El Heraldo
Un mono capuchino, en Villa Zunilda, juega con un celular, lo que da muestra del grado de domesticación que llega a tener esta especie de primates, imposibilitando su regreso a la vida silvestre, según los biólogos que lo cuidan. Jesús Rico
Barranquilla

‘Hogares de paso’, la última alternativa para los decomisados

El Solar de Mao, en Galapa, y el Parque Megua y Villa Zunilda, en Baranoa, son sitios autorizados por la CRA para la tenencia de estos animales.

Lina llegó caminando erguida hasta la cocina sin que nadie notara su presencia. Los trabajadores del Parque Biotemático Megua, ubicado en el municipio de Baranoa, estaban acostumbrados a verla andar libre por el lugar.

El no tener pulgares no le impedía destapar una olla de presión y sacar el contenido. En un momento de desorden la primate empezó a lanzar platos y comida.

Iader Lamilla, ingeniero forestal, es el director de la ONG Asociación Alternativas Bióticas, encargada de dirigir el parque. Megua es una especie de finca recreativa y educativa con 32 hectáreas de terreno y una distribución de las atracciones en forma de flor. “Cada recorrido es como un pétalo que regresa al centro para luego retomar otro camino”, explica.

El hombre de 50 años recuerda que ese episodio con Lina, hace unos años, los llevó a encerrarla en una jaula para evitar inconvenientes con los visitantes del lugar.

Lina es una mono araña de unos siete años de edad, 40 centímetros de altura y una actitud juguetona. Su casa está formada por cuatro columnas de ladrillos rojos que, forrados por una malla verde, arman un cuadrado de alambres de dos metros por dos, con un techo de eternit recubierto por dentro con hojas.

Disposición de animales

La marimonda, como se conoce también a esta especie de primate, “es uno de los 81 animales salvajes que el Parque Megua guarda en calidad de tenedor por pertenecer a la Red de Amigos de la Fauna Silvestre”, explica Joe García Quiñones, biólogo especialista en análisis de gestión ambiental.

García trabaja en la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), la autoridad encargada de administrar el medio ambiente y los recursos naturales renovables en el Departamento.

En el caso de la fauna silvestre que ha sido recuperada, “es deber y responsabilidad exclusiva de la CRA definir su destino en el Atlántico”, puntualiza.

En Barranquilla es el Departamento Técnico Administrativo del Medio Ambiente, Damab, el que se ocupa de esta materia.

El rumbo que deben tomar los animales recuperados está definido por el artículo 52 de la Ley 1333 del 21 de julio de 2009 y reglamentado y protocolizado mediante la resolución 2064 de 2010 del ministerio del Medio Ambiente. (Ver infografía)

“Nosotros realizamos una evaluación y seguimos un protocolo para determinar hacia dónde vamos a llevar a los especímenes”, asegura García. Agrega el funcionario que son ocho las figuras que la entidad ambiental puede utilizar.

“Liberación”, cuando se determina que la criatura puede sobrevivir en su ambiente natural; “disposición en un centro de rehabilitación”, que debe estar en poder de la entidad, pero la CRA no cuenta con la infraestructura; “destrucción” de los productos de origen animal como pieles, pelos, carne, colmillos y garras; “entrega a zoocriadores” de individuos que sean utilizados como reproductores; “tenedores” cuando resulta mejor para el animal dejarlo con la persona a la que se le decomisó; “liberaciones en semicautiverio”; “entrega a zoológicos y red de amigos de la fauna” los especímenes que no puedan ser liberados; y la última decisión sobre un animal decomisado es la “eutanasia”.

Domesticarlos, un riesgo

Junto al Parque Megua hay otros dos lugares que hacen parte de la Red Amigos de la Fauna Silvestre, El Solar de Mao y Villa Zunilda. A juicio de la CRA estos sitios cumplen con los requisitos para recibir y guardar, en calidad de tenedores, animales silvestres que no son capaces de sobrevivir por sí mismos en su hábitat natural.

Además están evaluando otros siete establecimientos en Soledad, Malambo, Juan de Acosta y Repelón.

“Infortunadamente, muchos de los animales que son recuperados llegan con múltiples limitaciones de comportamiento”, asegura Joe García.

El biólogo considera que el amansamiento es la más grave. “El animal no solo reconoce al ser humano como su guardián y alimentador, sino que en la mayoría de los casos no reconocen a sus congéneres, a los enemigos naturales y a los alimentos que deben comer”, argumenta.

Esa situación fue la que experimentó Lina al ingresar hace seis años al Parque Megua. “Cuando llegó solo ingería comida salada, de humanos. Después de un proceso de rehabilitación reaprendió a comer frutas”, indica Lamilla, un huilense que llegó al Atlántico hace 26 años.

El grado de domesticación de Lina queda demostrado cuando una persona llega hasta el sitio de contención. Ella se aproxima hasta la malla para que la acaricien, imita las muecas gestuales que le hacen y se queda tranquila mientras la soban.

En El Solar de Mao hay un caso similar con un par de ocelotes, conocidos como tigrillos, que están bajo su tutela y ya han sido lo suficientemente domesticados como para ser liberados. Esta “granja ecocampestre”, ubicada en Galapa, custodia “cerca de 20 individuos no domesticos entre reptiles, aves y mamíferos”, expresa Iván Acevedo, uno de los dueños de la empresa familiar.

El solar ofrece una experiencia vivencial con animales, tanto domésticos como silvestres, que están dispuestos en hábitats que han recreado artificialmente.

En Villa Zunilda, a las afueras del municipio de Baranoa, hay 10 animales dispuestos por la CRA. En este lugar ocurre un caso particular con tres flamencos que todas las mañanas salen a un lago artificial, que es usado para hacer deportes náuticos, “y regresan caminando al corral a las 6 de la tarde, que es la hora en la que le ponemos el alimento”, explica Xiomara Díaz, administradora del sitio.

La eutanasia. Desde 2011 siete individuos, en su mayoría mamíferos, han sido sacrificados. Aunque es lo más doloroso que pueda existir, para Joe García es “la solución final” al fallar las demás alternativas y cuando el animal llega en condiciones “muy críticas” de salud.

“Es importante que la comunidad entienda que cuando no se pueden liberar o entregar los animales, toca sacrificarlos” porque no van a ser capaces de sostenerse en la naturaleza, sentencia el biólogo.

Si no hubieran encontrado un lugar donde estar tal vez ese hubiera sido la suerte de los tigrillos en El Solar de Mao, que han perdido su instinto cazador “y necesitan de la ayuda humana”; o el de los flamingos en Villa Zunilda, que sagradamente regresan al caer la noche para recibir su ración de alimentos; o el de Lina, la marimonda del Parque Megua, que a base de cuidados y reeducación consiguió olvidarse de destapar calderos para comer mangos y guayaba.

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