El Heraldo
Originalmente el trayecto del tren cubría los 12 kilómetros del tajamar. Hoy en día buena parte se tiene que hacer a pie. Jesús Rico
Barranquilla

Bocas de Ceniza, un lugar mágico que no tiene dolientes

Quienes quieren deleitarse con el encuentro del río y el mar deben enfrentar toda una odisea porque el lugar está en el completo olvido.

Barranquilla es una de las pocas ciudades del mundo  que se puede preciar de ostentar una de las ubicaciones geográficas más privilegiadas del globo, como diría el mismísimo y desaparecido bardo caribeño,  el inolvidable Joe Arroyo, del Caribe aflora, bella, encantadora, con mar y río una gran sociedad bla bla ble ble blo blo...

Y es precisamente en Bocas de Ceniza donde se puede apreciar lo privilegiados que somos los barranquilleros por tener la fortuna de poder  asistir a esa especie de milagro natural que ocurre frente a nuestros ojos  cuando  el río Magdalena desemboca en el Mar Caribe sumiéndose  en un majestuoso y profundo abrazo.

Ya se ha convertido en un cliché porque se ha repetido hasta la saciedad que la ciudad ha estado de espaldas al río.  Sin embargo, miles de turistas que aprovechan sus días de descanso como este puente festivo, siguen visitando el mágico lugar que ha inspirado a todo tipo de artistas, poetas, pintores y cantores de toda índole y laya.

Resulta decepcionante que el acceso a este bello  lugar no  sea más que una especie de travesía incómoda y por momentos frustrante.

Es doloroso para todos los turistas que nos visitan y para todo aquel que le duele su ciudad,  que la vía que conduce del barrio Las Flores hasta el mismo tajamar de Bocas de Ceniza, hoy no sea más que una especie de viejo y olvidado camino de herradura empantanado en algunos de sus tramos, lleno de desniveles, pedregoso y descuidado.

Los trencitos de la felicidad. Muy folclóricos y coloridos resultan estos pequeños vagones que la misma comunidad se ingenió para atravesar los 12 kilómetros de tajamar que los separan de la misma punta de Bocas de Ceniza.

Pintorescos, primarios y muy artesanales resultan estos 6 vagones que bordean el río y el mar a través de una vieja y oxidada vía férrea  a 15 kilómetros por hora, en medio de un paisaje natural que deleita los sentidos pese a los sobresaltos,  el ruido del motor y el fuerte temblor que hace que se sacuda cada una de las fibras del cuerpo de quienes se apuntan a esta aventura.

A lo largo de los 12 kilómetros de vía, unas viejas casuchas que suman cerca de 103 en su totalidad, enseñan un cuadro de extrema pobreza y miseria, que terminan por incidir en el juicio del visitante viciando su deleite.

Ayer, miles de turistas eligieron pasar su día en las playas de Puerto Mocho o paseando en los improvisados vagones que en este momento ya no cubren el recorrido en su totalidad porque la línea férrea se ha destruido con el tiempo y el resto del tramo se tiene que hacer a pie.  Son cerca de treinta minutos de caminata bajo el inclemente sol para poder llegar a la punta del tajamar.

El tren está disponible de 8 de la mañana a 5 de la tarde y para subirse hay que pagar una boleta que tiene un costo de diez mil pesos por el servicio de ida y vuelta.

Los pequeños trenes son tirados por un motor de unos 12 caballos de fuerza y que en algunos momentos los ayudantes y el conductor tienen que encarrilar manualmente. 

Pese a  los grandes proyectos que se desarrollan en la zona como el puerto de aguas profundas, el sector debería ser el más desarrollado y productivo corredor turístico de nuestra ciudad por toda su historia y belleza, pero hoy no es más que otra tierra del olvido.

Entre pescadores curtidos de cometa, aficionados y todo tipo de turistas que sin lugar a dudas disfrutan de la caminata y el encuentro con el paisaje, las gaviotas, los cangrejos y demás elementos del entorno, los pocos entrevistados estuvieron de acuerdo que un lugar como este no se merece  la indiferencia de la ciudad, de sus dirigentes, gremios y habitantes en general.

