquitectónico barranquillero

La historia de seis edificaciones reflejan los distintos estilos que se impusieron por épocas en la ciudad, y su influencia multicultural.

A pie por el Centro de Barranquilla se alzan a lado y lado de las calles las estructuras de elementales fachadas coloniales, seguidas de la ornamentación propia republicana, de las proporciones racionales neoclásicas, de las funcionales a estilo art decó y hasta de diseños neogóticos. En una corta caminata es posible viajar en el tiempo y recorrer la memoria multicultural de los orígenes de la ciudad.

En el Mes del Patrimonio Cultural –establecido por el Ministerio de Cultura desde 1998-, EL HERALDO, con asesoría de expertos, identificó la historia detrás de algunos de los inmuebles más conocidos de La Arenosa, que representan cada uno de esos movimientos que vivió la ciudad con la influencia extranjera que arribó a su puerto para ‘plantar’ en sus suelos costumbres de todos los continentes.

A partir de los años noventa, la protección del patrimonio cultural experimentó una evolución con la Constitución de 1991. Entonces, la importancia se enfatizó en la herencia del pasado y la salvaguarda de su memoria histórica. “De esta forma el Estado generó un nuevo marco de actuación, al reconocer al patrimonio como carácter multiétnico y pluricultural de la Nación”, explica Alberto Escovar Wilson-White, director de Patrimonio de Mincultura.

En ese sentido, la arquitectura declarada como tal es identificada como un conjunto de bienes edificados, heredados del pasado de un país o de una ciudad. Y para fijar su valor se tienen en cuenta aspectos como ambigüedad, autoría, autenticidad, constitución del bien, forma, estado de conservación, contexto ambiental, urbano y físico, y representatividad y contextualización sociocultural. 

En el mundo, la preocupación de muchas naciones es proteger el legado que van dejando las generaciones. Pero en Barranquilla, el afán de desarrollo urbano acalla las pocas voces conservacionistas y las edificaciones de historia quedan solo en imágenes –las que alcanzaron a ver las cámaras-.

“Se dice que Barranquilla nació joven y siempre miró a la modernidad. Es un tema netamente cultural, venimos con una tendencia a renovar, a quitar lo que para nosotros ha perdido vigencia. Ahí la reflexión es, qué hacemos para que nuestra arquitectura pueda conservarse y hacer de nuestros centros históricos un conocimiento público”, expresa la arquitecta Rossana Llanos, docente de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte.  

Ante ese panorama el llamado de los expertos es a generar sentido de pertenencia; dando a conocer el patrimonio de la ciudad para que sus habitantes empiecen a apropiarlo, a identificarse con él y a cuidarlo. Porque, “uno no quiere lo que no conoce”.

Por eso en las actividades de celebración del mes de septiembre, la ciudad –y el país- se han volcado por resaltar las esquinas comunes que pasan desapercibidas ante los transeúntes. Y para entenderlas, hace falta conocer cuáles son los orígenes culturales de la ciudad, reflejados en su arquitectura.

Museo a cielo abierto

A Barranquilla, las corrientes migratorias la convierten en una cuna de la multiculturalidad. “Independientemente del legado cultural, las colonias que se radicaron en la ciudad traían esas influencias arquitectónicas, artísticas y hasta plásticas de lo que veían en sus países de origen. Ahí es donde se ve evidenciada la riqueza de los centros históricos, que no depende tanto de la belleza sino de la diversidad de etnias”, dice Llanos.

De hecho, Barranquilla es la única ciudad de Colombia –y una de las pocas del mundo- en tener dos centros históricos declarados: el limitado alrededor de la Plaza de Bolívar y el conformado por los sectores de Prado, Alto Prado y Bellavista. Según cuenta Llanos.

“La arquitectura no es más que la materialización literal de una ideología de la época. Por eso, si no se tiene un conocimiento sobre el pensamiento de cada periodo los edificios van a parecer solo una combinación de mezclas, colores y técnicas”, explica la docente. Esa es la clave para identificar en cada inmueble los movimientos sociales que conforman la memoria cultural barranquillera:

Ancestral: las primeras arquitecturas fueron vernáculas; es decir, lo más auténtico de la región. Respondía solo a las necesidades y adaptaciones al hábitat, construidos por los mismos moradores. “Eran propias de nuestro contexto indígena: escueto, rudimentaria, simples, con valores cromáticos muy neutros, de los colores típicos que daba el paisaje. Elaboradas de materiales como barro y paja”, afirma Llanos.

Colonial: con la influencia hispánica empiezan a dibujarse unas corrientes que venían de Andalucía (España), que todavía seguían siendo escuetas. La docente señala que “en ese momento la casa era útil, no bella. No había intenciones de construir de forma estética, porque toda la fachada era colocada según la función de adentro”.

