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Jesús con la cruz, una de las procesiones que más concurrencia de fieles congrega durante los actos religiosos en Mompox. Josefina Villarreal
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Mompox y sus procesiones centenarias para venerar al Nazareno

La villa colonial celebra los 450 años de realización de la Semana Santa. Aunque algunos creen que se ha perdido la solemnidad y el fervor.

Desde el inicio de la Cuaresma se están realizando procesiones en Mompox. Las campanas de las iglesias han estado convocando a los feligreses a sus misas y actos religiosos. Todo un mundo que parece irreal se mueve entre estas celebraciones históricas, cargadas de magia, de pasión, de fervor e historia.

Las dos más renombradas son las del Jueves y Viernes Santos.

Y el jueves todo, parece comenzar y terminar así:

Jueves Santo, 9:15 de la mañana: La villa colonial de la Santa Cruz de Mompox, a orillas de un brazo del río Magdalena, es un horno. Hace una reverberación bíblica. El hombre de la tienda, diagonal a la iglesia Santa Bárbra, vaticina que si aumentan los calores de más de 40 grados, “tendremos que enterrarnos en la tierra, como el armadillo”.

9:43 de la mañana: Bernardo Turizo va, sin protegerse del sol, pero por la acera de la sombra famélica, aromatizando, con su incensario de lata de leche en polvo para bebés, a toda la ciudad blanca, que se extiende sobre la calle Real del Medio, por donde han pasado desde el Libertador, Simón Bolívar; el poeta Candelario Obeso hasta presidentes contemporáneos de naciones del mundo e integrantes de la realeza europea. “Incienso, incienso, compre el incienso”, grita Bernardo, rompiendo la quietud solar de la mañana.

10:00 de la mañana: En el parque Bolívar confluyen vendedores de casabe venidos en lancha desde Cicuco; están las mujeres de las bolitas de queso en capa, con y sin dulce de guayaba por dentro; los que lustran zapatos viejos; el de los celulares; el de las camándulas y los escapularios; el de los pollitos de colores; y el del jugo de naranjas dulces.

A espaldas del monumento de Simón Bolívar, Manuel Mejía y una jovencita inscriben a uno por uno, los nazarenos que cargarán los 14 pasos, o escenografías bíblicas de la procesión del Jueves Santo, en que los creyentes rinden respeto al Jesús de Nazaret. Vienen en canoas, atravesando el río, o en camiones o motos, desde todos los pueblos vecinos. Hay nazarenos de Talaigua, San Sebastián, La Loma, El Horno, la Isla y Tierra Firme. Dicen que también de Santa Marta, Cartagena, Barranquilla y, el año pasado, inscribieron uno procedente de Orlando (EE.UU.).

Mejía explica que él hace parte de la Asociación de Nazarenos y que muchos llegan a participar para pagar mandas; o para seguir una vieja tradición de familia. Creen que por el dolor que soportan cargando pasos, Dios los recompensa, aliviándoles pesares de sus vidas.

1:00 de la tarde: Ya con sus carnés, los nazarenos rasos se van cambiando, muchos lo hacen frente a los templos; o cerca de las edificaciones coloniales que están a orillas del río. Lo hacen preferiblemente en grupos, para ayudarse con la túnica, el capirote y las 33 vueltas (por la edad en que murió Jesús) que deben darse con una cuerda blanca en la cintura.

Los tradicionales nazarenos trompetistas ya han salido del cementerio, donde tocaron dianas en las tumbas de nazarenos idos. Van a las siete iglesias coloniales de la villa, hacen toques sentidos frente a los altares y salen caminando de espaldas hasta abandonarlo.

4:50 de la tarde: El calor no cesa. Los nazarenos ensopados se refugian en los pocos chorros de sombra que quedan. Las tiendas, las aceras están repletas de gentes, esperando la salida de la procesión con los pasos de la Pasión y Muerte del Hijo de Dios. Muchos se han puesto sus mejores galas. Es el acontecimiento del año. Las lanchas desde Magangué que tiene cupo para 16 pasajeros llegaron llenas de turistas. Un vendedor de repuestos de celulares dice en la plaza de Bolívar: “Si Barranquilla tiene su Carnaval; los paisas su feria de Las Flores; pues nosotros tenemos nuestra Semana Santa".

5:10 de la tarde: Todos están a la espera. La zona histórica, repleta. En las calles no cabe una aguja. Y siguen llegando devotos y curiosos. Los vecinos de la calle de Real del Medio están afuera de sus casonas, sentados en mecedoras, esperando la procesión. La sofocación no disminuye la emoción del acto religioso.

6:08 de la tarde: Suena  trompetas. La gente se aglomera. Los nazarenos están dentro de la iglesia San Juan de Dios. Este año el recorrido es más corto. Serán unas cinco o seis cuadras largas. El trayecto se recortó porque están arreglando varias plazas de la Albarrada. Los pasos están acomodados. Las cuerdas frenan a los fieles que se quieren botar a la calle. Todos andan con sus cámaras y teléfonos listos para tomar las fotos. Empiezan a caer las sombras de la noche. Y por fin suena la banda, solemne, lúgubre, sobrecogedora y sale el primer monumento, La santa Cruz de Mompox. Antes lo había hecho pero sin mucha parafernalia, el paso de la Última Cena.

9:40 de la noche: Ya salieron todos los pasos. Hace un rato sopló un viento frío, pero se desvaneció. Muchos creyeron que iba a llover. Pero no. El paso del Jesús de Nazaret, del que dicen que su rostro es centenario y que fue traído de Europa, ya está en la calle. Los momposinos lo esperan con devoción. Es el Jesús milagroso, el padre del pueblo. Los nazarenos que lo llevan en hombros son de una estirpe diferente de los que cargan otros pasos. Esta es una clase diferente. Viejos cargadores que tienen ‘propiedad’ de cada uno de los listones que sostienen el monumento. El sociólogo momposino Noé José Jiménez Pérez, quien hizo una investigación sobre el tema de la Semana Santa, dice que esta es “el ordenador social para el municipio y donde confluyen todos los sectores que tienen intereses”.

Ya hubo un descanso. Los pasos reposan en las calles y los nazarenos fueron a recobrar fuerzas y a hidratarse. Otros veteranos aprovecharon, en un bordillo, para darse unos cuantos ‘cañazos’ de ron, sin que muchos los pillaran.

1:50 de la mañana, del viernes: La majestuosidad de la procesión de la Pasión y Muerte de Jesús está llegando a su fin. En la Basílica del Santísimo Cristo Milagroso de Mompox está, a pocos pasos, por entrar la imagen del Nazareno amado y venerado por muchos, con su cruz a cuestas y su túnica morada. Llega a pasos lentos, al son de la banda. Los colores, los sonidos, el calor, todo hace parte de una procesión fantástica, ceremonial, mística, como de una historia de otros tiempos. Antes de entrar el último paso, la energía se fue en todo el pueblo. La procesión quedó bajó la luz de una luna de plata y la gente se va recogiendo a sus casas, para prepararse para la otra procesión del Viernes Santo, la del Santo Sepulcro, donde se visten de negro y lloran al paso de Jesús en su lecho de muerte.
 

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