El Heraldo
Dos de los once ataúdes cuando eran subidos al helicóptero de la Policía, con destino a Kemakumake, Sierra Nevada. José Torres
Magdalena

Ataúdes para los 11 wiwas muertos por rayo

Los miembros del resguardo en la Sierra Nevada usarán cajones en el sepelio de sus hermanos en Kemaumae. Durante cuatro días esperaron la caída de otro rayo que “recogiera” a los muertos. Los rituales de despedida han sido bajo la lluvia.

Santa Marta. Los indígenas wiwas no están acostumbrados a usar ataúdes en los sepelios, no hace parte de sus tradiciones. No comparten la idea de “encerrar” los cuerpos dentro de cajones de madera, prefieren entregarlos a la naturaleza envueltos en telas blancas para que vuelvan a mezclarse con la tierra.

Pero como no ha llegado el rayo que desde hace cuatro días esperan que “recoja” a los 11 hermanos que murieron el pasado lunes en una maloka de Kemakumake, el mamo Ramón Gil Barros pidió ayer ataúdes y apoyo al Gobierno para despedirlos. Los cuerpos están descomponiéndose. Las autoridades del cabildo no permiten que nadie los toque y restringieron el acceso a la zona.

Dicen que ellos son parte de la Sierra Nevada, tanto como los árboles y los animales, y que cuando un miembro del resguardo muere a causa de un fenómeno natural es sepultado en el lugar de los hechos.

Lorenzo Gil Gil, líder wiwa y estudiante de tercer semestre de sociología de la Universidad Externado de Colombia, explica que cuando la naturaleza “selecciona” a un indígena deben dejar que se lo “lleve”; que si alguno se ahoga en el río Guachaca lo sepultan en la orilla de la cuenca, y si muere en un derrumbe, como el del martes, deben enterrarlo allí.

A las siete de la mañana de ayer comenzó el traslado de los 11 ataúdes hasta Kemakumake, en un helicóptero de la Policía Nacional. Los compró la Alcaldía de Santa Marta, la inversión fue de $6.000.000, según el reporte oficial.

Los carros en donde viajaban los wiwas, desde Valledupar, debieron quedarse en El Encanto.

Es tanto el temor de la comunidad por  las tormentas de los últimos dos días en la zona montañosa de la cuenca del río Guachaca, que los 14 indígenas que viajaron el miércoles desde Valledupar para participar en los rituales de despedida tuvieron que devolverse en un helicóptero de la Policía para evitar accidentes.

El gobernador del cabildo wiwa, Víctor Loperena, asegura que los cuerpos fueron ubicados desde el miércoles por la mañana junto a la maloka en la que ocurrió la tragedia, y que permanecen cubiertos con telas blancas. Los líderes marcarán los ataúdes para poder identificar los cuerpos, entre los cuales están los de cuatro mamos.

Miembros del resguardo como Lorenzo Malo Barros, de 23 años, dicen que aunque el uso de los ataúdes va en contra de sus tradiciones, la situación lo amerita, ya que no han recibido una “respuesta” de la naturaleza.

Lorenzo Gil, líder wiwa, junto a su mamá y su abuela.

“Los enterrarán ahí mismo, donde murieron. Es la primera vez que pasa esto, no usamos cajones, pero son una muestra de buena voluntad del Gobierno”, dijo Malo, quien bajó de Kemakumake desde el lunes para acompañar a varios de sus familiares heridos por el rayo, en la clínica Mar Caribe de Santa Marta.

Como Malo son otros siete wiwas los que se están quedando en la sede de la IPS indígena Ette Ennaka para vigilar la evolución clínica de José Gil, Vicente Lozano, José Moscote, Juan Antonio Alberto, Antonio Moscote, Julio Alonso Malo y Pedro Alberto Mojica.

Rodrigo González, general de la Regional Ocho de la Policía, dijo que expertos en manipulación de cadáveres serán los encargados de introducir los cuerpos en los ataúdes, y que el sitio de la tragedia permanecerá sellado hasta que los mamos reciban una señal.

Los mamos todavía no han definido hasta cuándo se extenderán los rituales de despedida, que consisten en reunir a los líderes en una concentración espiritual. Loperena dice que podrían tomar incluso hasta 15 días.

Para este tipo de rituales los wiwas no cambian su vestuario. En los encuentros reparten avena y café. Los hombres casados no dejan su poporo. Las mujeres cuidan a los niños. No lloran, piensan en paz, se comunican con la naturaleza.

El vínculo que tienen con la tierra lo comparan con la pureza de las corrientes que bajan desde la punta de los cerros hasta la cuenca del río Guachaca, que atraviesa buena parte de la Sierra Nevada precipitándose sobre rocas enormes. Dicen que para los wiwas no hay forma de salir de las montañas, que su enlace con la tierra está allí, y que no lo rompe ni la muerte, ni un ataúd.

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