Sin embargo, empiezan a aparecer algunos elementos decorativos, como cenefas, zócalos pronunciados. Y las primeras ornamentaciones se empleaban en ventanas, puertas y balcones. En general, era una arquitectura funcional, incluso habían cimientos de construcciones bioclimáticas, por ejemplo que usaban un patio central para mantener fresca la casa.

Republicana: con la consolidación de la República se acentúan más culturas en la misma tierra. La sociedad de la época exigía a los extranjeros demostrar su superioridad con el poder adquisitivo, entonces la belleza y el decorado interior empieza a cobrar fuerza. Además de la funcionalidad, la intención es que la casa sea bella, vistosa y singular –ninguna se quería parecer a la otra-.

Llanos describe ese contexto social concretamente: “La arquitectura se convierte en un factor diferencial dentro de la sociedad”.

Modernidad: la vanguardia marca el término de ideologías arraigadas a momentos históricos de la humanidad como la Revolución Industrial o las Guerras Mundiales. Regresa entonces la funcionalidad, que olvida la ornamentación. Es el resultado tangible de esos procesos que recién pasaron. Por eso entre los materiales más usados estaban el vidrio, el acero, el hierro y, en general, los elementos prefabricados.

“La ornamentación llegó a una sobresaturación. Entonces, en esta época la arquitectura regresa a la sobriedad. Normalmente los movimientos que vienen son contrarios a los que dejan atrás”, indica la docente de Uninorte. Pero en esta parte de la historia surgen dos corrientes artísticas: art decó y art nouveau.

El decó olvida un poco el funcionalismo y se centra en efectos decorativos como formas geométricas, remates escalonados, materiales lujosos (mármol, granito, aluminio). Su modelo es masculino, quería representar el renacer en tiempos de posguerra. En ese momento se amplían las rutas mercantes, por eso el barco fue un elemento figurativo en las edificaciones. Y también retoman las influencias prehispánicas, sobre todo de los Aztecas y Mayas.   

El nouveau tiene más ornamentación, pero decantada hacia las formas orgánicas, usan elementos de la naturaleza: flores, ramas, hojas. “En esa época la sociedad está saliendo de las guerras, quiere dejar la oscuridad de la violencia y toma referentes que animan. Entonces se presenta a la mujer como un símbolo de eso. Aparecen las formas felinas, y el hombre encuentra la sensualidad, por ejemplo, cuando la mujer empieza a tener otra posición en la sociedad”, explica Llanos.

Cada una de esas épocas perduran en el tiempo con las estructuras que aún las recuerdan. Ejemplo de ellas son el Banco Dugand, el Hotel El Prado, la antigua Aduana, la iglesia San Roque, el edificio García y la Torre Manzur.

Antes y actual aspecto.
Edificio Banco Dugand

Entre 1873 y 1925 se fundaron seis bancos privados en Barranquilla, y uno de los más importantes fue el Dugand. Ubicado en el Centro de la ciudad, en la Calle 32 # 43-27, el edificio se comenzó a construir en 1920 y se terminó en 1922, obra del arquitecto inglés Leslie Arbouin -autor del diseño del edificio de La Aduana-, y bajo la dirección de su propietario, el banquero José Víctor Dugand.

Inicialmente fue sede financiera del banco, luego lo ocupó el Banco de Colombia y posteriormente el Banco de Bogotá. También estuvo en manos de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Telecom). Es una edificación republicana, declarada Monumento Nacional en 1996.

Su estructura esbelta, aproximadamente de seis metros de altura, tiene dos plantas de forma rectangular alargadas hacia su interior, donde se levantan una serie de columnas para darle solidez. En la primera hay un patio posterior, que perdió iluminación debido a remodelaciones.

Sus pisos originales, de la época, eran una mezcla de mosaico, cerámica y baldosín. En la elaboración de sus escaleras, puertas, rejas y ventanas usaron materiales prefabricados como bronce, concreto, hierro, vidrio y metal. Su fachada usa elementos ornamentales, propios de su época. Tenía dos murales hechos en Francia, en 1923.

Es una arquitectura para el comercio, de estilo neoclásico, mezclando columnas de orden jónico y con influencia manierista. Basado en la arquitectura Greco-romana de gran imponencia con poca decoración. En la actualidad el edificio es un almacén.

Antes: foto tomada en 1923. Actual: foto tomada en 2016.
Complejo Cultural de la Aduana

La antigua Aduana, ubicada en la vía 40 con carrera 50, fue construida en 1919, en la época del esplendor social y económico, que trajo por el puerto local la modernidad. Su importancia radicaba, sobre todo, en los negocios nacionales que comenzaban su vida productiva en Barranquilla.

