Enrique Machado ha dedicado 30 años de su vida a comerciar con antigüedades.

El tiempo no pasa, pasan las personas y de ellas no queda nada. De los días, en cambio, quedan recuerdos, testimonios tangibles en forma de objetos que se impregnan de vidas y rutinas de otras épocas. No se puede vivir rodeado de vidas y permanecer intacto. “Cada objeto es único, si alguien me pidiera dos figuras de la misma forma, no me comprometería, pues sé que es posible que no exista”, afirma Gabriel Machado, restaurador y comerciante de antigüedades, tres décadas dedicadas al oficio de acumular años en vitrinas lo han convertido en un personaje maravillado en la estética más que en los hechos.

La cueva de Alí-Babá donde esconde su amplia colección de cuadros, muñecas, figurillas forjadas en bronce o talladas en madera y demás antigüedades, no es fácil de encontrar. Ubicada en una esquina en la carrera 49C con calle 72, apenas se alcanza a vislumbrar uno que otro ribete dorado de los cientos de objetos que por causa del devenir, y tras haber pasado de mano en mano, han naufragado en ese pequeño limbo temporal que Gabriel escogió como forma de ganarse la vida.

Originario de Cúcuta, fue su esposa ya fallecida quien le enseñó a borrar las marcas que a modo de arrugas deja el tiempo sobre las cosas. Comenzó a trabajar en su ciudad natal, viajó a Cartagena y llegó finalmente a Barranquilla, donde su pasión por devolver a la vida los seres inertes de bronce, madera y cobre que llenan su tienda, encontró mercado durante más de quince años.

El tiempo, por otra parte, no ha sido tan constante en su trato como Gabriel lo es con su trabajo, la recepción por su labor y la mercancía con la que comercia han ido perdiendo el interés de las personas. Aunque en algún momento tuvo tres almacenes repartidos por la ciudad, hoy se conforma con la esquina donde pasa las tardes recostado en una mecedora. “No sé, las personas han cambiado, ya nadie busca cosas que duren para siempre lo quieren todo idéntico, desechable”.

Si antes un golpe de suerte, como un comprador interesado en una reliquia muy extraña, podía inflar sus arcas con ganancias de hasta 500 mil pesos inmediatos, ahora sus ingresos provienen principalmente de restauraciones simples que cuestan entre 80 mil a 150 mil pesos.

Cada pieza tiene su historia, algunas permanecen vedadas incluso para su propietario, quien muchas veces se limitó a adquirirlas motivado por alguna oportunidad de negocio, o cegado por la rareza de objetos tan inverosímiles como el proyectil naval de 120 mm que reposa justo a la entrada de la tienda.

“Después que uno este metido en esto de alguna forma llegan las cosas”, afirma Machado. A medida que los objetos se van acumulando estos atraen nuevas antigüedades, movidos por algún tipo de ley metafísica. Muchas veces el veterano restaurador se levanta en las mañanas preguntándose si todas las piezas de su tienda estaban ahí antes de dormir o alguna nueva se coló a hurtadillas por la noche.

No profesa amor especial por alguna antigüedad más que por las otras, ni siquiera por su cámara fotográfica Voigtlander de mediados del siglo XX, o el teléfono antiguo de 46 kilos cuyo origen, propósito y modo de uso le son un auténtico misterio. Sin embargo, se muestra especialmente orgulloso de dos cosas, un conjunto de estribos de la época bolivariana con casi dos siglos de existencia y su habilidad para hacer que hasta el metal más gastado luzca como nuevo.

“No hay nada que no podamos reparar, sin importar cómo venga”, e insiste. Los objetos llegan a morir en sus manos; madera, cobre, bronce, acero, plástico, todo encuentra una segunda oportunidad tras pasar por el cuidadoso y arduo proceso que puede llegar a durar desde un día hasta una semana.

Sentado en la entrada de la prisión detenida en el tiempo, Gabriel Machado musita su fórmula intima para la vida eterna. “No me preocupo, mientras exista el mundo, existirán antigüedades”.

Por Rafael Pabón

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.