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Las parrandas vallenatas de hoy se realizan de manera planificada en amplias haciendas en las afueras de Valledupar. Josefina Villarreal
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Parranda vallenata, una tradición que se enfrenta a los retos de la modernidad

Así ha evolucionado la fiesta fuera de la plaza donde se realizan las competencias. Empezaron bajo la sombra de árboles frondosos; continuaron en los zaguanes de las casas y ahora en haciendas con tarimas elaboradas para cada ocasión.

Cuando algunos cañahuates empiezan a florecer con las últimas lluvias que trae abril, el Valle se empieza a llenar de gente con la llegada del Festival Vallenato.

En este tiempo de reencuentros, las familias se han preparado para recibir al visitante al calor de las parrandas vallenatas. En los zaguanes de las casas se viven los regresos, los abrazos con los familiares y amigos que viajan a Valledupar para la época del certamen musical.

La Villa de los Santos Reyes cobra vida con una inusitada alegría que puede provenir de cualquier rincón sencillo, donde tres músicos bajo un árbol frondoso, al son de la guacharaca, la caja y el acordeón son el centro de atención de la reunión.

“Una parranda vallenata tiene una conjugación de todo y es un estilo de vida porque compagina los sentimientos y la parte oral con la narración de historias”, afirma Rodolfo Molina, presidente del Festival de la Leyenda Vallenata.

El historiador Tomás Darío Gutiérrez escribió en su libro Cultura Vallenata, origen, teoría y pruebas que “la noción correcta y reglamentaria” de parranda vallenata se ajusta específicamente al caso de un numeroso grupo de amigos, sobre todo hombres, pero que no excluye a la mujer, reunidos por lo general bajo la sombra de un frondoso árbol en el patio de una casa, o en ocasiones en el interior de la misma, cuando llena ciertas condiciones de espacio para divertirse al ritmo de la música típica, intercalada con otras joyas del folclor como chistes, anécdotas, relatos, etc.”.

Radiografía de un parrandero. Las primeras parrandas nacieron como reuniones de amigos en el siglo XVIII, cuando el vallenato apenas nacía y la música se tocaba con guitarra. Los privilegiados que hacen parte de estos momentos dedicados al goce colectivo saben que la parranda tiene un estricto código de etiqueta que ha sido descrito por el historiador Gutiérrez Hinojosa.

Por ejemplo, este autor dice que en una parranda se reciben con abrazos fuertes a los amigos, no se le puede dar la espalda a nadie y no se baila por ningún motivo, aunque sienta que la música le invada el espíritu o se esté enamorando con coqueteos a una mujer.

Es una grave afrenta que se hable mientras el acordeonista ejecuta sus notas. Es una ceremonia donde los máximos honores se le rinden al acordeonista, al guacharaquero y al cajero, al escucharlos con absoluta reverencia.

Otros aseguran que solo si es miembro de la familia que organiza la parranda se puede llevar algún aporte como el trago o comida. De lo contrario está mal visto. “Eso es de mal gusto llevar algo a la parranda. Aquí no se reciben los regalos porque la familia que invita es la que gasta”, advierte Sandra Daza, matrona de parrandas en Valledupar.

Todo buen parrandero sabe que existe este código casi secreto para esta clase de reuniones, que se puede transgredir por descuido u olvido, pero siempre habrá otro parrandero que se acerque al parrandero rebelde y le toque el hombro para recordarle el código.

En la actualidad a este personaje fiestero se le reconoce por llevar gafas oscuras para ocultar los estragos de la parranda del día anterior. Suele seguir de largo en la fiesta hasta ver la aurora. Se levanta tarde y en vez de desayunar termina almorzando. Lleva sombrero para el sol y usa un poncho para secar el sudor, pero siempre estará impecablemente vestido y llevará en el vehículo en el que se transporte colonia y varias camisas que se cambiará a medida que transcurra el día.

Old Parr y los cachacos. “La parranda vallenata tiene unas características que son únicas. Tiene que ser debajo de un palo frondoso, que dé sombra, en la que se reparta whisky Old Parr, que es como el jugo vallenato por excelencia, y no se puede bailar”, explica el expresidente de Colombia Ernesto Samper, un admirador de esta expresión cultural, en diálogo con este medio, durante una parranda en el Festival Vallenato.

“Uno sabe exactamente cuando un cachaco se coló a una parranda vallenata porque dice: “vámonos para otra parte porque esto es muy aburrido, ala”. O el que pide que le den vodka o cualquier otro trago que no sea Old Parr, o el que dice vamos a echarnos una bailadita. Bailar en una parranda es como poner música salsa en un entierro, es un sacrilegio, una herejía”, cuenta Samper.

Tocando las palmas. Tarin Escalona, la hija del maestro Rafael Escalona recuerda que las parrandas que vivió su padre eran muy íntimas y de unos cuantos amigos. “La parranda siempre se hacía alrededor de un árbol con muchas ramas, podía ser de mango o de matarratón. Había  un conjunto típico de caja, guacharaca y acordeón bajo la sombra y todo el mundo tocaba las palmas”.

El cantante Peter Manjarrés reconoce, que aunque en este momento existen muchas parrandas en Valledupar, solo hay una sola de estas expresiones, a la que él llama “la original”.

