El Heraldo
Casimiro, de 100 años y Felipe, de 98, dos de los tres hermanos Palencia Cantillo que aún sobreviven. Jesús Rico
Barranquilla

Casi tres siglos de vida en tres hermanos

Las edades de Casimiro, Felipe y Benito suman 294. El mayor de ellos celebró sus 100 años el pasado jueves Santo, el mismo día que falleció Gabriel García Márquez, por lo que sus parientes se reunieron para homenajearlo.

La longevidad es de familia. De ello pueden dar fe Casimiro, Benito y Felipe Padilla Cantillo, tres hermanos que han sido premiados con vidas duraderas, cargadas, sin duda, de gratas experiencias.

Casimiro, el mayor de los tres hermanos que aún sobreviven, nació el 14 de abril de 1914, por lo que el pasado lunes llegó a los 100 años. El jueves Santo, mientras millones de personas en Colombia se enteraban de la noticia de la muerte de  Gabriel García Márquez, una celebración de vida con alrededor de 100 asistentes alegraba la cuadra de la calle 67A con carrera 7C del barrio Ciudad Camelot, en el municipio de Soledad, Atlántico.

Al agasajo asistió Felipe, de 98 años, nacido el 24 de agosto de 1915, quien durante la fiesta siempre estuvo conversando alegre con su hermano mayor.

“Desafortunadamente Benito -el hermano de 96 años- no pudo llegar como estaba previsto; ha estado un poco enfermo por estos días”, aseguró Casimiro Padilla Medina, hijo del cumplimentado.

Experiencias. “¡Nacimos en Córdoba, Bolívar!”, exclamó Casimiro al ser indagado por el lugar que los vio surgir.

De esta zona del centro del departamento, los Padilla conservan la mayor parte de sus recuerdos. A Casimiro le gusta contarlos,  sobre todo si se trata de hablar de cómo surgió su amor por la música.

“Papá tocaba en las fiestas en la plaza del pueblo. Antes se usaban totumas como tambores. Uno se acostaba temprano, a las 7 de la noche, pero yo me levantaba y, escondido de mamá, desde la casa lo escuchaba tocar. Él tenía una mochila grande y ahí metía la totumas; entonces yo cogía una totuma y, conforme mi papá tocaba,  yo iba tocando también, y así fui aprendiendo”, relató.

El patricarca de los Padilla, como era conocido don Benigno Padilla en el municipio, tuvo 16 hijos: Pabla, Carmen, Santos, Carmela, María, Delfina, Josefa, Cruz, Benigno, Vicente, Carlos, José, Francisco y los tres protagonistas de esta historia. “Catorce de esta lista fueron fruto de la unión con mi abuela Carmen Cantillo, y dos con una plateña”, según relata Casimiro Padilla Medina, uno de los 13 hijos del cumplimentado.

Tanto doña Carmen como don Benigno se oponían a su hijo que Casimiro se involucrara con la percusión. “Primero tu papá y ahora tú, eso es malo, las mujeres lo aborrecen”, le indicaba su madre al hombre que hoy alcanza los 100 años.

“Mi hermana Carmela me decía,  ¡Casimiro, ahí viene la vieja buscando quién está sonando las totumas!, y yo salía corriendo y me acostaba”, explicó entre risas.

Varios años transcurrieron antes de que los padres de Casimiro Padilla Cantillo comprendieran que de su hijo tenía impregnado la pasión por el tambor, tanto que aún interpreta el instrumento. Según relató, otro día su papá venía de un toque con los amigos y se dio cuenta que había usado las totumas: “Carmela me abrazaba y le decía, ¡papá, deje al negrito, no le pegue, no le pegue! Yo nací fue así, delgaditico, entonces papá me cogía por los pies y me daba con la chancleta, tan, tan, tan. Y luego cogía el tambor y lo aseguraba. Después fueron entendiendo que era lo que a mí me gustaba”, narró.

Felipe, de muy pocas palabras pero siempre sonriente, también aprendió a tocar como Casimiro. Pero sin duda unos de sus recuerdos favoritos es el de la hora de ir a la cama. “Dormíamos en el suelo, en unas esteras, los varones de un lado y las mujeres en otro. Entonces Casimiro, buscando porque uno se orinaba y se quitaba de ese puesto corría al otro y lo poníamos en ese puesto. yo era el que me orinaba. sin vergüenza y le daban con la chancleta”.

Familiares y vecinos compartieron con Felipe y Casimiro durante la fiesta. Todos extrañaron la presencia del tío Benito.

Llegada a Soledad. En el año 2000, víctimas del desplazamiento, la mayor parte de la familia tuvo que emigrar a otras regiones. En Córdoba tuvieron que abandonar sus cultivos de maíz, tabaco, yuca, ajonjolí, platano y guayaba, entre otros, para salvar sus vidas.

La mayor parte del grupo se asentó en el municipio de Soledad. Casimiro reside en Ciudad Camelot y Felipe en el barrio Las Moras.

Benito, el hermano 96 de años y próximo a cumplir los 97 este 26 de abril, se fue a vivir con otros parientes en Plato, Magdalena, de acuerdo con lo relatado por  Francisco Padilla, sobrino de los tres longevos.

“Somos una familia muy unida y estamos felices aquí”, indicó Casimiro Padilla Medina, asegurando que “82 nietos, 97 bisnietos y 14 tataranietos forman parte de ella”.

En plena celebración de su centenario, Casimiro Padilla tocó el tambor, como en sus viejos tiempos.

La celebración. Con parranda vallenata incluida, familiares y vecinos de los Padilla Cantillo festejaron el cumpleaños número 100 de Casimiro.

El momento más emotivo fue cuando Casimiro hijo comenzó a cantar:“Nosotros las pilanderas, pilamos de mañanita, pa' sacar la harina, pa' las arepitas”. De inmediato, su padre cogió el tambor y empezó a tocar con entusiasmo y todos asistentes aplaudieron conmovidos.

“El que quiera cantar, cante”, exclamó Felipe, quien posteriormente también interpretó el instrumento.

Desde Venezuela también vinieron varios nietos que no se quisieron perder el agazajo en honor a la vida de su ser querido.

“Me siento alegre porque todos están bailando, pero yo ya no puedo bailar. El cuerpo lo siento dormido y una resequedad en la garganta  y ronco y sordo pa' acaba' la cosa, pero estoy contento”, dijo el cumplimentado entre risas.

Felipe asegura que pese a haber sufrido de una isquemia, tres meses atrás, siente que aún le queda vida por delante.
 

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