El Heraldo
La máquina de diálisis es parte del mobiliario en el cuarto de Biava.
Barranquilla

Costeños, los más renuentes a donar órganos

En Colombia sigue siendo alto el número de personas que se niega a ceder partes de su cuerpo o del de sus familiares para mejorarles a otros su calidad de vida. Tres historias muestran el drama detrás de la espera y el alivio después del trasplante.

Una noche de junio de 2014 Carlos Biava recibió la llamada que esperaba desde diciembre de 2011. “Le hablamos de Colombiana de Trasplantes –le aseguró una mujer al otro lado de la línea– hay un posible donante. Le recomendamos que solo tome agua y sus pastillas. Lo volvemos a llamar en un rato”. (Haga clic aquí para ver infografía).

“Ñerda, me llegó la vaina”, dijo acostado en la cama, junto a su esposa. Con una mezcla de nervios y emoción su mano temblorosa colgó el teléfono. Desde 2010 sus riñones dejaron de cumplir su función: procesar las sustancias tóxicas en la sangre, provenientes de los desechos que resultan de la descomposición normal de los alimentos y de los tejidos activos, como los músculos. Por eso desde aquel entonces se somete a diálisis diarias, un tratamiento que suple el trabajo de estos órganos.

Después de la llamada, Biava hablaba animadamente con sus dos hijas y su esposa en su casa en el barrio El Silencio, en el suroccidente de Barranquilla. Estaba preparándose para la cirugía que tendría al día siguiente, cuando el teléfono volvió a sonar.

“Señor Biava lamento informarle que el donante tuvo una parada cardíaca”, le dijo la misma mujer que había llamado 30 minutos antes. “No podemos hacerle el trasplante”.

Cada vez hay menos donantes en Colombia. El pasado 14 de octubre se celebró el Día Mundial de la Donación de órganos y Trasplantes, una oportunidad para mirar cómo se encuentra Colombia en esta materia.

Al igual que Carlos Biava, en Colombia 1.838 personas más estaban, a junio pasado, en lista de espera para un órgano o tejido, 30% de ellos, aproximadamente, son menores de 18 años, según cifras de la Red de Donación y Trasplantes. Esta entidad es la encargada de coordinar las donaciones de órganos y tejidos a través de un sistema que dividió al país en seis regiones.

El año pasado en Colombia se realizaron 961 trasplantes de órganos, 147 menos que en 2012 (1.108), lo que representa una disminución del 13%. De esos solo 8 se hicieron en Barranquilla que es la sede de la región 5, que incluye además del Atlántico a Bolívar, Magdalena, Sucre y La Guajira.

La publicación Newsletter Trasplant, del Consejo Europeo en asociación con la Organización Nacional de Trasplantes de España, ubica al país ibérico como líder a nivel mundial en donación de órganos con una tasa de 35 donantes por millón de habitantes (DPMH).

Muy lejos se encuentra Colombia con una tasa de 7 que la ubica en quinto lugar en Latinoamérica. Paraguay encabeza la lista con 17 DPMH, seguida por Argentina con 14, Brasil con 13 y Cuba con 8.

Durante los últimos años el porcentaje de negación familiar pasó del 25% en el 2009 a 37% en el 2013. Hasta junio de 2014 la cifra de rechazo familiar llegaba al 34%. Ximena Escobar, directora ejecutiva de Fundonar Colombia y médica coordinadora de trasplantes, explica que esta disminución se debe a “la negativa de los familiares del donante cadavérico”.

Con respecto a las regionales, la número 5 es la que lidera este capítulo. De 13 parientes entrevistados el año pasado 12 se negaron, un 92%. Hasta la fecha solo se han realizado 20 trasplantes en Barranquilla.

Estadísticas del Instituto Nacional de Salud muestran que durante el primer semestre de este año, la regional 5 (Atlántico, Bolívar, Magdalena, Sucre y La Guajira) tenía el porcentaje más alto del país en negativa familiar con el 83,3%, mientras que la región que le seguía, la integrada por los Santanderes, Cesar y Arauca, alcanzaba un 55%.

Eso esclarece en parte el porqué Biava lleva casi tres años esperando por un riñón.

Conectarse a una máquina para seguir viviendo. La compatibilidad es la clave para que pueda realizarse un trasplante. Además del tipo de sangre A positivo, Carlos Biava debe esperar a que una persona que ronde los 68 años, el 1,72 metros de estatura y los 67 kilos de peso que él tiene sea declarada con muerte cerebral para poder recibir uno de sus riñones.

