Mara Nieto, la ‘novia’ vallenata que defendió la Ley de Víctimas en el Congreso
Esta es la historia detrás de la vallenata Mara Nieto, que comprometió al Estado para que haga cumplir la Ley de Víctimas. Hace más de diez años su hermano fue asesinado y desconoce qué fuerza legal o ilegal cometió el crimen.
Como en un episodio de esa Colombia inverosímil, paradójica e irónicamente mágica que biografió el Gabo que nos acaba de dejar, Mara Nieto Álvarez y Edelmira Arrieta, vestidas de blanco nobleza, irrumpieron en el recinto del Salón Elíptico y al menos por un momento hicieron que un Congreso mermado y díscolo fijara su atención.
Llegaron de Valledupar dispuestas a ‘casarse’ durante la reciente conmemoración oficial del Día Nacional de las Víctimas.
No obstante el gesto curioso y osado, o el júbilo que pudo despertar su desparpajo, las vallenatas cargaban un duelo encubierto en sus trajes níveos, pero dispuestas a liberarlo por una causa.
Generosas y desprendidas de resentimientos, a sabiendas de que el Estado y la sociedad tienen una deuda pendiente con ellas y con las más de seis millones de víctimas de un conflicto que pudo tener su génesis justo el 9 de abril de 1948 a la 1:14 p.m., fecha y hora en que mataron a Jorge Eliécer Gaitán.
El contrayente, encarnando al país y la institucionalidad, fue Juan Fernando Cristo. Fue escogido por ser el jerarca de una plenaria exigua en la que “muchos de los pocos” asistentes deambularon por los corredores o se enlazaron en tertulias independientes con los vecinos de curul o con los receptores virtuales. Cristo, presidente del Senado, sólo tenía que dar su palabra de hacer cumplir con lo dispuesto en el acta de matrimonio, la Ley 1448 del 2011 o Ley de Víctimas.
No hubo cura, pero sí muchos testigos, las cientos de víctimas que legaron de todos los confines de una Colombia herida donde, tal como coinciden algunos entendidos, la guerra interna se ha convertido en el principal obstáculo para que los mártires sean resarcidos. “Soy la novia de Colombia y mi esposo es la ley representada en el senador Cristo”, dijo Mara tras firmar el acta. La mujer preparó durante seis meses la solemne ceremonia.
Ella misma, y otras novias de Valledupar, confeccionaron los trajes y trazaron con sus manos las costuras; lo hicieron el día en que pensaron que a pesar de que el conflicto ha devastado a sus familias, debían dar un paso hacia el único camino de la reconciliación. Camino que Mara, con la pena que guarda, está dispuesta a recorrer.
Un blanco luto. Mara es hermana de José Luis Nieto Álvarez, antiguo vendedor de tintos en el terminal de transportes de Valledupar, que desapareció en mayo del 2003, que fue muerto a los tres meses, pero cuyos restos sólo fueron encontrados por su parentela cinco años más tarde, en una fosa común del cementerio de Villavicencio.
Permanecían guardados en una bolsa negra que Mara se rehusaba a ver, pues no entendía que si el cadáver estaba identificado no lo hubieran dispuesto en un cajón, y peor, que ella y los parientes no fueran avisados oportunamente.
La mujer, cabeza de una fundación que trabaja con niños especiales en la capital del Cesar, manifiesta que hay una desarticulación en las entidades. Ignora cómo la seccional de Medicina Legal en Villavicencio omitió comunicarse con la de Valledupar, cuando el reporte de la desaparición estaba sentado, y cuando ella misma hizo lo que más pudo en la búsqueda de José Luis.
Dice que lo buscó hasta en las filas de los grupos ilegales, que pidió ayuda al entonces comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, y que solía acudir con un cartel y una foto grande de su hermano a las sucursales del Banco Agrario, a donde llegaban los desmovilizados que recibían auxilios estatales.
Mara agrega y se desconsuela cuando cuenta que algún funcionario de la Fiscalía le dijo que José Luis tenía antecedentes por un delito de peculado. “¡Por Dios!, si él apenas tenía cuarto de primaria, nunca fue ni siquiera escobita, o algo así, para decir que tuvo un contrato con el municipio”, lamenta y se pellizca las pieles: “mírame, no tengo carnes y no porque quiera tener figura de barbie, sino por todo el sufrimiento que mi familia y yo hemos soportado”.
Agrega la mujer que ser parte del conflicto es una situación compleja, y que su condición de mártir le ha sido impuesta. Quiere salir de esa lista, que sea reconocida como sobreviviente de la guerra, pero, sobre todo, anhela volver a empezar. “Si voy a seguir con rencor, no voy a construir un país mejor. Los victimarios deberían estar dispuestos y hacer lo mismo, pensar en que tienen hijos, que tienen familia…”, reflexiona la novia del matrimonio triste, pero que abriga la esperanza de una paz definitiva y genuina. La misma esperanza con la que murieron tantos que hicieron méritos por la reconciliación nacional y la reivindicación de las víctimas.
Las trabas de la Ley de Víctimas
El representante a la Cámara Guillermo Rivera manifestó que cinco años atrás, bajo el gobierno de Álvaro Uribe, se discutió en el Congreso el proyecto de Ley de Víctimas, y que en esa oportunidad, ante un quórum dramáticamente reducido, los defensores de la propuesta fueron objeto de burlas por parte de sus compañeros, además, que por orden de la Fuerza Pública a las víctimas las desalojaron del Capitolio.
Recordó así mismo que, en junio del 2009, el hoy candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga, ejerciendo como ministro de Hacienda, radicó en la Secretaría General del Congreso una carta pidiendo que se archivara la iniciativa por ser muy costosa para las fianzas públicas. Rivera reconoció que a la Ley 1448 todavía le faltan ajustes para que opere efectivamente y satisfaga las expectativas de todas las víctimas.
Por su parte el senador Luis Carlos Avellaneda ha dicho que la aplicación de la ley avanza lentamente, en vista de que hasta el momento apenas se ha reparado a un 4,1 por ciento de las 6.236.207 víctimas que, según los registros, ha dejado el conflicto armado en Colombia.