El Heraldo
Efraím Gómez, Sharon Aguad y Nora Gómez conversan sobre sus costumbres Rom. Giovanny Escudero
Barranquilla

En Sabanalarga, kumpania gitana sobrevive al desplazamiento

Desde 1940 viven en el municipio. La comunidad, víctima del conflicto armado, intenta preservar sus raíces ante los condicionamientos de la “sociedad particular”.

Sharon Aguad, líder de la comunidad gitana Rom de Sabanalarga, advierte que una gitana siempre debería casarse con un gitano, pero su madre, Nora Gómez Demetrio, fue la primera en el Atlántico en romper el paradigma al casarse con un gadzhé (particular), el libanés Pedro Martin Aguad.

Nora llegó a los siete años al pueblo y a los 16 conoció a su futuro esposo. Desde entonces en la comunidad ha habido otros casos donde el amor venció la tradición Rom.

“Vivimos en Sabanalarga, pero somos gitanos cien por ciento. Venimos de familias puras (ambos padres gitanos) así que es imposible que la cultura se pierda”, comenta Sharon en la sala de su casa. No hay cuadros con dibujos esotéricos ni velas de colores en las mesas, como algunos creerían. Esta es la sala de un habitante más del municipio.

Explica que, a raíz de varias situaciones que chocan con la “sociedad particular”, se han perdido costumbres como la de ser itinerante. En 2001 se  convirtieron en víctimas del conflicto armado. Los gitanos de Sabanalarga solía vender sus artesanías, sillas de caballo y leer la mano en municipios cercanos, pero grupos al margen de la ley se los impidieron con amenazas, teniendo que abandonar para siempre sus puestos e incluso mercancías.

“Teníamos que salir corriendo, nos decían que en tantas horas ya no podíamos estar en el sitio. Perdíamos mercancía y dinero porque no podíamos volver a cobrar. Primero la vida”, enfatiza la mujer de 32 años. Hoy la kumpania (compañía) gitana de Sabanalarga está compuesta por 16 familias de 60 miembros, donde seis son adultos mayores.

Víctimas
Fue entonces cuando la Unidad de Atención Integral a las Víctimas los reunió en Bogotá y empezaron a hacer el decreto 4634 de 2011, el cual dictó medidas asistencia, reparación integral y restitución de tierras a las víctimas pertenecientes al Pueblo de Rom o Gitano.

“Solo en 2013 empezó a regir el decreto. Una de las medidas fueron las declaraciones, un proceso difícil porque al principio nadie quería declarar, todos tenían miedo”, evoca Sharon. Hasta la fecha han declarado solo 4 de las 11 kumpanias reconocidas en el país.

Alfredo Palencia, director territorial Atlántico de la Unidad de Víctimas, afirma que reconocen al pueblo Rom como sujetos de reparación colectiva. Esto implica hacer un plan para mejorar las condiciones de vida de las familias en el municipio.

“Venimos brindando ayuda humanitaria, ayuda colectiva y ahora pensamos en la individual. De acuerdo a lo que me informó Bogotá, este mismo año se harán”, afirma.  

También asegura que a cada familia se le va a dar la indemnización que implica el desplazamiento, además de ayudas humanitarias que la Unidad ha brindado.

“Las ayudas humanitarias se dan cada tres meses, de acuerdo a las condiciones de la persona. Los valores varían de acuerdo a las circunstancias y van desde $800 mil a $1.800 mil”, indica.

Cultura

Nora Gómez Demetrio lee el porvenir en la palma de la mano, una de los oficios ancestrales de la cultura gitana.


Si Nora Gómez, madre de Sharon, volviera a nacer, asegura sería gitana de nuevo. No le gusta las cosas mal hechas, ofender al prójimo y los castigos se los deja a Dios. “Vivo orgullosa de mi familia, pero quiero un cambio de vida para ellos porque hemos sufrido demasiado”, comenta la mujer en el patio de su casa, donde adecuó una mesa para enseñar algunos de sus productos y artes. Lleva una pañoleta roja en su cabeza, símbolo de que es una gitana casada.

Los Rom entraron al país desde Venezuela y los territorios conexos con el mar. La sangre de Nora lleva consigo miles de años de tradición, de la región de Sind y Punjab, en la India, de donde partieron los primeros gitanos por la violencia de las guerras. Muchos de ellos se cambiaron los apellidos por temor a ser perseguidos, pero hoy aún la violencia los marca.

Todo inició hace 50 años, cuando la gitana Maruja Gómez Demetrio, abuela de Sharon, se enamoró del gitano Alfonso Gómez, en Cúcuta. La palestina y el español se casaron y a los dos meses siguieron recorriendo el país, pasando por Bucaramanga, Cesar, Sucre, Magdalena y el Atlántico. Vivieron en más de 30 casas, donde nacieron sus nueve hijos, y luego de vivir una temporada en Barranquilla, llegaron a Sabanalarga en 1940.

Tal como sucedía en Macondo, seguramente un fuerte “¡llegaron los gitanos, llegaron los gitanos!”, fue  escuchado en las polvorientas calles del municipio cuando llegó la pareja itinerante.

“El gitano por su negocio se trasladaba de un lugar a otro con su familia. En esa época hacían carpas y no se quedaban mucho tiempo. Al llegar a Sabanalarga, la gente nunca los miró mal, pero tuvieron que arrendar casas porque las cosas comenzaron a cambiar. La alcaldía ya no permitía tomar espacios”, explica Sharon, señalando con sus manos la sala de sus casa. La única vivienda propia de las 16 familias de la kumpania.

Conmemoración
El pasado 8 de abril, la comunidad, con el apoyo de la alcaldía y la gobernación del Atlántico, conmemoró el Día Internacional del pueblo Rom Gitano, con un acto en el que participaron 49 personas y 16 familias, en Sabanalarga.

Esta celebración, que nació hace 42 años en Londres, Inglaterra, con el Primer Congreso Mundial Romá Gitano, contó con la presencia de los funcionarios de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Victimas.

La kumpania de Sabanalarga desde hace tres años realizan actividades culturales para reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de la comunidad. El festejo fue amenizado con un colorido baile, música gitana y una muestra de su gastronomía. En la noche la comunidad celebró a través de la fogata, donde las mujeres bailaron y los mayores contaron historias.

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