El Heraldo
El general Rubén Darío Alzate, izquierda, durante una ceremonia militar en Bogotá.
Política

La Ley del ‘Montes’: Secuestro del general Alzate: nadie gana, todos pierden

De producirse con éxito la liberación de quienes están en poder de las Farc, nadie podrá cobrar el ‘triunfo’ de su regreso a casa sanos y salvos.

Los secuestros del general del Ejército Rubén Darío Alzate Mora, la abogada Gloria Urrego y los soldados Paulo César Rivera Tapela y Jonathan Andrés Díaz tienen en vilo la suerte de la negociación entre el Gobierno y las Farc que se desarrolla en La Habana.

Aunque el presidente Juan Manuel Santos anunció que el “procedimiento para la liberación está en marcha” y que ya tiene las coordenadas, al cierre de este análisis esta aún no se ha producido y todo parece indicar que podría demorarse varios días. Ello aumenta la incertidumbre no solo sobre la suerte de los secuestrados, sino de las propias conversaciones. “Si no se producen las liberaciones, no se reanudarán los diálogos” afirmó Santos la semana pasada, una vez tuvo conocimiento del secuestro del general Alzate.

El optimismo de Santos sobre el desenlace que tendrá el lamentable episodio contrasta con las afirmaciones de alias Jesús Santrich –uno de los voceros de las Farc en Cuba– quien sostuvo que “mientras haya operativos militares en la zona, la liberación se dificulta bastante”. “El tiempo de la demora –dijo Santrich– no depende de nosotros. Si no hay obstrucciones por parte del Ejército, creo que todo debe marchar con celeridad”.

Los delegados de Noruega y Cuba –países garantes de la liberación– también declararon que las partes llegaron con prontitud a un acuerdo que permita el regreso del general Alzate, su asesora jurídica y los soldados Rivera y Díaz. Los dos primeros fueron secuestrados en zona selvática muy cerca de Quibdó, Chocó, y los segundos, cayeron en poder de las Farc, luego de enfrentamientos en Arauca. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), está al frente de las operaciones que les permita a los secuestrados recuperar su libertad.

Desde que se iniciaron las negociaciones entre el Gobierno y las Farc en La Habana, hace más de dos años, es la primera vez que el Gobierno decide de forma unilateral suspenderlas y condicionar su reanudación a la liberación de los secuestrados. Pese a que las partes acordaron “negociar en medio del conflicto”, con los riesgos que ello implica, el secuestro de un general de la República –comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta en el Chocó– desbordó la paciencia de Santos, quien prefirió suspender los diálogos antes de ver cómo su favorabilidad se desploma en las encuestas. De hecho, en las más recientes está por debajo del 50 por ciento de aprobación.

¿Qué llevó al general Alzate a “meterse a la cueva del lobo”, como lo definiera Enrique Santos Calderón –hermano del Presidente de la República– y hombre clave para que el Gobierno se sentara de nuevo con las Farc, después del fracaso de los diálogos del Caguán en tiempos de Andrés Pastrana? El único que sabe por qué puso en peligro no solo su vida y la de sus acompañantes, sino la suerte misma de la negociación, es el general Alzate, quien –una vez en libertad– deberá dar explicaciones convincentes sobre su temeraria decisión.

Cuesta creer –eso sí– que en una institución piramidal, como el Ejército Nacional, un alto mando tome una decisión sin consultar con sus superiores inmediatos, mucho más tratándose de un comandante de una Fuerza de Tarea Conjunta que opera en una zona de influencia guerrillera. Carece de lógica que todo un general de la República decida sin motivación aparente desplazarse varios kilómetros por el río Atrato, en bermudas, sin escoltas y solo en compañía de su asesora jurídica, para llegar hasta un caserío a hablar con la comunidad. ¿Por qué lo hizo? O mejor aún: ¿Quién le dio la orden y cuáles fueron las razones que tuvo para obedecerla?

Aunque es de esperar que el episodio del secuestro del general Alzate, sus acompañantes y los soldados de Arauca, llegue a feliz término y todos ellos se vuelvan a encontrar con sus familias, es evidente que –cuando se cierre el capítulo, que ojalá sea pronto– nadie puede declararse ganador: todos son perdedores. No hay ninguna posibilidad de que alguien pueda cobrar el “triunfo” del regreso a casa de los secuestrados. Ni siquiera el proceso de paz sale fortalecido, como afirman algunos amigos del Gobierno y de la negociación.

Presidente Santos: chiviado y desbordado por los hechos

Amigos cercanos al Ministerio de Defensa con quienes hablé, me contaron que al presidente Santos lo que más lo alteró fue el hecho de que el expresidente Álvaro Uribe Vélez fuera quien le contara al país del secuestro del general Alzate en las selvas del Chocó. “Santos sigue muy molesto con las filtraciones que se producen desde las brigadas y los batallones y que terminan en los oídos de Uribe, quien las capitaliza políticamente”, me dijo la fuente. El desconcierto llevó a Santos a pedir cuentas al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y a los altos mandos militares, vía Twitter y con la cabeza caliente.

