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Milton, heredero de Ralphy Figueroa, posa en la esquina del Estadero La 100. Jesús Rico y cortesía
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El estadero La 100 quiere convertirse en un templo cultural

El histórico estadero busca revivir su legado sonoro por medio de una propuesta en el Portafolio de Estímulos del Mincultura • Asiduos visitantes recuerdan con nostalgia la casa de Ralphy 100.

Una colección de más de 3 mil vinilos que marcaron la historia y la ruta de la primera música antillana que llegó al país en los años 60 y 70 es el corazón del estadero La 100, creado por Rafael Figueroa hace más de 50 años. Hoy un grupo de amigos y familiares sueñan con convertir el lugar en un centro cultural, con hacer que vuelva a latir.

Cuando se inicia la noche, exactamente a las 9 en punto, Milton Figueroa, hijo del desaparecido Rafael, quien fuera popularmente conocido como ‘Ralphy 100’, se alista para cruzar la carrera 24, desde su casa, para abrir una pequeña entrada de su “tesoro mejor guardado: el Estadero La 100”.

En compañía de un par de amigos del barrio Montes, Milton prende el picó para calentarlo y esperar que llegue la media noche para abrir el negocio, el sitio más popular que existía de música latina en Barranquilla, como tradicionalmente lo hacía su padre.


Milton Figueroa muestra la colección de más de 4.000 acetatos que fueron de su padre. 

“Mi padre siempre abría después de 11. Yo sigo haciéndolo igual, porque es una manera de honrar su nombre”, cuenta Figueroa.

Hoy La 100 es un lugar lleno de recuerdos; las grandes fotografías que cuelgan de sus paredes lo cuentan. En una de ellas, Ralphy posa junto a Celia Cruz, en una visita de ‘La Guarachera’ a la ciudad. En otras imágenes se ve la transformación de la fachada del estadero, desde sus inicios hasta en la actualidad.

“Toda esta historia que guarda La 100 es la que queremos contar, para que este templo vuelva a vivir”, expresa Milton, mientras señala cada rincón del espacio.

Proyecto Cultural

César Urueta Figueroa, nieto del fallecido Ralphy 100, creó junto a miembros de su familia el proyecto ‘Centro Cultural La #100’ para reactivar con prácticas de vanguardia al estadero y convertirlo en espacio de convergencia cultural y patrimonial de la ciudad.

“El proyecto fue presentado este año ante el Portafolio de Estimulos del Ministerio de Cultura para convertir a La 100, nuevamente, en un punto de encuentro de melómanos, intelectuales y amantes del movimiento popular barranquillero, para disfrutar de varias disciplinas bajo el contexto de su historia”, afirma Figueroa.

Uno de los puntos del proyecto que fue destacado en la propuesta está relacionado con el archivo sonoro de La 100.

El melómano y reconocido hombre de radio Ley Martin,  aduce que Ralphy 100 era “una institución salsera en Barranquilla”.

“A la ciudad llegaban barcos de todas partes del mundo, y Ralphy tenía contacto con algunos marinos, que le traían discos exclusivos. Por eso los amantes de la salsa teníamos que bajar hasta La 100 para escuchar lo último de los artistas del género, antes de que sonaran en las emisoras”, cuenta con nostalgia Martin.

Por su parte el periodista Gilberto Marenco relata que Ralphy 100 siempre se apoyó en un personaje que llamaban ‘Picotín’, quien vivía en Nueva York y estaba relacionado con grandes disqueras como La Fania.

“Picotín le levantaba lo último en el mercado a Ralphy y es por eso que su estadero siempre estaba lleno, porque se escuchaban todo el tiempo los últimos temas del Gran Combo, Richie Ray & Bobby Cruz, Héctor Lavoe, Hermanos Lebron, entre otros”.

Ley Martin recuerda que a sus 13 años bajaba a pie desde su casa ubicada en el barrio El Lucero hasta la 29 con 24, donde queda La 100, solo por escuchar aquellos éxitos antillanos.

“La primera vez que escuché al Gran Combo de Puerto Rico fue en La 100. Yo era un pelao cuando eso y no me dejaban entrar, entonces me sentaba en el bordillo a escuchar todos los ‘batacazos’ que tiraba Ralphy en su tocadiscos”, cuenta Martin.

Punto cultural de antaño

Antes de presentar el actual proyecto que pretende convertir al estadero La 100 en un moderno centro cultural, ya este sitio se había consolidado, desde hace varias décadas, como el eje de reunión de varios intelectuales de la ciudad.

Así lo relata el periodista Sigifredo Eusse, quien afirma que en La 100 vivió “momentos bonitos, medio dramáticos pero, al fin y al cabo, intesamente vacilados”.


Imagen de uno de los primeros grupos de mujeres que visitó La 100. 

“Había un combo de profesionales que encontrábamos en La 100 más que un sitio para tomar trago. Lo veíamos como el lugar idóneo para compartir y hablar de literatura, de periodismo, de cine; además que la música era genial. Tenía una magia única”, expresa Eusse.

La periodista Lola Salcedo, quien hacía parte del combo de Eusse y Marenco, comenta que La 100 era como ‘la casa de todos’.

“Lo realmente mágico de La 100 era que podíamos, en un mismo sitio, disfrutar en total  calma, todo tipo de personas. No importaba la clase social o la raza, todos gozaban por igual”, dice Salcedo.

A propósito de esto, la periodista relata una anécdota “única”, como la define ella, que le ocurrió en La 100. “Una noche llegamos al estadero y un muchacho de otra mesa me sacó a bailar en varias ocasiones. La pasamos genial hasta el amanecer. Al llegar a mi casa, me encuentro con el teléfono dañado, entonces llamé a la empresa del servicio y me mandaron un técnico. Cuando abrí mi puerta me doy cuenta de que el técnico era mi experto bailarín, con quien había bailado toda la noche anterior en La 100. Fue fantástico darme cuenta de la diversidad que unía ese lugar”.

Junto a Lola Salcedo, había un grupo de mujeres que fueron incursionando en la vida nocturna del estadero de Ralphy Figueroa.

Gilberto Marenco dice que años atrás “las mujeres que iban a los estaderos de noche eran las dedicadas al oficio de la prostitución”. Sin embargo, él y sus amigos rompieron con ese paradigma y usaron sus influencias con ‘El gordito bonachón’ como llamaban a Ralphy 100.

“Un día llevamos a las ‘pelás’. Ralphy no lo vio con buenos ojos en ese momento, pero luego lo asimiló, tanto así que terminó construyendo un baño para ellas junto a un poste de luz que se encontraba en la esquina de La 100”, cuenta Marenco.

En memoria de Ralphy

Los miembros del proyecto ‘Centro Cultural La 100’ esperan que a finales de este mes, su anhelo por ver de nuevo vivo y restaurado este estadero sea una realidad. Así mismo, Ley Martin expresa que lo mejor que se puede hacer en nombre de ese ser ‘guerrero y vacilador’ que fue Ralphy 100 es proclamar su templo en una “Academia”, poniendo nuevamente a sonar su himno, El Swing, del Gran Combo de Puerto Rico.

“Y que todo el mundo baile y cante en honor a Ralphy: Yo no soy médico, ni abogado, ni tampoco ingeniero, pero tengo un swing...”

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