En la década del 80, comienza la decadencia del inmueble con el traslado de la DIAN al nuevo edificio de la Calle Hamburgo. Estuvo abandonada hasta su restauración en 1994, con el ‘empujón’ del entonces gobernador del Atlántico, el historiador Gustavo Bell Lemus. Se hicieron algunos cambios pero la estructura básica se mantuvo igual.

Pero antes, en 1984, junto a las estaciones del tranvía y Montoya, fue declarada Monumento Nacional. Además de galardonado con el Primer Premio Nacional de Arquitectura en la categoría de Restauración y con el Primer Premio Internacional Fiabci de Renovación Urbana. Su diseño fue obra del arquitecto inglés Leslie Arbouin.

En el hoy Complejo Cultural de la Antigua Aduana funciona la Cámara de Comercio de Barranquilla, la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), la Biblioteca Piloto del Caribe, el Archivo Histórico del Atlántico y el Centro de Documentación Musical Hans Federico Neuman.

En sus instalaciones sobresale la plaza de la Locomotora, el Auditorio Mario Santo Domingo, la plazoleta central y la galería de La Aduana. Es centro de eventos artísticos como lanzamientos de libros, exposiciones de arte, cineclub, e incluso conciertos.

Antes: Edificio Palma, hoy no existe. Después: Edificio Caja Agraria. Actual: Torre Manzur, 2016.
Torre Manzur, en el demolido terreno del Edificio Palma

En la entonces Calle Ancha del Centro de la ciudad, específicamente en la carrera 45 #33-10, fue construido a principios del siglo pasado un elegante edificio llamado Palma -un hito en la historia arquitectónica de Barranquilla, del cual aún se lamenta sy destrucción-. Un incendio producido en el séptimo piso fue el primer indicio del abandono total que sufrió tiempo después. En 1955, tras 26 años de existencia, fue demolido para ampliar el Paseo Bolívar hasta la avenida Olaya Herrera.

Después de casi diez años en el que el lote estuvo baldío, se construyó el Edificio Caja Agraria, diseñado por Fernando el ‘Chuli’ Martínez Sanabria –autor de otras obras en el sector de la Plaza de Bolívar-, e inaugurado en 1965. En su interior sobresale un mural surrealista del reconocido pintor colombo-español Alejandro Obregón (1920 - 1992), donde aparece sobre una pradera roja un toro negro. 

La arquitectura del edificio tiene un tratamiento organicista, usa curvas, la forma de las ventanas es una especie de parasoles. La ubicación de sus bloques, las formas de sus ventanas y la construcción prefabricada se hizo con una intención bioclimática de protegerlo del sol directo y permitir la libre ventilación.

Estas características –y otras más- lo hicieron merecedor del Premio Nacional de Arquitectura y, posteriormente, fue declarado Patrimonio de la Arquitectura Moderna en Colombia por el Ministerio de Educación Nacional, a través del  Decreto 1892 del 19 de octubre de 1995.

“El edificio Caja Agraria fue construido en aras de ser un testimonio histórico de modernización que representa la reforma agraria. Reto que, hasta el día de hoy, el país no ha superado”, dijo el historiador Carlos Bell Lemus en una reciente conferencia que dictó sobre el inmueble, en el marco del Festival ‘No conocí el Palma’, organizado por el colectivo Todomono para celebrar el Mes del Patrimonio Cultural.

En 2011, una polémica estalló alrededor del inmueble, cuando estuvo a punto de ser demolido para darle paso a una expansión del Paseo Bolívar. Hasta que fue vendido a particulares y se convirtió en la Torre Manzur, en alusión a su dueño, Roberto Manzur.

“En los primeros dos pisos tendremos un espacio para todo el que quiera conocer la historia de este edificio, los demás los ocuparán oficinas de varias entidades del Estado”, contó el propietario sobre los futuros planes del cerrado edificio. Los trabajos comenzaron con la restauración del mural de Obregón, que estuvo a cargo del arquitecto mexicano Rodolfo Vallín.

Este edificio es un claro ejemplo del movimiento moderno, caracterizado por su funcionalidad y poca ornamentación; que difiere de las intenciones de la primera construcción del edificio Palma.

Antes: Construido en 1939. Actual: Foto tomada en 2016.
Edificio García, de Manuel Carrerá

Construido en 1939, el edificio García se convirtió en el primer complejo de apartamentos que tuvo Barranquilla, obra del maestro cubano Manuel José Carrerá Machado, quien dejó un legado de varios inmuebles con su sello al estilo art decó.

La estructura, que toma su nombre en honor a su propietario, Ascanio García, tiene la forma de un crucero, con los pisos escalonados; muestra evidente del estilo decó inspirado en los barcos que reflejaban el renacer después de la posguerra.

Fue, además, el primer edificio con asesor en la ciudad. En algún momento, el maestro Carrerá confesó que el proyecto no le dejó muchas ganancias monetarias, pero le dio el prestigio que marco su vida.

