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El ingeniero agrónomo José Torres (al fondo) revisa los granos de café verde en la hacienda ‘La Milagrosa’, en la vereda Bellavista, en la jurisdicción de Santa Marta, en la Sierra Nevada. Jesús Rico
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El café orgánico se toma la Sierra

5.000 familias dependen de las 22.000 hectáreas de café que hay sembradas en el Magdalena. •Ciénaga es el cuarto municipio con mayor extensión de este cultivo en el país • Los cafetales desplazan al banano en la zona.

A simple vista las plantaciones de café no se ven.

El visitante tiene que concentrar su mirada para poder contemplar las plantas que crecen bajo la sombra de enormes árboles cubiertos de niebla en la Sierra Nevada.

A una hora y media de Santa Marta muchas cosas ya no son las mismas. En el municipio de Minca, a ochocientos metros de altura, el calor se transforma en ráfagas de frío templado y la vegetación se torna de un verde intenso que se entremezcla con  flores de colores. Sobre las laderas de la vía pueden verse arbustos de café salvaje cubriendo, cual maleza, los extremos del camino.

“Ese es un café viejo, pero que todavía da frutos de forma natural y hasta viene gente a cosecharlo”, dice Félix Díaz, habitante de la zona.

La Federación Nacional de Cafeteros afirma que las 22 mil hectáreas de café sembrado en el cinturón de la Sierra Nevada en el Magdalena   se han convertido en el segundo cultivo del departamento,  superado en primer lugar por la palma africana con 170.662 hectáreas sembradas, de acuerdo a Fedepalma.

En tercer lugar figura el banano con 15.617 hectáreas, según reporte de Asbanana. “El café de la Sierra hace parte de la categoría de los cultivos sostenibles y orgánicos. Por ello, el Magdalena es el departamento que más área tiene de café certificado como orgánico en el país”, afirma Édgar Ramírez, director del Comité de Cafeteros del Magdalena.

Solo Ciénaga produce el 56 por ciento del café del Departamento, siendo el cuarto municipio con mayor extensión cafetera de Colombia.

Mientras el banano mantuvo su extensión de área cultivada debido a las olas invernales de 2010, a partir de 2002 el café extendió sus plantaciones de 17 mil hectáreas a las 22 mil que posee hoy.

En la Costa Caribe hay plantaciones cafeteras en la Sierra Nevada -que comprende los departamentos de La Guajira, Cesar y Magdalena-, en la Serranía del Perijá, y al sur de Bolívar, en la Serranía de San Lucas.

“Lo que mucha gente ignora es que el Caribe también es café”, subraya Ramírez.

Una colonización distinta

La tradición del cultivo de café se remonta a finales del siglo XIX, cuando extranjeros fundaron grandes haciendas cafeteras, principalmente en el municipio de Santa Marta.

Apellidos norteamericanos, alemanes y rusos como Flye, Bowen, Weber y Sumbattoff comenzaron a resonar en este lugar. Todavía se encuentran en pie antiguas haciendas, algunas dedicadas al turismo.

Ramírez cuenta que la mano de obra en esa época era traída de Puerto Rico porque en Colombia, en aquel entonces, no había cultura cafetera.

En la Sierra, hoy por hoy viven familias de puertorriqueños que establecieron sus propias fincas.

En los años cincuenta los colonos que emigraron del interior del país y trabajaron como recolectores en las grandes plantaciones, construyeron fincas en los terrenos baldíos de la Sierra Nevada, especialmente en los municipios de Ciénaga (el principal productor, con más de 10.000 hectáreas sembradas), Aracataca y Fundación.

A finales del siglo XX, los indígenas de las etnias arhuaca, wiwa y kogui aceptaron culturalmente el cultivo y propiciaron la conformación de explotaciones cafeteras colectivas.

Dies años atrás, cuando diversos grupos armados se tomaron la zona tras el control del narcotráfico, gran parte de las fincas cafeteras fueron abandonadas.


Los árboles nativos de guamo santafereño les dan sombra a los cafetales. 

Tragadas por la selva, algunas de estas haciendas olvidadas todavía mantienen sus muros en pie en medio de la espesura del bosque. “Ya por aquí hay muy poco cultivo de coca y marihuana. Como ahora la marihuana la siembran en Estados Unidos,  aquí ese cultivo decayó”, asegura el caficultor Emilio Quintero.

Cultivo de altura

En la vereda Bellavista, a 1.400 metros sobre nivel del mar, en la jurisdicción de Santa Marta, está ubicada la hacienda La Milagrosa, que cuenta con 16 hectáreas, 6 de ellas dedicadas al cultivo del café.

Estas plantaciones crecen entre los 800 y 1.600 metros de altura, en lo que se ha denominado el cinturón cafetero de la Sierra.

La propiedad tiene un área de bosque que es necesaria para proteger los nacimientos de agua, potreros y la siembra de cultivos para el consumo doméstico.

En esta época del año pueden verse en las ramas de los cafetos las cerezas de café verde que despuntan en pequeñas flores blancas.

A esta altura ocurre un fenómeno climático, que en parte, hace que este café sea diferente.

En horas de la mañana, el calor del sol condensa el agua, que para el mediodía ha creado densas nubes que terminan precipitándose sobre los cafetales a medida que cae la tarde. “Por el fenómeno del niño hemos tenido un verano largo que ya está terminando, pero eso es bueno para el café porque este necesita un estrés hídrico de sequía para que ahora pueda florecer”, explica el ingeniero agrónomo José Torres, extensionista de la Federación Nacional de Cafeteros.

