El Heraldo
Barranquilla

“No quiero que me llamen más la Reina del Fleteo”

Kenji Doku

¿Quién se imaginaría que la Reina del Fleteo, temida figura del mundo del hampa que se dio a conocer tras salir en las páginas judiciales de este diario, es una joven habilidosa para las matemáticas? ¿O que ella, siempre acostumbrada a una vida azarosa y a las armas, se ganó una beca para estudiar informática y diseño gráfico en una corporación educativa?

Yuranis Paola Morales Luna lleva 10 meses en el Centro de Rehabilitación Femenino El Buen Pastor. El jueves 13 de mayo de 2010, día en que intentaba dar otro golpe, cayó en manos de las autoridades policiales. Iba junto con otros tres maleantes a bordo de un taxi.

En ese momento, Yuranis tenía en su poder dos revólveres Llama Martial calibre 38, cañón largo, ambos adheridos a su abdomen con ayuda de una de esas originales fajas moldeadoras de cintura. Su objetivo era darles las armas a sus compinches, en el preciso momento en que estuvieran frente a la víctima, en este caso un comerciante que se encontraba presto a realizar una transacción bancaria. Si la ‘vuelta’ se concretaba sin contratiempo, ella ganaría dos millones de pesos en efectivo. Era su pago sin tener que sudar y sin invertir mucho tiempo porque el dinero que en dos meses recibe un empleado con el sueldo mínimo, ella lo obtenía en escasos tres minutos.

Tras el arresto, Yuranis Paola, de 21 años, pasó a ser llamada por las autoridades la Reina del Fleteo, debido a que en otras dos oportunidades había caído por esta misma modalidad delictiva. Así comenzó su ‘fama’ en la delincuencia.

¿Por qué no quieres que te digan la Reina del Fleteo?

—Porque eso es del pasado y, como dicen por ahí, al pasado hay que enterrarlo...

¿Quién te metió en la actividad delictiva y desde cuándo estuviste ahí?

— Empecé desde los 17 años. A mí me metió en esto una gente del barrio El Carmen. Ya sabes, malas compañías. Yo vivía allá con mi mamá, mi abuela y dos primas...

¿Y tu papá?

—Nunca he tenido la oportunidad de conocerlo, ni de chiquita...
¿Qué decías en tu casa cuando salías a robar?

— Yo salía normal de mi casa. Cambiada, con tenis Nike o chancleticas Tommy, con camiseticas Gef y cosas así. Me echaba mi perfume favorito, Paris Hilton. Le decía a mi abuela ahora vengo y ya. Pero en la última que salí, nunca más volví. Nunca regresé...
¿Y qué decías cuando regresabas con dinero?

—Nada, yo llegaba y ya. Después ayudaba a mi mamá con compras. Le daba plata a ella y el resto era para mí. Pero de eso ya no quedó nada, todo tocó venderlo para esto...
¿Para qué?

—Para el abogado y todas estas cosas de la cárcel...
***
En 2007, Yuranis Paola Morales se graduó de bachiller en el Instituto San José. Allí, según ella, fue una de las más sobresalientes estudiantes.

—Siempre fui buena alumna en todas las materias. Me gradué sin tener que habilitar nada. Mi materia favorita era matemáticas. Yo era buena con los números...

¿Y entonces, qué pasó?

—No sé qué me pasó, es que a veces a uno se le va la ‘liebre’...
Para redimir su pena, que suma 11 años, Yuranis se vinculó a trabajar en el área de alimentación del Centro de Rehabilitación Femenino. Empezó con sus labores desde diciembre. Por cada dos días de trabajo o estudio, consigue uno de libertad.

Su tarea consiste en entregarle a cada una de las 49 internas, que actualmente se encuentran allí, una ración de comida en la mañana, tarde y noche.

Además de ayudar en el penal, Yuranis, por su propia voluntad, se ha dedicado a aprender cursos de belleza. En los ratos libres, y gracias al apoyo del Sena, toma clases de peluquería y arreglo de uñas.

— Quiero salir y hacer cosas buenas. Quiero recuperar todo el tiempo que he perdido. Y me dan ganas de tener un hijo porque yo no tengo hijos...

El 25 de abril, Yuranis cumple 22 años. Para este día, ella espera una visita de su mamá, la única que pasa por allá cuando es permitido.

Al preguntarle si retomaría las carreras que había iniciado antes de ser detenida, dice que no. Preferiría matricularse en un centro educativo donde enseñen ‘visita médica’, la actividad que le ha llamado la atención toda su vida.

Por Kenji Doku

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