La columna de Flash
Uno escucha al presidente Santos y al consejero de seguridad del Atlántico Guillermo Polo Carbonell y da la sensación de que ven un país y una ciudad (Barranquilla) muy distinto a como la sienten y la resisten el resto de colombianos. Parece que tuvieran una venda en los ojos.
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En el caso local al menos aparece el senador Benedetti – desde Bogotá – demostrándole al comandante de la Policía la realidad de cómo sienten los barranquilleros su actual situación de vida. Se puede hablar de estadísticas y muchos datos presentados, pero la tensión que se siente en las calles es realmente de desamparo, de que cualquier incidente puede suceder en las mismas narices.
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Y si todos los parlamentarios del Atlántico tomaran actitudes como la del senador Benedetti nos sentiríamos más respaldados.
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Me quiero referir a Colpensiones. Y el cambio que se esperaba cuando tomaron las riendas del futuro de tantos colombianos, es a paso de tortuga y en cierta forma descarado. Mi pena, la desaparición de un ser querido, tendría que recibir el auxilio funerario como lo establece la ley a lo sumo a los dos meses. Ya va un año en la desaparición de mi adorada Lou y Colpensiones no cumple.
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En los toros cuando un toro de lidia no tiene raza y no demuestra valor ni cumplimiento viene siendo sancionada por la autoridad de la plaza con avisos. Por el tiempo requerido. A los 3, los espectadores y quienes mandan en la plaza sancionan al astado por vergonzoso con los 3 clarines. Y devuelven el toro a los corrales. Es la máxima desgracia para un ganadero.
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En el caso que estoy tocando de Colpensiones hoy va el primer aviso. Esperemos que no tengan que registrar los 3 para que esta entidad que pregonaron iba a resolver en eficiencia y prontitud los problemas y situaciones de los jubilados no sigan mostrando hasta la presente una falta de seriedad y prolongado engaño.
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Vaya usted donde está la respuesta: El equipo Junior está ganando con contundencia calmando los ánimos de los irreverentes locutores y fanáticos fieles, pero aún así el metropolitano sigue vacío, con contadísimos aficionados.
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Notas liliputienses: Ratas sociales…Bejuco…Maníaco…Pordiosero…Parasitol…Colchón…Venenito…Mirlo.
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Ahora el capítulo dedicado a la política y metafísica colombiana, Regina Betancourt, más conocida como Regina 11, de mi libro ‘Cuando la vida era una fiesta’.
Difícil de describir en pocas líneas a Regina Betancourt de Liska. La traté durante muchos años, desde cuando me la presentó doña Beatriz De la Vega, dama muy distinguida de Cartagena. Me pareció una mujer muy generosa. Me llamaba por teléfono y me decía:
-¿Cuánto me cobra por día? Su trabajo será presentarme gente. Va todo incluido, comida, transporte, viáticos.
Pasé unas semanas con ella, promoviéndole su campaña política en la Costa, y fueron interesantes momentos, por todo lo que genera la sola presentación de esta mujer. Recuerdo que un famoso presentador de televisión de Barranquilla, la citó al estudio y de entrada le dijo que la iba a entrevistar por simple compromiso, porque no gustaba de ella y además no creía en brujas. Regina sonrió y le dijo:
-No importa que no crea, empiece pues…
El presentador estaba muy elegante porque iba para un coctel.
-Vamos a hacer esta entrevista rápido, porque estoy sobre el tiempo… -le recalcó mirando el reloj.
Y arrancó. Primero se cayó una lámpara y casi le cae encima al periodista. Luego trajeron otra y hubo un daño en la luz. Más adelante, la cámara del técnico que grababa el programa se trabó, y así pasó casi una hora. Conclusión: Regina se quedó viendo al comunicador y saliendo del estudio le dijo:
-Para que sí crea en brujas.