Ello lo mostró como un mandatario desbordado por la situación y –peor– sin control sobre lo que pasa en las tropas. Ante los hechos, Santos no tuvo opción distinta a la de suspender los diálogos, hasta que se produzca la liberación. Mantenerlos era exponerse a desplomarse en las encuestas, pues la opinión pública no le perdonaría seguir “agachando la cabeza” ante las acciones de las Farc, entre ellas el secuestro del general, los soldados y el asesinato de los indígenas nasa del Cauca. Santos pierde, además, porque el secuestro del general Alzate desvirtuó su tesis de que el “huevito de la seguridad” se mantiene y que todo el territorio nacional está bajo el control de las Fuerzas Militares.

Las Farc: cinismo y estupidez sin límites

En tiempos de guerra, que las Farc secuestren a un general del Ejército podría considerarse el más grande golpe asestado al enemigo. En tiempos de diálogos de paz, ese hecho es una estupidez del tamaño de una catedral. Contrario a lo que piensan los cínicos jefes guerrilleros en La Habana y también varios dirigentes políticos nacionales, un gesto de paz no consiste en “liberar a los secuestrados”, sino en no haberlos secuestrado. Las Farc siguen utilizando el secuestro como si fuera un arma de guerra a la que le pueden sacar réditos políticos o económicos. De hecho, a raíz del secuestro del general Alzate se supo que –desde que se iniciaron las conversaciones– las Farc han secuestrado a más de veinte personas en el país.

¿Cómo explican los voceros de las Farc esa conducta? Pero también quedó por el piso la tesis de la supuesta “unidad de mando” de las Farc, puesto que varias horas después de los hechos, ni siquiera el propio ‘Timochenko’ sabía si los secuestrados en el Chocó estaban en poder de uno de los frentes bajo su mando. Si Timochenko y los delegados en La Habana no mandan en las Farc, ¿entonces qué sentido tiene negociar con ellos?

Ejército Nacional: ¿los generales en su laberinto?

Si un general de la República, graduado con honores en prestigiosas academias militares de los Estados Unidos, condecorado en múltiples ocasiones por su arrojo y valentía, y reconocido como un oficial brillante por sus superiores, cae mansamente en poder de sus enemigos, qué podemos esperar los colombianos de quienes no tienen ni los cursos, ni las condecoraciones, ni los honores del general Alzate.

En términos militares se trata de una humillación sin precedentes y en términos políticos significa poner al Gobierno en posiciones de debilidad justo en momentos en que debe mostrarse más fuerte en la mesa de negociaciones. Santos sabe que si bien es cierto que las únicas responsables del secuestro del General y las demás personas son las Farc, será él quien terminará pagando las consecuencias de cualquier cosa que les llegue a pasar. El general Alzate deberá explicar –una vez liberado– su inexplicable comportamiento. Los generales navegan hoy por un laberinto en el que no están convencidos de que la salida sea la que les muestra Santos, pero tampoco consideran que sea Uribe el que les esté mostrando el camino correcto.

Proceso de paz: sin lecciones aprendidas

La clave de todo proceso de paz es la confianza. Y desde los tiempos de Caracas y Tlaxcala y también del Caguán, las Farc se han encargado de meterle dinamita a las convicciones de los gobiernos y del país en que esta vez sí habrá paz con ese grupo guerrillero. Todos sus negociadores siempre han dicho una cosa con palabras y otras con hechos. César Gaviria –tan paciente como Santos– debió suspender los diálogos de Tlaxcala, luego del secuestro y muerte del exministro Argelino Durán Quintero, hecho que los negociadores de las Farc de entonces –entre ellos Iván Márquez– negaron hasta último minuto.

Andrés Pastrana –tan paciente como Gaviria y como Santos– debió levantarse de la mesa luego del secuestro del avión en el que viajaba el senador Eduardo Gechem Turbay, y meses después del secuestro y asesinato de quien había sido su ministra de Cultura, Consuelo Araújo Noguera, ‘La Cacica’. Alias ‘Pablo Catatumbo’ acaba de decir en La Habana que “esta vez sí van a firmar la paz”. Ojalá que esta vez sus palabras no se las lleve el viento.

Álvaro Uribe: ¿oportunismo político o patriotismo?

Que las Fuerzas Militares de Colombia quieren más Álvaro Uribe que a Juan Manuel Santos es una verdad que ya nadie refuta. Pero Uribe confunde el cariño que le profesan las Fuerzas Militares con la lealtad. En otras palabras: Las Fuerzas Armadas de Colombia le pueden tener todo el cariño al expresidente Uribe, pero le deben lealtad al presidente Santos. Punto. Los “éxitos” de Uribe –como revelar las coordenadas para las liberaciones de algunos secuestrados y la primicia del secuestro del general Alzate– tienen un enorme costo político para las Fuerzas Militares y de Policía.

Flaco servicio les prestan a las instituciones armadas quienes –desde adentro– se encargan de minar su solidez y credibilidad mediante la filtración sistemática de información que solo debe ser utilizada por quienes están al frente de las mismas. El expresidente Uribe hábilmente saca provecho de ellas y las utiliza para pasarle cuenta de cobro a su antiguo subalterno y hoy mayor enemigo político. Aunque sus amigos ven en ello un gesto patriótico, es claro que se trata de una muestra irrefutable de oportunismo político.

@leydelmontes

 

 

 

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