En ocasiones las ruedas se salen de los rieles y son reacomodadas de forma manual por los ayudantes del conductor.

El clamor de los turistas. “Es increíble que esto esté así. Aquí hay que cambiar todo. El mal estado de la vía, los tugurios, la invasión. Hay que invertir en los trenes, en la vía férrea, que uno pueda viajar con comodidad y más seguro”, dijo Éder Díaz, un barranquillero que trajo a sus hijos para que conocieran un lugar que él considera como el más valioso   con el contamos los curramberos.

“Esto es el desperdicio más increíble que yo pueda haber visto. Este podría ser el activo turístico más importante de esta ciudad, pero lo que nos rodea está lleno de una precariedad primitiva que da tristeza. Todo, la vía, los trenes, la pobreza que circunda aquí. Es doloroso porque este lugar es muy hermoso”, asegura un ingeniero bogotano que ayer visitó el tajamar del que alguna vez hace más de 40 años pudo disfrutar en sus mejores épocas. 
 
Considera que si el Gobierno no invierte en el sector, se acaba. “Uno quisiera que esto mejorara pero la verdad es que nosotros no tenemos los recursos”, expresó Manuel Jiménez, pescador y propietario de la caseta Sol, Mar y Río.

El ingeniero chileno Rodrigo Navarrete, que caminó el tajamar durante algunas horas y  que tampoco fue ajeno al embrujo del paisaje, piensa que el lugar está demasiado descuidado. “Aunque yo he podido viajar un poco y conocer, nunca había visto un lugar como este, pero lastimosamente está algo descuidado”, afirmó.

Víctor Linares, propietario de la caseta La Preferida, ubicada en Puerto Mocho, uno de los sectores que ayer recibió una gran afluencia de turistas y bañistas, afirma que teniendo en cuenta la importancia del lugar, se han anunciado muchas inversiones.

“Se supone que acá van a organizar un montón de cosas, los trenes,  se vienen hoteles para acá. Mejor dicho, esto va hacer un corredor turístico muy importante ya se viene el Superpuerto. Lo bueno es que el turista sigue viniendo y nos va muy bien, sobre todo en temporada de vacaciones”.

Para el secretario de Cultura, Patrimonio y Turismo, Afif Simán, los propietarios y trabajadores de los restaurantes del barrio Las Flores han sido capacitados, con el apoyo del Viceministerio de Turismo.

“Hemos venido trabajando para lograr que en el sector de Las Flores se ofrezca un mejor servicio. Aquí se ha liderado un proceso importante con los gremios que nos han apoyado”, explicó.

El proyecto. Por su parte, Mario Muvdi, presidente de la junta directiva nacional de Cotelco, explicó que desde hace varios años elaboró un proyecto turístico que involucra a la familias del barrio con tres frentes específicos de trabajo: lo social, lo productivo y lo cultural.

El funcionario explicó que el proyecto que ya está muy adelantado apunta a  trabajar de la mano con la empresa pública y privada.

La idea es pavimentar la calle principal del sector, por lo que se gestiona el proyecto ante la Alcaldía y la Gobernación. “La idea es involucrar las comparsas del Carnaval y volver eso un rumbódromo”, explicó.

El segundo paso será transformar la entrada al barrio, la vía férrea y gestionar trenes con vagones mucho más elegantes y cómodos.

Planteó que la parte donde termina el tajamar se puede pintar al igual que las casas y los negocios aledaños con colores llamativos, sembrar plantas tropicales e instalar un faro que ilumine la entrada por el río.

Todo esto lo vamos a trabajar con el gobierno nacional, el departamental y el distrital, demás de la empresa pública y privada”, aseguró.

Mientras este proyecto comienza ejecutarse y a tomar forma, los turistas siguen dejándose seducir por el embrujo cenizo de este lugar emblemático, aunque esté recibiendo las cuchilladas del olvido de esta ciudad procera e inmortal, bañada de agua dulce y salina y madurada al sol del Caribe.

Los turistas se pasean en motocicletas y también caminando hasta coronar la punta. 

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