El Heraldo
Las crías son cargadas durante las primeras nueve semanas de desarrollo.
Barranquilla

El Tití inspira dos proyectos productivos

Comunidades vecinas de la reserva ambiental elaboran artesanías y peluches con material reciclable para cuidar el hábitat del primate. La especie es única de la Región Caribe y solo quedan unos 7.000.

A pesar de su escaso tamaño, el tití cabeciblanco, debido a la protección que tiene como especie en peligro de extinción, se ha convertido en una especie de guardián que protege el bosque tropical y a las especies que habitan su ecosistema. Pero, además, ha cambiado el estilo de vida de los pobladores que rodean su hábitat.

En octubre de 2013 la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique, Cardique, declaró mediante un decreto 422 hectáreas de bosques como Parque Regional Natural, como una forma de proteger el ecosistema en el que habita el primate.

“La medida no solo protege al tití, sino además un ‘pulmón’ de la Región Caribe y  otras especies que viven de este bosque”, manifiesta Rosamira Guillén, directora del Proyecto Tití.

Además de su labor como ‘defensor del bosque’, otra de las características que hacen importante al tití es que por su dieta a base de frutas sirve como reforestador, al trasladar semillas de los frutos que consume a diferentes lugares de su hábitat.

Por otro lado, alrededor del primate se mueve una industria que beneficia a las familias que ya no talan los árboles del hábitat para convertirlos en leña, ni los capturan para venderlos como mascotas.

Como parte de la labor para preservar y cuidar el tití, el proyecto ha capacitado a los habitantes de corregimientos y municipios que viven alrededor del parque natural el Ceibal para que generen ingresos siendo cuidadores del ecosistema.

Unidades productivas

El Proyecto Tití adelanta con las comunidades de los corregimientos y municipios que circundan la reserva regional dos estrategias de negocios y tienen en etapa probatoria otras dos.

Un grupo de 45 mujeres son las encargadas de elaborar llaveros, peluches y ecomochilas para sostener a sus familias.

Ana Isabel Castillo recuerda los inicios de las unidades productivas en el año 2003 y cómo se ganaban la vida antes de vincularse a la iniciativa. “Primero fuimos 25 las que decidimos asistir a la capacitación. Nos dedicábamos a trabajar en casas de familias en Cartagena y Barranquilla, pero decidimos cambiar nuestro estilo de vida”, afirma la mujer del corregimiento de Los Límites, en Luruaco.

En la pequeña población está asentada la sede del Centro Artesanal de Conservación Ambiental donde se reúnen para acopiar los productos que cada ‘socia’ va elaborando en su casa.

“Nuestro labor también protege el medio ambiente porque reciclamos bolsas para convertirlas en algo duradero, como un bolso o una mochila. Antes cortábamos árboles y los convertíamos en leña”, apunta Castillo.

Para un bolso playero utilizan unas 250 bolsas medianas. Trocean cada una de tal forma que la vuelven una tira enrollada.

Girleza Guzmán, una mujer del corregimiento el Hobo, en el municipio de Santa Catalina (Bolívar), asegura que cuidar al tití y su hábitat es de “las mejores cosas” que le han pasado. “Ahora somos nuestras propias jefas, distribuimos nuestro tiempo y podemos estar pendientes de nuestros hijos y sobre todo de nuestros maridos”, comenta.

Ella hace peluches de felpa y llaveros con forma de titíes.  En un día pueden hacerse entre 2 y 3 muñecos.

Recuerda que en vacaciones de junio del año pasado tuvieron que armar “350 peluches en 15 días” para exportarlos a Estados Unidos.

Disneyland, en el estado de la Florida, es su principal aliado y comprador. La bióloga Anne Savage, directora de conservación para Walt Disney Park and Resort, es quien realizado los contactos para expandir el mercado.

Otro proyecto de recuperación es el de recolección de botellas plásticas vacías. Alfredo Martínez es el encargado de realizar esta labor junto a un ayudante. El joven habitante de Los Límites recoge de 150 a 180 kilos semanales que a través de una máquina trituradora convierte en picadillo para vender a empresas.

“Con ese plástico triturado pueden crearse estacas para delimitar terrenos. Con eso las personas evitan estar cortando árboles para armarlas y consiguen un poste que resiste agua y sol”, explica el asistente de programas comunitarios.

La historia

La primera vez que Anne Savage, una joven estudiante norteamericana, vio un tití cabeciblanco fue en 1981 en el campus de la Universidad de Winsconsin Madison, en el centro de Estados Unidos.

Lo más probable es que el pequeño primate fuera uno de los entre 20.000 y 40.000 individuos que fueron exportados en los años 70 a Estados Unidos para investigaciones biomédicas. Debido a que desarrollaron adenocarcinoma de colon, un tipo de cáncer con origen en células de tipo epitelial o glandular, fueron usados como animales de laboratorio.

Por el riesgo en que fue puesta la población, fue declarada En Peligro (EN) en 1973. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), actualmente esta variedad de primate se encuentra en Peligro Crítico de Extinción, al borde desaparecer en estado silvestre. (Ver recuadro)

Para Savage su encuentro con el pequeño mamífero fue amor a primera vista y en 1985 fundó el Proyecto Tití en Colosó, municipio del departamento de Sucre.

“Al comienzo fue complicado porque había que generar conciencia en los habitantes de la zona de que había que proteger al tití”, recuerda la bióloga vía telefónica.

Luego de establecerse y conseguir el reconocimiento de la comunidad que vivía alrededor del bosque seco tropical de la zona, apareció otro obstáculo para la estrategia de conservación: la guerrilla.

“Aunque no fuimos amenazados directamente, la presencia de la guerrilla en la zona era muy fuerte por eso tuvimos que movernos”, explica Savage.

En 1999 el proyecto fue trasladado a Santa Catalina, un municipio de Bolívar colindante con el departamento de Atlántico. Desde entonces han enfocado sus esfuerzos “en la generación de conocimiento científico sobre la biología y la ecología del tití cabeciblanco”, señala Rosamira Guillén.

“Hemos trabajado intensivamente en la sensibilización de las personas sobre la importancia de esta especie y de su conservación, las amenazas que enfrenta y las posibles soluciones para garantizar su supervivencia en el largo plazo”, agrega.

Según el último censo realizado entre 2012 y 2013, la población de los pequeños primates llegaba a unos 7.000, 400 menos que el sondeo entre 2006 y 2007.

Especie endémica

El tití cabeciblanco es una especie de primate ‘del Nuevo Mundo’ o platirrino, de hábitos diurnos y territoriales, que habitan solamente al borde de los bosques o en las selvas secundarias en el noroccidente de Colombia, en un territorio sumamente limitado, entre el río Atrato y el bajo río Cauca y río Magdalena, en los departamentos de Atlántico, norte de Bolívar, Sucre, Córdoba y norte del Urabá chocoano (ver mapa).

“Sus características son únicas. Hay especies parecidas pero no como la que tenemos acá en la costa”, asegura la directora del proyecto (ver infografía).

 

 

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