"Este es el chorro en Santa Anita, el más fuerte que sale del río Cauca hacia la ciénaga de Ayapel.

Mientras las autoridades controlan los caudales de los ríos Sinú y San Jorge, para proteger a Córdoba de un devastador invierno, Ayapel paga como la peor de las cenicientas el hecho de estar ubicado a la orilla de la ciénaga que lleva el nombre del municipio y que es alimentada por tres chorros que salen disparados por los boquetes del río Cauca, que nace precisamente en Antioquia y que alimenta a la región de La Mojana, compartida por Sucre y Bolívar.
El 80 % de la creciente que proviene de tierras paisas por los chorros Santa Anita, Seheve y Nuevo Mundo, llega a la ciénaga de Ayapel, que rebosa porque agota toda su capacidad de almacenamiento y tapona las casas de más de 20 poblaciones, lo que es el 80 % de la zona rural.

Allí, a 141 kilómetros de Montería, hay corregimientos y veredas que desde hace cerca de dos años nunca más han vuelto a tener verano y por el contrario, se convierten en pequeñas Venecias, porque las motos y carros han sido cambiados por canoas y chalupas.

El alcalde de la localidad, Fabio Paternina, además de pedir encarecidamente al Gobierno nacional que asista a su municipio, dijo que toda el área productiva de la jurisdicción está inundada desde hace 23 meses.

Algunos campesinos – como buenos conocedores de la región – advierten que son más de 150 mil hectáreas las anegadas, que antes se utilizaban para cultivos y para ganadería extensiva, la principal fuente de sustento que tenían los habitantes de la zona rural.

Los afectados desde hace 23 meses son los corregimientos de Cecilia, Totumo, Sincelejito, Tiesto, Seheve, Playa Blanca y todas sus veredas, que son más de 50.

El más reciente censo oficial da cuentas de 5.300 familias afectadas por el rebosamiento de la Ciénaga en Ayapel, lo que se traduce en unas 26.500 personas aproximadamente, que han mal vendido sus pequeños hatos y animales de corral. El 28 de este mes se iniciará un nuevo censo y el alcalde Paternina teme que el número de damnificados aumente.

“Es mucho el tiempo que ha tardado la emergencia, le suplico al Gobierno nacional que nos ayude, es un problema que desafortunadamente no podemos solucionar nosotros solos. Le imploro al Gobierno que se acuerde del gran problema que tiene La Mojana, especialmente Ayapel”, dijo el mandatario.

La mayoría de las 5.300 familias se han adaptado a seguir viviendo en tambos, sobre los techos y rodeados de agua. Los niños están asistiendo a las reubicadas escuelas en chalupas con motores fuera de borda, que hasta el año pasado contrataron la gobernación de Córdoba, Unicef y la alcaldía.

Sin embargo, este año ha sido el municipio el único comprometido con la causa de prevenir la deserción escolar por consecuencia del invierno.

Contadas personas que salieron de la inundación están en un albergue en el perímetro urbano de Ayapel y las epidemias no desaparecen principalmente de la población infantil. Un hospital pequeño de primer nivel, con poca dotación y averiado por el Fenómeno de La Niña, es el único centro de salud que sirve para atender las consecuencias en medio de la emergencia.

El Director de la Defensa Civil en Ayapel, Alerbar Oviedo, recuerda con claridad que el 18 de julio de 2010 en horas de la madrugada el río Cauca Abrió un boquete en el sitio conocido como Santa Anita.

Advierte que desde ese entonces en Ayapel no ha habido una noticia alentadora y por el contrario el drama campesino aumenta con cada aguacero.

“Aunque sea con dificultades hemos contado con el apoyo de los gobiernos locales, por lo regular no hay plata disponible, entendiendo que el municipio está en Ley 550”, precisó el vocero de los socorristas.

Desde la secretaría de Gobierno local se despachan vales que autorizan la entrega de costales que están en bodega en la biblioteca pública ubicada en la avenida Bolívar.

El titular de esa dependencia, Edwin Niebles, advierte que aunque ya conoce el daño que causa la creciente cada año, se han tomado las medidas preventivas para que la emergencia no sea más catastrófica.

Por Eduardo García


 

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