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Santos y Maduro se saludaron amistosamente en la cumbre de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Política

Análisis de Ley del Montes: Santos se desmarca de Maduro

La frustrada visita del expresidente Andrés Pastrana al jefe opositor Leopoldo López, en Caracas, sirvió para que el Gobierno colombiano se apartara por primera vez del venezolano, pese a que se trata de un gran aliado de los diálogos en La Habana.

La visita del expresidente Andrés Pastrana al líder opositor venezolano Leopoldo López, detenido en la cárcel militar de Ramo Verde, alborotó el avispero de las relaciones binacionales entre los gobiernos de Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, quienes por primera vez en mucho tiempo se mostraron los dientes y expresaron su malestar por el impasse que se presentó.

La ya tradicional locuacidad del mandatario venezolano, quien en duros términos descalificó un pronunciamiento de la Cancillería colombiana en la que el Gobierno pedía respeto para Pastrana, contrastó con el manejo cauteloso que Santos le dio a la crisis, que –afortunadamente- fue superada en pocos días.

A diferencia de lo que ocurría en épocas anteriores, esta vez el Gobierno colombiano no mordió el anzuelo chavista de la provocación y optó por darle al asunto la altura que merecía. En efecto, mientras Maduro hablaba de que el gobierno colombiano era “cómplice de acciones inamistosas” para referirse a la visita privada de los expresidentes Pastrana y Sebastián Piñera –de Chile– al líder opositor venezolano, la Cancillería colombiana en un comunicado rechazaba los “señalamientos y calificativos en contra del expresidente Andrés Pastrana”. De igual manera expresaba que el Gobierno esperaba que Venezuela le diera al exmandatario “el tratamiento digno que reviste su investidura de exjefe de Estado” y al final del comunicado pidió por primera vez la liberación de Leopoldo López, quien es considerado un preso político del gobierno venezolano.

Los exmandatarios Pastrana, Piñera y el mexicano Felipe Calderón llegaron a Caracas invitados por la oposición de ese país para participar en el foro “El poder ciudadano y la democracia de hoy”, que tenía como principal convocante a la carismática vocera de la oposición María Corina Machado, quien afronta un proceso judicial en su contra por parte del régimen chavista, que la señala –al igual que a López- de participar en actividades encaminadas a derrocar al gobierno de Maduro. En esta oportunidad Maduro señaló a los expresidentes de apoyar a los “terroristas opositores” con su visita a López, que a la postre no se pudo efectuar por orden expresa del gobierno chavista.

Aunque en Colombia sectores de la oposición calificaron como “tibia” la postura asumida por el gobierno de Santos, lo cierto es que la respuesta tuvo el tono, la serenidad y el talante que ameritaba, puesto que Venezuela no solo es país garante de los diálogos de La Habana con las Farc, sino que en su territorio habitan cerca de 4 millones de colombianos –la inmensa mayoría de ellos oriundos de la Región Caribe-, quienes serían los primeros en padecer las consecuencias de una nueva crisis diplomática con Venezuela.

La delicada situación fue superada durante la cumbre de la Celac, celebrada en San José de Costa Rica, donde tanto Santos como Maduro bajaron los decibeles y encausaron de nuevo las relaciones, teniendo presente que, como dijo Santos, “los conflictos y las diferencias, a nivel interno y a nivel internacional pueden superarse y deben superarse, con el diálogo, la comprensión y el respeto”. El editorial de EL HERALDO también se ocupó del fin de la crisis y destacó la actuación de Santos, al reconocer que se comportó con la prudencia que el momento ameritaba: “Hace bien el mandatario en intentar rebajar tensiones entre dos países que, por encima de sus gobiernos, tienen una sólida historia compartida. Lo que no tiene presentación en la excesiva susceptibilidad y la paranoia política del señor Maduro”.

La paz tiene dinámica propia

Es muy probable que si los diálogos de paz con las Farc no tuvieran la dinámica propia que hoy tienen, después de superar muchos momentos críticos, la respuesta de Juan Manuel Santos a Nicolás Maduro, por el maltrato que su gobierno le dio al expresidente Andrés Pastrana hubiera sido bien diferente. Si la visita de Pastrana hubiese ocurrido a comienzo de los diálogos –cuando el papel de Venezuela era fundamental para mantener a los delegados de las Farc en mesa de diálogo- seguramente Santos hubiera tenido que tragarse el sapo de Maduro, quien se atrevió a calificar la visita de Pastrana como “impertinente y violatoria de las buenas relaciones de vecindad entre Colombia y Venezuela”.

