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Memoria de mis putas tristes

Las páginas del libro del Nobel llevado a las pantallas de cine.

“Siempre creí que morirse de amor era una licencia poética”.
García Márquez
Por lo general el cine no ha sido muy generoso con la obra de García Márquez. Varios intentos se han hecho de llevar a la pantalla las mágicas historias del premio nobel, pero el consenso de la crítica se inclina a afirmar que no se ha logrado captar completamente el ambiente que recrean sus historias.

Memoria de mis putas tristes, del cineasta danés Henning Carlsen y basada en la novela homónima del escritor,  aunque no es caso aparte, logra, en ciertas escenas, captar el entorno milagroso de este relato basado en la historia de un hombre que no quiere morir sin antes conocer el verdadero amor.

El protagonista es un periodista apodado El Sabio (Emilio Echevarría) que el día antes de su nonagésimo cumpleaños se quiere regalar una noche de amor con una adolescente virgen. Para esto decide pedir ayuda a una vieja amiga  y dueña de un prostíbulo caribeño, Rosa Cabarcas (Geraldine Chaplin), quien se encarga de conseguir la joven virgen, hecho que parece completamente natural en el medio en que se mueve este hombre que nunca se casó y tuvo siempre relaciones con prostitutas.

La joven en mención, cuyo nombre nunca se da a conocer (Alejandra Barros) es apodada Delgadina por El Sabio. Se trata de una costurera con una madre enferma que necesita el dinero. El día del encuentro, termina durmiendo plácidamente bajo efectos de valeriana y bromuro. La ausencia de sexo insinúa la presencia del amor, un amor que va tomando un rumbo propio donde la sabiduría sucumbe ante su poderío.

A través de flashbacks se va develando la historia del Sabio:  la relación con su madre, a la cual admira por su belleza, su pasado como periodista, un  frustrado amago de matrimonio y su trato con las prostitutas, entre ellas Casilda (Ángela Molina) que ocupa lugar privilegiado. “El sexo es el consuelo cuando no alcanza el amor”, comenta.

La prostitución, que ha sido una fuente constante de inspiración entre los escritores latinoamericanos, es cuestionable bajo más de un punto de vista, y en este caso, que podría llegar a catalogarse como prostitución infantil, el debate sobre el lugar del arte puede llegar a ser muy álgido.
De hecho, la película tuvo muchas dificultades en salir debido a que desde 2009 fue sometida a ardua crítica por parte de activistas contra la pedofilia. García Márquez recibió incluso una demanda judicial que no siguió adelante.

Debido a esto se tuvo que filmar un tanto en secreto en las costas del Golfo de México, y hubo que cambiar a una joven actriz española Ana de Armas por Alejandra Barros que representaba más edad, según confirmó la productora Raquel Guajardo.

Podría decirse que lo más  rescatable de la cinta es la música, y sobre todo la parte visual bajo el lente de Alejandro Martínez, quien sabe apropiarse de la geografía  y la luz para proporcionar la ambientación correcta.

Opinión

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