Dos días después nos fuimos para Cartagena – actualmente vivo en Barranquilla-. Teníamos una cita con don Gonzalo Zúñiga, director del periódico El Universal, que coincidía con la presentación de César Rincón en Sevilla (España). Eso me tenía molesto y varias veces le sugerí a Regina cambiar la fecha y siempre me decía lo mismo:
-Tenemos que estar a las tres de la tarde y recuerde, no se preocupe, ya verá porque se lo digo.
Pues bien, llegamos a la cita en El Universal y mientras ella hablaba con Zúñiga y Germán Mendoza, el subdirector, yo llamaba a mi padre para preguntarle por la corrida. La respuesta de mi viejo fue:
-La corrida se suspendió.
Cuando regresó al salón donde entrevistaban a Regina, me miró con picardía mientras decía:
-No le había dicho que no se preocupara.
Regina hablando es una caja de música. Enreda, embolata, convence. Se veía pequeñita ante el marido, una persona tan corpulenta que parecía un tractor de carne, como lo calificó alguien. Es curiosa la forma, como ella misma dice, que conoció a Danny, su ya desaparecido esposo. Ella estaba en el cine con una amiga, la película era Taras Bulba, con Yul Brinner. En una de las escenas Yul se cae y al levantarse, Regina le dice a su amiga:
-Con esa persona me voy a casar.
Pasaron los años y estando en una heladería de Medellín, apareció un corpulento señor en una ruidosa motocicleta. Algo pasó e intercambiaron ideas. Resultó ser Danny Liska, un extra de cine canadiense, que había hecho de doble en la escena peligrosa de Yul Brinner en Taras Bulba.
Hay un episodio, de los tantos que podría narrar de esta queridísima amiga, que hoy día todavía me estremece por lo pintoresco, por lo original y por la forma como sacamos adelante lo que inicialmente fue un comentario casual. Estábamos en un restaurante refiriendo cuentos y a Regina se le dio por comentar que estaba educando a una muchacha que actualmente tenía 22 años y su estatura era la de una muñeca de juguete, pero sus formas eran la de una modelo y de ninguna manera tenía enanismo. Decía que la chica se llamaba Adelaida, que la había adoptado porque sus padres se la entregaron. Adelaida hacía las veces de contadora de los negocios que tenía Regina en Medellín. A mí me quedó sonando la extraña historia y retomando el hilo de su relato, le hice una pregunta:
-Regina, ¿no exageras en lo de la joven con el tamaño de una muñeca?
-De ninguna manera – respondió-, tiene el tamaño de una muñequita.
-¿Podría conocerla…? – pregunté emocionado.
-Vea, vamos a organizar un almuerzo en Bogotá. Yo la llevo desde Medellín, para que charlen.
Me fui a la capital y llegué al Centro de Estudios Metafísicos, comando político de Regina, donde en la parte contigua a su despacho había un espacioso comedor. Llegamos a la mesa y Adelaida no aparecía. Empezamos a comer y avisaron que la hija adoptiva de Regina había llegado. Cuando apareció en el comedor, casi me caigo de la silla de la impresión. Era sorprendente; era como ver un adorno de sala, pero hermoso, no grotesco. Y la forma tan clara como hablaba, con desparpajo, sin complejos, con personalidad.
Le dije a Adelaida que aprendiera a bailar árabe, que me la iba a llevar para Barranquilla, para presentarla durante un mes en un restaurante show – a medianoche ella salía de un canasto danzando ritmos árabes-. Regina dio el visto bueno y Adelaida con una corte de más de 20 personas – Regina y sus seguidores- llegaron a la Costa. Hubo revuelo con su presencia y el periodista Jorge Cura, que fue a entrevistarla al Hotel Dann, pasó varias veces al lado de ella y no la reconoció, porque la confundió con una niñita. Adelaida fue un éxito en sus actuaciones en el restaurante Biblos.
Ha pasado el tiempo, Mamá Regina tiene la casa por cárcel, por sucesos controvertidos relativos a sus incursiones políticas, y no sé que habrá sido de Adelaida. A lo mejor se casó con su novio basketbolista, cuya foto siempre llevaba consigo.
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