Hoy los tiempos cambiaron y las partes se entienden directamente en la mesa de conversaciones. Miraflores no tiene la importancia que antes tenía. Tanto es así que hasta las propias Farc –tan bochincheras como Maduro- prefirieron pasar de agache para no alborotar las aguas. El episodio es sin duda otra prueba de fuego superada por los diálogos de La Habana.

La Venezuela de Maduro no es la de Chávez

Si a Hugo Chávez le hubiera tocado vivir un episodio como la visita de Andrés Pastrana a su principal enemigo político, preso por órdenes suyas, muy seguramente habría ordenado la movilización de tanques a la frontera y hoy viviríamos una delicada crisis diplomática.

Pero Maduro no es Chávez, ni la Venezuela de Maduro es la Venezuela que le tocó a Chávez. Venezuela hoy es un polvorín a punto de estallarle en las manos al inexperto e incapacitado Maduro, quien sabe muy bien que en Colombia podría encontrar respuestas favorables a la crisis social que hoy atraviesa, producto del desabastecimiento generalizado en su país.

Maduro sabe que Colombia podría llenarle buena parte de los mostradores de los supermercados hoy desocupados. Claro que primero tiene que pagar la deuda que tiene con comerciantes, industriales y ganaderos colombianos. Las vacas gordas por cuenta de los precios del petróleo quedaron atrás y hoy lo que menos le conviene a Maduro es prender un incendio en la casa del vecino, cuando en la sala de la suya empieza a prenderse el fuego. De ahí la respuesta de Maduro en San José de Costa Rica: “nuestras diferencias políticas no cambian nuestro apoyo a la paz”. Punto para Colombia.

¿Comienzo del fin del régimen chavista?

El Presidente Juan Manuel Santos agradeció el apoyo al proceso de paz en la cumbre de la Celac.

Al negarles a los expresidentes Pastrana y Piñera visitar a Leopoldo López, Maduro se comportó con la torpeza del culpable. Es indudable que el gobierno venezolano vive hoy un estado de nervios, producto de la aguda crisis interna que atraviesa, que se ha visto agravada por hechos como la entrega al gobierno de Estados Unidos de militares cercanos a Hugo Chávez  y también a altos funcionarios de ese país, como el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, quien acaba de ser señalado de ser narcotraficante por el capitán de la Armada, Leamsy Salazar. Las acusaciones de Salazar fueron calificadas de “consistentes” por el gobierno estadounidense y se espera que en las próximas semanas se conozcan mayores detalles de las denuncias de los militares venezolanos que hoy están protegidos por ese país.

Es hora de que Santos empiece a marcar territorio ante un gobierno que no solo es cuestionado por la comunidad internacional de ser violador de los Derechos Humanos, sino que sus más altos funcionarios del Estado son señalados de pertenecer a carteles narcotraficantes. Es hora de que Maduro y compañía comiencen a dar explicaciones.

El mundo, pendiente de la suerte de Leopoldo López

Cuando el Gobierno colombiano en un comunicado de la Cancillería afirma que “esperamos que Leopoldo López sea liberado lo antes posible”, no se está metiendo en los asuntos internos del gobierno de Venezuela: está pidiendo que se respeten los Derechos Humanos de quien es considerado el principal opositor al régimen de Nicolás Maduro.

No es, pues, una injerencia indebida en asuntos del resorte exclusivo del gobierno venezolano, sino un gesto de elemental justicia. Hoy nadie en el mundo duda de que López es un preso político de Maduro y que su liberación –así como la de los demás opositores, incluyendo los miles de estudiantes detenidos en sus cárceles del país- debe producirse a la mayor brevedad posible.

Pastrana, Piñera y Calderón no estaban conspirando en Venezuela, estaban siendo solidarios con una persona que está presa por pensar distinto a Maduro y compañía. Hasta el propio Chávez, cuando estuvo preso después de pretender derrocar a Carlos Andrés Pérez, tuvo un trato más digno que el que recibe López hoy, a quien no pueden ver ni siquiera sus seres queridos, como su esposa, sus hijos o sus padres.
 

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