El Heraldo
La comunidad aguarda la decisión de los mamos para el sepelio de las víctimas. Agustín Iguarán y Defensoría
Magdalena

Mamo dice que rayo fue un castigo de la naturaleza

Ramón Gil Barros asegura que la naturaleza está molesta. El sepelio lo decidirán los mamos tras una consulta espiritual.

Kemakumake, Sierra Nevada. A  Ramón Gil Barros,  el principal mamo de los wiwas, el rayo lo dejó herido pero prefirió quedarse en la montaña con sus once muertos y esperar a los ‘hermanitos menores’ que, atraídos por la tragedia visitaban Kemakumake, para transmitirles el mensaje que el trueno le había dejado: que pidiera lo que a la naturaleza le han quitado.

Desde la montaña, en el sitio del siniestro, este sabedor indígena le aseguró a EL HERALDO que posee la facultad de escuchar la naturaleza, representada en este caso por el relámpago, y que por el contenido de los mensajes que ella le dio, notó, minutos antes del desastre, que “estaba muy brava”. 

“Nos va a cobrar por lo que a la Madre Tierra le  robaron, es decir, el cuarzo, el oro, la madera, el agua y hasta los animales”, afirmó Gil que le había comentado a su comunidad poco antes de la desgracia.

Añadió que el relámpago también pronosticó que iba a venir una enfermedad y una guerra de la naturaleza y la humanidad, y advirtió que “el hermano menor tendrá un choque muy fuerte”.

Al filo de la una de la madrugada la centella cayó sobre la casa. El mamo se encontraba sentado junto a sus compañeros, muchos de los cuales fallecieron y aunque el impacto lo dejó aturdido, casi ciego, alcanzó a ver a los indígenas cayéndose.

Afirma que seguidamente el trueno sentenció: “Te quitamos once para que reflexiones y hables con el hermanito menor,
porque ellos también van a tener un choque muy fuerte”.

Wiwas cargan las primeras ayudas.

Tristeza total

Ramón estaba triste pero también enojado porque no pensó que algo así pudiera ocurrir. Es la voz autorizada, es el que tiene el don de la palabra porque es el más viejo (88  años) y el que más ha sobresalido al punto que ha sido un embajador de su cultura ante el mundo.

Pero en Kemakumake, a donde se llega por helicóptero en un viaje de doce minutos, y enclavado en medio de la espesa montaña de la vertiente norte del macizo intertropical, el resto de indígenas calla;  lloran en silencio y cabizbajos, mirando al piso,  se transportan quizás al momento de la fatalidad.

Son 22 bohíos los que conforman el poblado, ahora solo quedan 17 porque el rayo les destruyó cinco, uno de ellos el principal centro de reunión denominado Unguma.

Los niños no se ven, parecen esconderse ante la presencia de los hermanos menores. Y los pocos que asoman, no lloran porque quizás no miden la dimensión de lo sucedido.

Algunos fueron trasladados a Santa Marta para que no se afecten sicológicamente. El ICBF les proporciona ayuda.

En Kemakumake el olor a chamuscado se esparce por el ambiente.

División interna

Ramón Gil Barros se refirió también al inconformismo de la naturaleza por la falta de unidad espiritual entre las cuatro etnias que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, siendo este otro motivo, según Gil,  que tiene la naturaleza para exteriorizar su enojo.

Manifestó que los cabildos kogui, arhuaco, kankuamo y wiwa están cada uno por su lado, son apartes y “eso los ha dejado a todos muy débiles”.

“No nos hemos reunido los cuatro mamos sabedores, pero debiéramos hacerlo siquiera un mes entero”, comentó.

Ramón Gil planteó que el Gobierno Nacional los apoye con esta reunión trascendental, para lo cual escogerán el lugar indicado.

El mamo considera que es fundamental la elaboración de una cartilla en la que se sienten las bases, no solo de la forma de actuar de los hermanos menores, sino donde se divulgue todo lo que han saqueado desde la cuenca del río Guachaca hasta la población de Minca.

Sepelio

Para despedir  a las víctimas, los wiwas deben esperan la decisión de los mamos tras una consulta espiritual.
Esta tarea dura cuatro días contados a partir del momento del incidente y allí se determina si van a ser enterrados o se les construye un muro en piedras. Durante ese tiempo son purificados.

Mientras se decide, los familiares y personas cercanas a los muertos hacen rituales en un sitio sagrado del resguardo. Los cuerpos de los indígenas permanecen en un bohío, con restricciones.

Ramón Gil Barros, mamo principal.

Bajan otro herido

Francisco Gil es el herido número 21 que deja la tragedia. Ayer por la mañana se le vio caminando con dificultad por Kemakumake por lo que el personal médico del ejército lo atendió y determinó bajarlo de la montaña.

Presenta un hematoma en la región frontal y quemaduras leves en sus extremidades inferiores. Una vez llegó al helipuerto de la Primera División del Ejército fue embarcado en una ambulancia y trasladado a una clínica.

Syer se supo que cinco de los heridos internados en la clínica Fundación Cardiovascular fueron dadas de alta.

Ayuda humanitaria

Tres toneladas de alimentos, además de medicinas y frazadas, fueron transportados ayer en un Black Hawk UH – 60 dispuesto por la Aviación del Ejército para facilitar el ingreso de apoyos al sitio de difícil acceso, ubicado en medio del sistema montañoso de la Sierra Nevada, en la cuenca del río Guachaca.

Las donaciones provienen del Sistema Nacional de Riesgo, la Defensa Civil, Policía Nacional, Alcaldía de Santa Marta y Gobernación del Magdalena.

En medio de la tragedia la comunidad indígena expresó su agradecimiento. “La gente está colaborando muy fuertemente y le agradecemos al batallón del Ejército lo que nos está colaborando con los helicópteros”, dijo el gobernador indígena Daniel Solís.

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