El edificio -situado en la calle 47 No. 44-189- hoy es testigo nuevas expresiones artísticas que llevan los residentes más modernos, los bohemios del mundo cultural que aprecian de él la tranquilidad y su legado a la memoria arquitectónica de la ciudad.

“La expresión icónica de los movimientos de la década de 1930 se mantuvo en la concepción de esta obra, que también tuvo repercusiones luego de la crisis financiera de ese mismo año. Ese estilo que simula un barco con líneas curvas era uno de los aspectos importantes que a comienzos del siglo XX estaba en auge”, expresó el historiador Carlos Bell Lemus, para el proyecto Ruta Carrerá que desarrolla la Casa Editorial EL HERALDO.

Su estilo no recargó la arquitectura, pero le dio un decorado sutil, geométrico y con revoques hasta en las ventanas. Las terrazas son escalonadas, con combinación de rectas y curvas.

Los motivos abstractos reflejan el deseo de una sociedad de redescubrir y reafirmar los elementos que la fortalecen, manejando una iconografía basada en los anhelos de progreso y modernidad; señala la arquitecta Rossana Llanos, docente de Uninorte.

Aunque no está declarado patrimonio, el edificio es uno de los más representativos y conocidos de la Barranquilla moderna.

Antes: foto de Gumersindo Cuéllar J. Actual: foto tomada en 2016.
Hotel El Prado, joya de la modernidad

En 1927 comenzó la construcción de un complejo hotelero de lujo, dirigido a los comerciantes que arribaban a la ciudad en la época de su esplendor económico, y a cargo de las familias Obregón y Parrish, junto al arquitecto estadounidense Burdette Higgins.

Fue terminado con una inversión, entonces de 600.000 pesos. E inaugurado en 1930 en una cena a la que asistieron 124 invitados. En su momento fue el primer hotel turístico de América Latina.

Forma parte del Patrimonio Nacional, concedido a través de la resolución 1640 del 24 de noviembre de 2004. Pero ya en 1982 era catalogado Monumento del Patrimonio Arquitectónico y Cultural del país.

Su fachada tiene una estructura al estilo republicano neoclásico y es bioclimática, cuenta con amplios espacios, terrazas y jardines tropicales. En 1930, su torre central fue escenario del primer discurso radial transmitido en directo en Colombia, fue del entonces presidente Enrique Olaya Herrera.

El hotel ha tenido varios dueños en sus 85 años de funcionamiento. En 2005, después de ocho años de una disputa legal, El Prado quedó en manos del Estado después de la extinción de dominio a la que sometieron el inmueble por usos ilegales de lavado de dólares y narcotráfico. Ahí empezó su decadencia.

Fue administrado por el Fondo Nacional de Turismo, Fontur. Y cerrado el 17 de junio de este año durante un mes, por las millonarias deudas y las cuentas embargadas por la Dian. Hasta que abrió sus puertas nuevamente en julio de 2016 con un nuevo operador, la firma FTP Investments - Espidel.

Antes y Actual aspecto de la iglesia.
Iglesia San Roque al estilo neogótico

La construcción de la iglesia San Roque -situado en el barrio homónimo, sobre la calle 30 con carrera 36- comenzó en 1853. Cinco años después fue inaugurada en 1857, obra del arquitecto holandés Antonio Stoute. Es la segunda más antigua en la ciudad y a cargo de la comunidad salesiana.

De culto católico, la iglesia está bajo la advocación de San Roque de Montpellier, patrono popular de la ciudad. Fue una parroquia ilegal hasta que el monseñor José Romero, obispo de Santa Marta, la consagró oficialmente en 1881.

Su historia cuenta que los feligreses rezaban al santo por una peste que sufrían entonces; cuando pasó, los creyentes a modo de agradecimiento decidieron construir un templo. En ese momento la Arquidiócesis no aceptó porque la Iglesia de San Nicolás no llenaba su capacidad y “no era necesaria otra”.

Su estilo neogótico florentino se caracteriza por las altas torres puntiagudas, en medio de las cuales se encuentra un vitral y encima un frontón donde está ubicada una cruz. Además, tiene una amplia cúpula. La entrada principal son unas grandes puertas de madera talladas, y como los ventanales está rematada por arcos ojivales.

En su arquitectura también se resaltan arcos torales, ventanas rectangulares con aberturas de 90 grados en los costados –asemejando las casas coloniales de Cartagena, según expertos- y ojivales dentro del cementerio que tiene en su interior.

Cuenta con figuras sagradas de más de 100 años: un San Roque en madera, una María Auxiliadora, un Niño Jesús de Praga, un San José y la Virgen María. El Vía Crucis fue fabricado en Francia y restaurado en 2008.

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.