Cuando comienza a llover hay floración. De la flor blanca a la cosecha transcurren 8 meses o 32 semanas para que el fruto se torne rojo color cereza.

La cosecha se da a comienzos de octubre, noviembre o diciembre. A veces el tiempo de recolección se extiende de acuerdo a las condiciones climáticas en un periodo concentrado. “Hay zonas del centro que producen café todo el año. En el interior hay cosechas como la traviesa o mitaca. En la Sierra solo hay una y eso también hace especial su café”, resalta Torres.

Durante la cosecha se requiere una mano de obra de más 10 mil personas, que siempre escasea en esta época, para recolectar las cerezas del café que es cuando “comienza el trajín duro”,  según el agrónomo.

Actualmente, más de 5000 familias dependen de la producción sostenible de 22.600 hectáreas de café -cifra registrada el año pasado- que producen un perfil de taza diferenciado por su aroma pronunciado y acidez media.

En la Sierra se dan diversas variedades de café como caturra, típica y tabi, pero que no son resistentes a las plagas y no producen un amplio número de granos.

El Comité Cafetero del Magdalena está en el proceso de renovación de cafetales desde 2010 con una semilla resistente a la roya denominada variedad Castillo, que creó la Asociación Nacional de Cafeteros a través del Centro Nacional de Investigaciones de Café, Cenicafé.

Café orgánico protegido

El Comité Cafetero del Magdalena presentó ante la Superintendencia de Industria y Comercio un proyecto para que al café de la Sierra Nevada le otorguen la denominación de Origen Protegida. Una investigación de Cenicafé ,que comenzó en 2008, demostró que las condiciones de sabor de la taza en esta área del país se mantenían en el tiempo. “Con ello vamos a poder decirle al comprador que este café es diferente”, explica el director del comité cafetero del departamento. Este estudio comprobó que el café del Magdalena tiene un alto aroma, alto cuerpo (sabor que perdura en el paladar), una acidez de mediana a baja, y notas a chocolate y nuez. “Es un café mágico. Lo estamos demostrando con las pruebas”, destaca Ramírez.

En las diferentes muestras se encontraron trazos pronunciados de teobromina, sustancia presente en el cultivo del cacao y  que le da las notas achocolatadas al café de la Sierra.

Esta denominación de Origen Protegida le permitirá al caficultor la oportunidad de salvaguardar su producto de las falsificaciones. “Hemos encontrado en tiendas muy lujosas de Cartagena y del exterior falsos cafés que se venden como café orgánico de la Sierra Nevada, y es una mentira”, advierte Ramírez.

El café de la Sierra, además de crecer al borde de abismos cubiertos de niebla, necesita de la sombra de árboles nativos como el nogal cafetero y el guamo santafereño. “Por eso somos los mayores productores de café orgánico en Colombia, porque todas las plantaciones tienen que tener sombra, lo que protege el delicado ecosistema de la Sierra”, cuenta Torres.

Condiciones como el clima, la temperatura, la humedad relativa y la zona boscosa, son las que precisamente permitieron que el año pasado fueran certificadas como orgánicas 3.321 hectáreas en el Magdalena y que, de igual forma, los perfiles de taza que se obtienen en esta región sean únicos en el mundo y apetecidos por compradores de Japón, Corea, Estados Unidos y Alemania. 

Taza certificada

Para la ingeniera agrónoma Isabel Ruiz, experta en cafés especiales de la Sierra Nevada, el mercado ha ido cambiando.

“Hace 10 años el cliente compraba por las certificaciones y no tenía en cuenta el perfil de taza. En este momento las certificaciones van quedando atrás y el cliente está comprando por el sabor de la taza”, agrega.

El café que se produce en el Magdalena ha logrado obtener certificaciones de empresas alemanas y europeas con sede en Colombia, que se encargan de evaluar las condiciones en las que nace el producto. Organizaciones como la Agencia de Cooperación Industrial de Alemania, que entrega la certificación de sostenibilidad 4C, regulan que los tipos de fertilizantes estén libres de químicos sintéticos y toman muestras de los granos para que no contengan agroquímicos como herbicidas o fungicidas. Además, analizan si el manejo que se le da a la finca es sostenible.  “Estamos encaminados a desarrollar un mejor café en el perfil de taza”, concluye Ruiz.

Otras certificaciones

En 2014 fueron certificadas en la Sierra Nevada 2.595 hectáreas con licencia 4C de sostenibilidad, 397 hectáreas certificadas con ‘Rainforest’ o regulación de sombrío, y 3.112 hectáreas certificadas como Flo (comercio justo).  “El comprador dice ‘quiero comprar un café que tenga el sello de comercio justo’ y pagan una prima social por ese café y velan porque esa prima mejore el nivel de vida de los cafeteros”, explica Ruiz. El Magdalena es el único departamento en el país en obtener la doble certificación orgánica y orgánico Flo.

Este año el Comité de Cafeteros del Magdalena pudo hacer la primera negociación por microlotes, que son pequeños volúmenes de café que tienen unas características excepcionales en la taza, y por la cual el cliente está dispuesto a pagar un valor adicional. “Vino el representante de la firma Green Organic, de Estados Unidos, que tiene 30 años en temas orgánicos, y le gustó el perfil de taza y compró un microlote de 5.000 kilos de café con este valor agregado que va directamente al productor”, recuerda Ruiz.

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