Mientras eso ocurre debe someterse a las diálisis. De estas existen dos tipos: una peritoneal, que puede hacerse en la casa del paciente, y una hemodiálisis, que debe realizarse en un centro médico. Carlos escogió la peritoneal porque “no es tan traumática”,  aunque asiste a controles cada mes para cerciorarse de estar en condiciones para recibir el trasplante.

A raíz de su enfermedad ha tenido que transformar su cuarto en una enfermería. Además del televisor, un crucifijo en la pared, dos mesas de noche y un clóset, adorna su habitación una máquina de diálisis peritoneal automatizada, DPA.

Desde 2012 este aparato, llamado también ‘cicladora’, reposa sobre una repisa al costado derecho de la cama, a un metro y medio del suelo. La máquina elimina del organismo los productos de desecho y el exceso de agua.

Todas las noches al acostarse Biava debe conectarse a la ‘cicladora’ por medio de un catéter que tiene en el peritoneo, en la parte baja del abdomen. Mientras duerme la DPA lleva a cabo el proceso de limpieza de su organismo con una solución salina, lo que tarda unas 9 horas.

“Ahora es mucho más sencillo que antes, cuando debía hacerme la diálisis manual”, asegura sentado en la sala de su casa. Con una sonrisa intenta borrar las dificultades por las que ha pasado.

Para un hombre que trabajó 15 años en Cementos Caribe y que acostumbraba a valerse por sí mismo no es sencillo tener que depender de otros. Hijo del maestro Pedro Biava, Carlos también sintió inclinación por la música. Estuvo vinculado a las orquestas Sinfónica de Barranquilla y de la Universidad del Atlántico, en la parte de percusión.

“Antes de que la EPS me diera la máquina debía hacerme las diálisis manualmente cada 4 horas, unas 4 veces al día. Mis hijas y mi esposa tuvieron que tomar un curso para aprender a hacerlas”, cuenta.

Ahora trata de cuidarse y espera el momento en que su teléfono vuelva a sonar. Anhela que sea para confirmarle que debe trasladarse a la Clínica La Asunción para el trasplante, aunque cree que eso puede tardar por “la falta de cultura de donación” que hay en la Costa. “La gente aquí no le para bolas a eso”, lamenta.

“Uno sabe que es difícil que aparezca un órgano. Las personas no se han concientizado de lo importante que es y de la cantidad de vidas que se puedan salvar”, sostiene con un tono de resignación, aunque se siente preparado para afrontar una operación. Comprende que cuando un órgano es sacado de un cuerpo tiene pocas horas de vida útil. En el caso del riñón tiene un máximo de 24 horas para trasplantarse, explica Fernando Girón, cirujano especialista en trasplantes.

Una segunda oportunidad. Hace siete meses la vida dio un vuelco para el también barranquillero Jorge Amín Hernández. Diez años atrás fue diagnosticado con cirrosis hepática, una afección en la que el hígado se deteriora lentamente debido a una lesión crónica.

Entre las causas de esta enfermedad están el consumo excesivo de alcohol y las hepatitis B y C. En el caso de Amín fue el desorden alimenticio y el alto consumo de grasas los que le produjeron el trastorno. En febrero de este año su hígado colapsó y tuvo que ser incluido en la lista de espera.

A través de la ventana de su casa en el barrio La Floresta, en la localidad Riomar, un rayo de sol se cuela y reposa sobre el pantalón gris que lleva puesto. Ese calor le recuerda el contraste con el frío que sintió en Bogotá mezclado con la ausencia de sus hijos y la impotencia por no saber hasta cuándo tendría que esperar. “Eso fue horrible. A cada segundo quería regresarme pero debía esperar por si salía un donante”, comenta Jorge Amín, de 55 años, sentado en una la silla de madera.

Su traslado a la capital de la República se debió a que en esa ciudad, además de Medellín, Cali y Bucaramanga, es donde realizan este tipo de trasplantes. La otra razón es que el hígado, al igual que el páncreas, tiene un tiempo de caducidad de 6 horas, aclara el cirujano Girón.

A las 9 de la noche del 1 de agosto le anunciaron que al día siguiente sería trasplantado. “Mi esposa, mis 2 hijos y mi hija me dieron la fortaleza para soportar las 8 horas que estuve en cirugía, el 2 de agosto”, asegura Amín quien con cuidado desabotona la camisa de cuadros grises con azules que lleva puesta. Una cicatriz de unos 30 centímetros en la parte media del abdomen revela el lugar donde el médico tuvo que cortar para colocarle el hígado ‘nuevo’.

