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José Angulo, Kevin Cogollo, Jorge Salazar y David Orozco, junto a Alyssa Carson, quien se prepara para la futura misión tripulada a Marte. Foto tomada el 4 de diciembre de 2014 durante la Misión Orión.
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‘Apolinautas’, predicadores costeños de la astronomía

En el barrio Los Robles, un grupo de jóvenes conforma uno de los 50 equipos de divulgación científica en esta área que hay en el país.

Bajo el planetario móvil, una proyección del cielo nocturno muestra la constelación de Orión. Jorge Salazar cuenta la historia mitológica del personaje griego que describe como ‘‘el man más ‘bollón’ y soberbio  del mundo’’ al que los dioses castigaron con la letal  picadura de un escorpión. A la mención del animal se despierta un rumor: “¡Como el ‘Scorpion’, el picó de música champeta”, dicen algunos estudiantes y así asimilan “la coletera científica” que utiliza la Fundación Grupo Apolo para difundir saberes de astronomía.

El Grupo Apolo nació en el corazón del barrio Los Robles, de Soledad, cuando Jorge Salazar, hoy de 30 años y actual director de la fundación, era un niño de 12 que compartía con varios amigos el interés por los misterios del cielo, las estrellas, constelaciones y el universo de la astronomía.

‘‘Una noche fuimos a ver la lluvia de estrellas fugaces de las Leónidas y, por primera vez, no vimos ni una, ni dos, ni tres, vimos 117 estrellas’’, cuenta el director de los ‘apolinautas’, a quien la fascinación astronómica se convirtió en el proyecto de vida propio y  de otros 8 profesionales que integran la fundación, que ostenta el nombre de la famosa misión espacial.

Contexto global

En sus políticas, la Unión Astronómica Internacional designa a los centros universitarios como los principales focos de investigación. También define a los planetarios u observatorios como divulgadores de ciencia a partir de programas integrales. Por otra parte, contempla en sus lineamientos a los grupos de difusión y aproximación a la ciencia, como el proyecto de la Fundación grupo Apolo. 

Cotidianidad y ciencia

‘¿Alguien sabe por qué  Marte es rojo?’’, pregunta Haider Utria, ingeniero mecánico y coordinador académico de la fundación, a un grupo de niños del colegio Tercer Milenio, de Corozal, Sucre. Los estudiantes observan el cuerpo celeste proyectado sobre el telón oscuro y él inicia la narración de una anécdota personal.

‘‘Cuando era un pelaito, así como ustedes, tenía una bicicleta que dejé en la calle. Se mojó con agua lluvia, la calentó un solazo, pasó el tiempo y cuando fui a manejarla se me había oxidado toda.  Eso solo servía pa’ chatarra’’, cuenta Haider a los  pequeños y seguido les explica que lo mismo que ocurrió con la bicicleta le pasó a Marte: el hierro en contacto con el oxígeno genera oxidación, por eso ese planeta es rojo.

Autogestión

La fundación se mantiene en ‘órbita’ a través del apoyo de empresas privadas y la autogestión por medio de crowdfunding o estrategias de financiación masiva, donde internet se convierte en una vitrina para el proyecto. Esta estrategia apunta a gestionar fondos económicos internacionales. David Orozco, miembro del grupo, afirma que estas dos fuentes les permiten manejar la tarifa más baja de planetario móvil en el país. Por ello, el domo de proyección astronómica recorre ciudades y pueblos.

Grupo Apolo y la Nasa

El primer acercamiento con la Nasa fue en 2005, cuando aún en el colegio los inquietos jóvenes aplicaron a un proyecto internacional. Su misión era realizar mediciones atmosféricas desde la tierra que serían comparadas con las lecturas de los satélites Terra y Aqua,  destinados a estudiar el calentamiento global.

Desde las calles de Los Robles, bajo el cielo barranquillero, el grupo de niños realiza la tarea  con tan buenos resultados que obtuvo el tercer lugar entre los mejores  que participaron del experimento, así lo recuerda Jorge Salazar.

‘‘Éramos unos pelaitos que jugábamos fútbol a pie pelao y luego nos parchábamos a estudiar astronomía’’, dice el comunicador social.

Desde entonces, el contacto con la Nasa ha sido recurrente. En 2007, Yuranni Castro, con 16 años,  fue la única estudiante latinoamericana que vivió la experiencia de un entrenamiento de astronauta. El grupo estuvo presente como invitado especial al despegue de la Misión Juno en 2011 y la Misión Orión en 2014. Actualmente es uno de  los 50 grupos que integran la Red de Astronomía de Colombia. 

Divulgación

En Barranquilla, además de las iniciativas de difusión que llevan los ‘apolinautas’ a colegios y zonas apartadas, son 15 las instituciones educativas que manejan programas de astronomía vinculados con el Planetario de Combarranquilla. Para Orlando Méndez, director de la entidad, otro de los aspectos importantes en materia de ciencia es la apropiación del conocimiento conectado con las comunidades. ‘‘Lo importante es generar procesos de impacto, integrado con las comunidades’’, dice Méndez.

‘‘La ciencia no tiene que ser aburrida’’, dice Salazar, mientras  explica que el brillo de las estrellas disminuye con el cuadrado de la distancia al centro donde se origina; así lo señala la Ley cuadrática inversa. ‘‘Pero... ¿Cómo le vamos a decir eso al vecino?, en lenguaje ‘apolinauta’ sería: hey loco, entre más lejos esté una estrella, menos brillante es. Así, tal cual”, concluye con desparpajo.

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