El Heraldo
Tomás Moreno lanza su atarraya en un intento por pescar algo en la Ciénaga de Pajarales. Giovanny Escudero
Magdalena

La enfermedad de la Ciénaga Grande

Falta de oxígeno, salinidad mayor a la del mar, alta temperatura y sedimentación amenazan el complejo lagunar y a quienes viven de este.

José de los Santos Mejía dijo haber agotado sus lágrimas en el 2000 cuando 38 de sus amigos, todos pescadores, fueron asesinados por paramilitares en Nueva Venecia, poblado palafítico de la Ciénaga Grande de Santa Marta, masacre de la que fue testigo. Hoy, la pena lo acosa nuevamente y llora, pero por otra razón: el hambre. La muerte de miles de peces en el complejo lagunar le genera el sentimiento.

El pescador, de 70 años de edad, 57 de los cuales los ha dedicado a este oficio, cree que posiblemente tome la misma decisión que hace 16 años. Presiente que el desplazamiento con su familia a Soledad, Atlántico, será una vez más la salvación. “En aquella oportunidad nos desplazaron los paramilitares, ahora nos amenaza el hambre por la mortandad de peces”, enfatiza.

Como él, los pescadores de Tasajera, Pueblo Viejo, Buenavista, Trojas de Cataca, Ciénaga y otras poblaciones, que obtienen de las aguas de la Ciénaga el sustento de sus familias e ingresos económicos adicionales para cubrir otras necesidades, tienen el mismo padecimiento luego de que en la Ciénaga Pajarales, parte fundamental del sistema lagunar, cerca de 10 toneladas de lisas y mojarras aparecieran muertas. Para los lugareños esa es “otra evidencia grave” de la “indiferencia y olvido” del Estado, especialmente de las autoridades ambientales tanto nacionales como departamentales, en cabeza del Ministerio de Ambiente y la Corporación Autónoma Regional del Magdalena, Corpamag.

Al Minambiente lo responsabilizan, entre ellos ambientalistas, porque desde hace varios años se han conocido informes, de entidades como Parques Nacionales Naturales y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, Invemar, sobre los daños a la Ciénaga Grande y todo su ecosistema, pero nada ha hecho por contenerlos y buscar soluciones de fondo; a Corpamag le atribuyen no cumplir con sus funciones, entre ellas el dragado de los caños para que faciliten el ingreso de agua dulce suficiente desde el río Magdalena ni evita que terratenientes desvíen el agua para la cría de búfalos y cultivos intensivos como el arroz.

Deterioro ambiental

Los daños a la Ciénaga Grande vienen de tiempo atrás. En su Informe Técnico de 2014, Invemar recordó que la totalidad del ecosistema, que incluye el Parque Isla Salamanca, entre 1956 y 1995 perdió aproximadamente cerca del 55,8% o 28.570 hectáreas de su bosque de manglares, que originalmente cubría 51.150 hectáreas. Este daño, considerado como una de las peores catástrofes ambientales del país, se generó por la construcción de la vía Barranquilla-Ciénaga, en los años 70 y 80, que impidió el libre flujo del agua dulce y salada al sistema estuarino.

Como hace cuatro décadas, hoy una de las amenazas es la llamada Vía de la Prosperidad, de 52 kilómetros entre Palermo y Remolino, Magdalena.

“La construcción de dos carreteables: Media Luna – Pivijay - Salamina y Palermo - Sitio Nuevo afectó los caños Ciego y Salado, porque al parecer las obras de drenaje construidas para permitir el paso del agua no tienen las especificaciones requeridas”, dijo la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca, Aunap, sobre la nueva mortandad.

Este tipo de situaciones han generado que la Ciénaga Grande esté en “cuidados intensivos”, como lo admitió, el miércoles pasado, el  ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, quien asumió hace dos meses el cargo. Tras sobrevolar el  ecosistema, antes de reunirse con los pescadores que reclamaban atención estatal, dijo, además, que lo que había observado era “terrible”.

Menos producción

La Ciénaga ocupa un área aproximada de 4.280 kilómetros cuadrados –730 de estos son agua– y abarca geográficamente 11 municipios en los que, de acuerdo con las proyecciones poblacionales del Dane, viven hoy cerca de 363.241 magdalenenses.

De su producción de peces, crustáceos y moluscos no solo dependen estas poblaciones, sino capitales como Barranquilla y Santa Marta.

“Lo que suceda en la Ciénaga Grande, para bien o para mal, impactará directamente a estos centros urbanos”, he expresado la bióloga Sandra Vilardy.

Y justamente esa producción es la que se ha visto afectada en los últimos años. Mientras las ostras y camarones están desaparecidos, las capturas de peces, crustáceos y moluscos pasaron, de acuerdo con los registros del Invemar, de 9.269 toneladas en 1994 a 4.135 toneladas en 2014.