“La parranda verdadera no suma más de 20 personas reunidas, sentadas en taburetes bajo un árbol frondoso. Como lo dijo Emiliano Zuleta, si son más de 20 personas ya es un concierto. Esa es la original”, describe y explica en su visión de artista cómo es esta celebración.

“La gente tiene que hacer silencio para escuchar el verdadero vallenato, al cantante, al compositor, al rey, al acordeón. Son momentos mágicos aquí en Valledupar. No es lo mismo una parranda vallenata aquí que en otra ciudad u otro país, sin demeritar a otras reuniones, porque la esencia de la parranda se vive en la Costa y sus territorios vallenatos”.

Lagartos y otras especies. Según los asistentes a las parrandas vallenatas nunca faltarán personajes como el colado o el metido al que siempre detienen en la puerta de la casa porque no está en la lista de invitados y que llama a todos sus contactos para estar dentro del festejo. También está el sapo que llega puntual a la fiesta, que parece estar en todas partes y que nadie sabe de dónde salió, y el popular cuenta chistes.

“En una parranda no solamente se tocan canciones para que la gente las goce,  también hay invitados que cuentan chistes y anécdotas que entretienen al público”, dice Gustavo Osorio, rey vallenato 2014.

La política. Tampoco faltará el lagarto que va detrás del desfile de los políticos para pedir un favor o por lo general un puesto.

Desde los tiempos de Alfonso López Michelsen venir al festival en Valledupar es una cita obligada para los personajes de la política nacional. Al calor de la parranda se han celebrado decisiones trascendentales para el país, como nombramientos, adjudicación de contratos y presentación de candidatos que optarán a las esferas del poder. “Es sabido que es en el Valle donde se eligen los principales cargos del poder público”, aseguró un político local que no quiso revelar su identidad.

Gastronomía de la parranda. Son indescriptibles los olores que salen de la cocina y despensa de la finca, hacienda o casa familiar donde se desarrolle una parranda. “La comida que se sirva será definitiva para que la parranda tenga éxito o no”, dice Sandra Daza. El sancocho será el plato por excelencia que puede ser trifásico, de costilla o mondongo. El banquete debe ser exagerado, pero siempre variado, y la matrona anfitriona de la casa será un ser silencioso que siempre se anticipa a las necesidades de sus invitados. El desfile de platos comienza con picadas y pequeños bocados ligeros, para aquellos que se tienen que despedir rápido e irse a otra parranda, pero el plato fuerte debe ser contundente y con un variado menú que responda a los gustos de todos los invitados. “Habrá carne, pollo, gallina guisada, carne molida, chicharrón, chivo, friche y como complemento se puede ofrecer plátano, yuca, bollo y arroz”, explica Daza. La tarde finaliza con dulces típicos de la región que se disponen en una mesa especial para los invitados. “La idea es que todo el mundo se vaya con la barriga llena y el corazón contento, seguramente a seguir para otra parranda”, remata Daza.

En tiempo de parranda. Para el maestro Poncho Zuleta, quien ha vivido de parranda en parranda, esta expresión solo puede ser comprendida por quienes gozan el festejo en carne propia. “En una parranda se detiene el tiempo y el espacio, es como si el exterior no existiera. Eso es muy emocionante. Regocija mucho ver lo que produce el folclor y la música que interpretamos”.

El amor es otro de los sentimientos que se puede encontrar al final de una parranda, como dice Peter Manjarrés. “Yo nací aquí en Valledupar y las parrandas se hacían en el patio de la casa, con el sancocho, cantándoles a las mujeres, porque antes el hombre enamoraba a las mujeres con canciones en las parrandas y ahora no, ahora es puro WhatsApp”, agrega entre risas.

Sin embargo, a pesar de la preservación de la parranda a través del tiempo, algunas voces, como la de Tarin Escalona, afirman que esta tradición está en peligro. “Antes la parranda era un momento íntimo de la familia, ahora montan al grupo en una tarima y ponen luces. Esa esencia de la parranda original se está perdiendo”, concluyó.

Alfonso López, acompañado por César Gaviria, en parranda con Israel Romero.

Las parrandas actuales se hacen bajo carpa, con pantallas, tarimas y luces multicolores.

Personajes de la vida política siguen asistiendo todos los años al Festival. El expresidente Ernesto Samper Pizano, en la foto, en una parranda con Peter Manjarrés. 

La parranda moderna

En época de festival varias haciendas rentan sus espacios para celebrar parrandas privadas y convierten estos lugares, por sus decoraciones, en paraísos del lujo y  sofisticación. El empresario Giovanni Lanzoni lidera en la finca ‘La Isla’ las más innovadoras parrandas. “Cada año la parranda cambia y es distinta. La base de una buena parranda son los amigos y los músicos”. En ‘La Isla’ la parranda se celebra bajo una enorme carpa —para más de 500 invitados— de la que cuelgan candelabros y ventiladores dorados. Se degusta una gastronomía de vanguardia y los músicos se presentan en una tarima bajo luces multicolores. “Estoy tratando de enamorar a la gente con eventos corporativos, pero que a la vez oiga la lírica, que es lo bello de la música vallenata, oír sus letras, la poesía de los juglares”, puntualiza Lanzoni.

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