Tan profunda ha sido la dolorosa experiencia que su esposa ha decidido donar “todos los órganos que los médicos necesiten” y él mismo también desea “brindarle una oportunidad a otros” así como él la ha recibido.

Salvado por una moneda. 500 pesos y una máquina medidora de presión sanguínea le salvaron la vida a Luis de la Rosa Niebles, de 1,80 metros de estatura y de complexión delgada acorde a sus 61 kilos de peso. En la empresa donde trabajaba como asesor comercial era brigadista y hacía cursos con los bomberos, lo que le permitía mantener una buena resistencia física y un ritmo cardíaco con una presión constante de 120/80. Por eso se sorprendió cuando el 31 de diciembre de 2006 un examen con un aparato en el Éxito de la 72 reveló que tenía la presión alta, en 140/90.

El sábado 6 de enero, tras varios análisis los médicos, determinaron que padecía una insuficiencia renal y debía empezar un tratamiento de diálisis. Por primera vez estuvo dos horas conectado a una máquina que limpiaba su sangre del exceso de sustancias tóxicas como el potasio y la urea.

Toda su vida ha tenido que luchar para sobrevivir, literalmente. “Cuando mi madre tenía siete meses de embarazo se cayó de un bus y yo me desprendí del útero. Nací con las paredes del estómago pegadas y los médicos no me daban 8 días de vida. Ahora tengo 48 años”, narra. Sentado en el sofá del apartamento que comparte con su esposa y dos hijas bebe un trago de agua. Cada sorbo le recuerda que durante un año y 11 meses la cantidad de líquido que podía ingerir era muy reducida.

En junio de 2008 entró a la lista de pacientes en espera por un donante de riñón. Para él eso significó proteger más su cuerpo porque consideraba que aunque todos los pacientes eran posibles candidatos “recibir un órgano era un derecho que debíamos ganarnos”.

En diciembre de 2008 tuvo que viajar a Bogotá para ser trasplantado. Por eso ríe y comenta que es “un costeño con parte de cachaco”. Así se convirtió en uno de los 9.008 trasplantados que hubo en Colombia entre 2005 y 2013.

“Creo que en la Costa tenemos falta de cultura y no nos hemos concientizado de las muchas vidas que podemos salvar”, opina mientas agrega, visiblemente apenado, que antes de su padecimiento tenía un desconocimiento total de la donación de órganos en Colombia.

Leyes para mejorar el índice de donación. En el Plan Obligatorio de Salud, POS, están incluidos los trasplantes de riñón, hígado, corazón, pulmón, médula ósea y córnea, pero están por fuera las vías aéreas (tráquea y laringe), el intestino, la piel, el tejido óseo y las válvulas cardíacas.

En Colombia casi el 40% de los pacientes en lista de espera fallecen ilusionados con la esperanza de un órgano. Durante los 10 años de creación de la Red de Donantes y Trasplantes unas 197.000 personas han expresado su voluntad de donar órganos y tejidos inscribiéndose a través de la página www.ins.gov.co o de la línea 018000113400.

La negativa de los familiares al momento de la ablación echa por tierra los deseos del donante. Contra esta situación en el Congreso cursan dos proyectos de ley para que los deudos no puedan oponerse a que una persona sea donante.

Al respecto, Ximena Escobar opina que es una excelente oportunidad “para que en el país se tome conciencia de las vidas que pueden salvarse: hasta 55 personas pueden beneficiarse por un donante. Nosotros estamos haciendo un trabajo de culturización porque la donación es mejor cuando sale del corazón”.

Proyectos de ley

Actualmente en el Congreso de la República están en trámite dos proyectos de ley que intentarán aumentar el índice de donación en Colombia. El más adelantado es el presentado por el senador conservador Efraín Cepeda, con el que se pretende que los ciudadanos puedan expresar su deseo o no de ser donantes de órganos en el momento de tramitar la cédula de ciudadanía, la licencia de conducción o el carné de la EPS. Por su parte, Rodrigo Lara Restrepo, representante a la Cámara por Bogotá, radicó un proyecto que busca que mientras una persona no exprese en vida su negativa a donar órganos, estos pueden tomarse sin necesidad de recurrir al consentimiento de los familiares. También establece que las IPS deben tener los mecanismos para detectar la muerte encefálica y la oportunidad de donación.

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