El Heraldo
Gabriel García Márquez en las calles de Cartagena. EFE
Barranquilla

Cartagena, el refugio de Gabo en Colombia

El Corralito de Piedra fue el lugar al que el Nobel siempre regresaba. Allí, en el Centro Histórico, construyó una casa y funciona la sede la Fundación para el Nuevo Periodismo que auspició.

Gabriel García Márquez solía decir que levitaba, al igual que los fantásticos personajes de su Macondo, cuando caminaba a sus anchas por las calles de Cartagena de Indias, iluminadas por el sol o bañadas de luna.

El Nobel de Literatura llegó hasta las plazas y callejones de la ciudad de piedras después del Bogotazó (1948).

En la capital estudiaba para ser abogado. Se fue hasta el diario de El Universal para ganarse la vida como periodista y allí encontró a su gran maestro y corrector de textos, que le tachaba con un lápiz rojo, el sanjacintero Clemente Zabala, uno de los hombres importantes en la formación literaria y periodística de García Márquez.

La ciudad vieja apenas estaba cuajándose para llegar a ser lo que es hoy. Gabo a las salidas y en los intermedios de las jornadas de trabajo, solía caminar plácido por la calle San Juan de Dios, donde quedaba el periódico y que es una de las de acceso al casco colonial y que queda a pocos pasos de donde las olas del mar Caribe rompen contra las piedras.

El Nobel atravesaba los baluartes y las murallas para saciarse de este encanto colonial.

Y recorría por la calle de Las Damas y el parque Bolívar y pasar por la plaza de la Aduana y el hoy portal de Los Dulces, sitio que alberga vendedores de cigarrillos y de dulces de coco, de leche y de papaya, entre otros; y a emboladores de zapatos.

Aquella era una ciudad fantasmagórica, que alimentó la creación del escritor, tal como lo dijo su hermano, Jaime.

Muchas de estas calles y plazas resultaron ser los escenarios de la historia de amor de Florentino Ariza y Fermina Daza (El amor en los tiempos del cólera); y de otras novelas y cuentos, entre ellos Del amor y otros demonios.

Gabo se la pasaba en el portal de los Mercaderes, hoy plaza de Los Coches; veía aquellas casonas coloniales con sus balcones, sus amplias salas y jardines; el templo de la plaza Santo Domingo.

Así como los antiguos hospitales y conventos, que se convirtieron en hoteles de lujo como el Santa Clara y el Santa Teresa.

El hijo del Telegrafista de Aracataca se nutrió de toda esa riqueza mágica de Cartagena de Indias y de su cercanía con el mar.

En los años 80 y 90, decidió comprar una gran casa antigua, en una esquina de la ciudad vieja, frente a las murallas y al lado del hoy hotel Santa Clara.

Allí se hacían grandes parrandas y tertulias de amigos. Gabo creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y su sede sigue funcionando en la calle San Juan de Dios, muy cerca de donde trabajó como reportero, en sus años mozos.

Por esas décadas solía venir con frecuencia a la nueva Cartagena de Indias, con sus monumentos recuperados y sus plazas habilitadas para el turismo. Era invitado a muchos eventos. 

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