Salinidad aumentada

Tal como sucedió con la extensa muerte manglares, que en un ecosistema como el de la Ciénaga Grande de Santa Marta actúa como una “salacuna” para la cría de peces, camarones, almejas y otras especies, incluidas aves migratorias, la amenaza de hoy es que las hectáreas de mangles recuperadas comiencen a morir, y con ello siga disminuyendo la producción  pesquera, por la alta salinidad de los suelos.


Un bombero de Sitionuevo se abre paso en una canoa entre los miles de peces muertos.

Como en la década de los 70 y 80, desde 2012 la concentración de sal ha aumentado en el sistema estuarino por la falta de agua dulce. La hipersalinidad es señalada por el Invemar como una de las causas de la mortandad en la Ciénaga de Pajarales.

“Nadie puede lavarse las manos por la crisis”

El químico y ambientalista Armando Lacera Rúa, comparte el concepto de que la situación de la Ciénaga Grande de Santa Marta es lamentable, pero señala que “aquí nadie puede lavarse las manos”.

“Ni las autoridades administrativas, ni policiales ni militares, tampoco la comunidad, pues  todos se hicieron los de la de la vista gorda en épocas del paramilitarismo cuando se repartieron la tierra para construir y hacer vías con afectación en el humedal”, precisa.

Señala que la paulatina destrucción de la Ciénaga Grande le debe pesar la conciencia a Corpamag, institución sobre la que señala que “muchos directores se enriquecieron, permitiendo que se –colonizara (el sistema lagunar) con gentes que metieron y meten ganado e instalan motobombas”.

Su afirmación va de la mano con un informe de Parques Nacionales Naturales, publicado en septiembre del año pasado por EL HERALDO, que señala que entre 2002 y 2012 en esa reserva de la biosfera mundial –declarada por Unesco– y humedal Ramsar mientras se han reducido drásticamente las hectáreas de lagos, lagunas y ciénagas, al pasar de 3.109 a 739 hectáreas, y las áreas de pantanos costeros, de 745 a 534 hectáreas, han aumentado los cultivos de palma de aceite, de 858 a 2.347 hectáreas y la destrucción de la cobertura vegetal (técnicamente le llaman tierras desnudas y degradadas) pasó de 67 a 12.567 hectáreas.

El documento, reveló en su momento este diario, fue entregado a ministerios, procuradores, fiscales, defensores del pueblo y gobernantes magdalenenses, pero por lo visto poco o nada han hecho para enfrentar la paulatina destrucción de todo este ecosistema.

“El complejo lagunar –afirma Lacera Rúa– ha resistido mucho por la forma como ha sido intervenida, no solo de afuera sino de adentro. Los nativos también tienen su granito de culpa con el mal ejemplo que han dado, muchas veces con métodos de pescas irracionales”.

Los resultados fisicoquímicos arrojaron que el agua tenía una salinidad mayor a 35 partes por mil. Es decir, por la falta de agua dulce que debe llegar del río a través de los caños, la concentración de sal era de 35 gramos por litro, cuando lo ideal en época de sequía como la actual debe ser de entre 28 y 30 partes por mil. “En otros puntos hemos encontrado concentraciones de hasta 45 partes por mil”, dijo a EL HERALDO el director del Invemar, capitán Francisco Arias. Eso significa que en la Ciénaga hay sitios más salados que el mar, pues los niveles normales de este son de 33 a 37 partes por mil. También los estudios arrojaron que la temperatura estaba elevada(mayor a 30 grados centígrados), cuando debe ser de 28. Y no había oxígeno, lo que mató a los peces.

Dragas los caños

Desesperados, unos 300 pescadores, con picos y palas, abrieron un canal lateral al Caño Aguas Negras, entre Sitionuevo y Remolino, para que “el agua del río Magdalena lave la sal de la Ciénaga”. Afirman que “por culpa” de Corpamag los caños “están sedimentados y no frenan la salinidad”.

Carlos Francisco Diazgranados, director de Corpamag, defiende la gestión que adelantan y lamenta que los pescadores consideren que la entidad ha estado de espaldas a ellos y ha sido indiferente al daño del ecosistema. “Creo, más bien, que hace falta socialización de todos los programas que desarrolla esta Corporación”, puntualizó.

Sobre la falta de un flujo adecuado de agua dulce, el capitán Arias considera que además de la sedimentación de los caños principales y los secundarios –estos entran al bosque de mangles– también incide que terratenientes hayan construido  terraplenes en áreas cercanas al complejo lagunar –en su momento así lo denunció a través de EL HERALDO la directora regional de Parques Naturales, Luz Elvira Angarita–, como sucedió en Santa Rita donde la Finca Mendegua obstruyó el funcionamiento de los caños como Condazo y Renegado.

La calamidad pública por la Ciénaga fue declarada el viernes. En cualquier momento puede haber otra mortandad.

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