Ángeles, Judas y Pilatos desnudos regresan a sus moradas
Crónica del día después de las procesiones en Mompox. Familias del municipio los custodian durante todo el año.
Un ángel sin ropas atraviesa la calle Real del Medio, montado en una carretilla de venta de casabes y quesos de capa, con sus alas erizadas y señalando su dedo al cielo, como si tuviera ganas de volar.
Va rumbo a su nueva morada, la Casa de la Cultura. No volverá a ver la luz del mundo durante 365 días, cuando lo vistan otra vez con ropas nuevas de ángel inmaculado para salir en la procesión de la Pasión y Muerte de Cristo, como lo hizo el pasado Jueves Santo.
Al ángel lo desvistieron con afanes, pero en riguroso respeto, cuando estaba montado en la base del paso que reposaba en la nave central de la Basílica del Santísimo Cristo Milagroso de Mompox.
Hubo que dejarlo en paños menores y sacarlo a las volandas del templo porque el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, llegaba en la tarde y había que preparar el Santo Sepulcro para la procesión de las seis, de ese Viernes Santo.
Por eso los hombres encargados trabajaron presurosos, pero con sumo cuidado de no hacerle daño. Al fin y al cabo es uno de los protagonistas de la ferviente Semana Santa de la villa de Santa Cruz de Mompox.
Así como al ángel, que lo dejaron en cueros, le pasó a Judas Iscariote; a Poncio Pilato; y demás protagonistas de los 14 pasos que marcharon en procesión por las calles de la villa, que es Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, declarado por la Unesco.
Al único que no desvistieron de pies a cabezas como a los otros fue al Nazareno, al Jesús que cargó la cruz.
Solo lo libraron, por piedad, tal vez, de la corona de espinas y de la pesada cruz de madera, como para que descansara del sufrimiento de las ocho horas que tuvo que aguantar en brazos de nazarenos lentos y ceremoniosos, por las calles de la ciudad vieja, en el desenlace de la procesión del jueves, una de las más concurridas.
Por la majestuosidad, respeto, veneración y don para hacer milagros que le atribuyen las mayorías del pueblo, el Nazareno fue tratado de una manera diferente.
Le despegaron los pies de la madera del paso y fue alzado en vilo hasta una camioneta cuatro por cuatro, casi nueva, por un puñado de ‘marañeros’ de Semana Santa, que destilaban ron de caña por todos los poros, como si sus corazones les estuvieran bombeando alcohol al cuerpo entero.
Viajó el Nazareno, cómodo, con su túnica morada puesta, hasta inmediaciones de la iglesia San Juan de Dios. Antes de que le abrieran la puerta para ingresarlo al templo, esta imagen del Hijo de Dios a punto de morir en la cruz, fue fotografiado como un Jesucristo superestrella por vecinos y transeúntes.
Otros, con los ojos aguados, se le acercaban y le hablaban como un hijo a su padre, tal vez rogándole perdón o confesándoles penas. Lo sobaban. Lo abrazaban, como también ocurrió en la Basílica, una vez lo bajaron del paso.
El Nazareno, en el vagón de la camioneta, se dio un baño de sol de 9 de la mañana. Le quedaban otras procesiones, entre ellas la de su regreso a su templo de ‘origen’, por lo que aún era merecedor de cuidados especiales.
Los otros personajes regresaron a las casa de familias que los custodian, donde son sometidos a labores de conservación, porque la gente devota sabe que, como en los Carnavales de Barranquilla, el día que se realiza el último acto o procesión de la Semana Santa, comienzan de inmediato los preparativos de la del próximo año.
SANTA CRUZ DE MOMPOX.
