El Heraldo
Para explicarles los tipos de puntadas sujeta sus manos y las guía. Christian Mercado
Barranquilla

Leonardo Prías no oye ni ve, pero enseña a tejer a los niños

Este instructor de artes manuales barranquillero hace parte del 2.3% de la población discapacitada a nivel nacional, pero la sordoceguera que padece no ha sido impedimento para alcanzar sus metas.

No ve, no escucha y tampoco habla. Casi no recuerda qué es el sonido y la luz le duró muy poco. Un accidente clínico le arrebató la audición cuando tenía tres meses y privó a María Teresa de la posibilidad de escucharlo alguna vez decirle mamá.

Solo durante 9 de sus 42 años logró observar el mundo con claridad. Antes de cumplir los 12 una enfermedad ocular degenerativa quemó sus retinas, opacó los pigmentos que teñían su historia con algo de color.

Con el paso del tiempo, su vida fue perdiendo luz, pero no sentido. A pesar de no gozar de la libertad de poder desplazarse sin tropezar, sabe moverse como pez en el agua. Ha sido ganador de medallas de plata y bronce como el único sordociego en participar en la modalidad de natación, en la primera y cuarta edición de los Juegos Paraolímpicos Carlos Lleras Restrepo, en el 2004 y 2012, en Bogotá.

Se llama Leonardo Andrés. Es instructor de artes manuales de las casas distritales de cultura de Barranquilla, y trabaja con grupos infantiles y juveniles de sectores vulnerables como Las Flores y La Pradera, hasta donde lleva su mensaje de superación. Sus aprendices lo llaman el “profe Leo”.

Un par de lentes de delgada montura negra y vidrios cristalinos, protegen sus ojos ya marchitos del arenal de las calles que rodean a la casona roja en la que una vez por semana dicta sus clases de tejido a dos agujas, en la calle 108 con carrera 81.

Parpadea tanto como cualquier persona. No se resigna a andar por ahí con los ojos cerrados, pues conserva intacta la ilusión de recuperar su vista algún día, aunque eso sea médicamente imposible a raíz de la gravedad de la retinitis pigmentosa que padece.

Actúa natural. Desde algunos metros de distancia su discapacidad es imperceptible. Con las 11 niñas y una madre de familia a las que está enseñando a tejer en Las Flores, se comunica a través de un lenguaje dactilológico, trasmitiéndoles información con el movimiento de sus dedos sobre las palmas de las manos.

Ellas se sientan frente a él. Observan su técnica, mientras que paso a paso se detiene a explicar con señas cada puntada. No saben cómo, pero todas le entienden y, además, le acercan sus proyectos para que los revise.

Hay docenas de agujas de tejer y madejas de lana de colores pastel sobre el mesón de madera del segundo piso. La gente entra y sale de la sede comunitaria cultural, uno que otro se detiene a admirar la peculiar destreza con la que Leo entrelaza las hebras y da forma a curiosas figuras de gatos y gallinas, sus animales favoritos.

Una sonrisa tímida lo acompaña siempre. Es barranquillero y nació en febrero, mes de carnaval. Aparentemente vino al mundo sin ninguna discapacidad. Por una otitis, le mandaron garamicina y por equivocación, ni la persona que la compró, ni el farmaceuta o la enfermera que le puso la inyección se percataron de que era una dosis para adulto siendo él todavía un bebé, a partir de ese momento quedó sordo. Absorbió el potente ototóxico, usado para el control de infecciones auditivas, según contó su madre.

“Me preguntaban que si denuncié a alguna esas personas, que si estaban en la cárcel, y yo les decía que si con eso pudiera devolverle la audición a mi hijo lo hubiese hecho”, asegura la madre de Leo.

Su caso es solo uno de los miles que motivaron la Declaración de las necesidades básicas de las personas sordociegas, que tuvo lugar en Estocolmo en el año 1989 y que dio origen a la proclamación del Día Internacional de la Sordoceguera, que es celebrado todos los 27 de junio desde 1990.

Una de las figuras más populares a nivel mundial que demostró que esta limitación, que combina deficiencias tanto visuales como auditivas, no es impedimento para alcanzar las metas, fue la escritora estadounidense Helen Keller, reconocida por la lucha por los derechos de esta población, que abanderó desde la publicación de su primer libro, titulado ‘La historia de mi vida’, en el que relató cómo vivía un sordociego a comienzos de 1900.

A nivel nacional hay 1.062.917 discapacitados de todo tipo, cifra que representa el 2,3% de la población colombiana proyectada a 2013 por el Dane. El censo indica que son cerca de 30.000 los hombres con discapacidad en el rango de edad de Leonardo, que va de los 40 a los 44 años. Sin embargo, la mayor parte tiene más de 55 años, y está conformada por aproximadamente 95.000 mujeres de 80 años o más.

Leonardo está vinculado a la Corporación Acción por el Atlántico, Actuar, Famiempresas, y gracias a la calidad de sus trabajos artesanales ha sido apoyado por fundaciones como la de la empresa Gases del Caribe, en la participación de ferias que le han permitido dar a conocer sus destrezas.

Por primera vez Barranquilla fue sede este año del Encuentro Regional de la Comunidad Sorda, organizado por el Instituto Nacional para Sordos, Insor; y la Federación Nacional de Sordos de Colombia, Fenascol, que se cumplió entre el 26 y el 27 de junio pasado en las instalaciones de la Universidad del Atlántico.

El evento, reunió a delegados de la población sorda de los departamentos de Cesar, Córdoba, Guajira, Magdalena, Sucre, Bolívar y Atlántico, que desarrollaron talleres y plenarias sobre participación y política pública de discapacidad.

Pese a que a en materia de infraestructura aún falta mucho para que discapacitados como Leo puedan movilizarse sin inconvenientes por la ciudad, dentro del plan distrital de inclusión a la vida laboral para este tipo de personas, están proyectos como el que le permitió ser vinculado como docente.

Él no solo teje gorros, individuales o carteras. Teje esperanzas en cada hora que dedica a la enseñanza. Enlaza sueños y demuestra aunque vive entre sombras, la luz lo acompaña,en todo sentido.

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