Jairo Buitrago"Shirley Taborda, de 23 años, mira con ternura a su tercer hijo, que nació ayer a las 5 a.m. en el Hospital de Barranquilla.

Cuando se acerca una fecha tan especial como la celebración del Día de la Madre, muchos corazones se alegran, pero otros no sentirán lo mismo.

EL HERALDO recopiló cinco historias de mujeres costeñas que son un ejemplo de tenacidad. Entre ellas está una madre vallenata que tiene la fortuna de tener a varios reyes vallenatos entre sus hijos como es el caso de Ovidio y de Aimes, quien ganó en el reciente festival.

Isabel Melo de Granados dice orgullosa que los festejos de la madre empezaron la noche en la que Aimes ganó.

En Sucre homenajeamos a Aleida Carrascal, quien desde 2002 no festeja la fecha porque su hijo Aristides Mercado desapareció, de ahí que anhele saber noticias de él. “Hoy no quiero flores. Él me traía aunque fuera una, no volvimos a saber de mi hijo desde el día que viajaba entre Sincelejo y San Onofre.

En Sabanalarga, Atlántico, encontramos la dramática historia de Claudia Patricia Lara, damnificada de la ola invernal que devastó el Sur del departamento y que desde entonces duerme junto a su marido y sus dos hijos en un albergue temporal porque perdió su casa. Ahora su sueño es que le regalen un techo propio para su familia, sobre todo para María Daniela, de escasos 29 días de nacida.

En Santa Marta está la líder arhuaca Edilma Mercedes Torres, quien hoy festejará junto con sus cinco hijos en Nabusímake, Sierra Nevada, en donde asistirá a un encuentro con líderes y mamos. Ella dice que los detalles espirituales son más importantes que los materiales.

Por eso el tributo que hoy le queremos rendir a ese puñado de mujeres que desde diferentes puntos de la Región Caribe, se empeñan en salir adelante junto a sus hijos, pese a las adversidades. Un homenaje que tendría colorido si el hijo de Aleida aparece o si Claudia tiene una casa para vivir junto a su familia. Lo importante es que hoy puedan sonreír.

Edilma Torres, Magdalena

Una indígena que vive la tradición occidental

Edilma Mercedes Torres, es una madre arhuaca para quien los detalles materiales no significan tanto como los espirituales. Mamá de tres hombres y dos mujeres, considera que “una frase de amor o un beso de un ser querido, vale mucho más que cualquier objeto”.

Auxiliar de Enfermería, de 40 años, miembro del Consejo Directivo de Dusakawi, empresa administradora del régimen subsidiado, con asiento en Valledupar, ‘Meche’ – como le dicen con cariño - ha sabido manejar con acierto su desempeño profesional y su interacción social en las dos culturas, la indígena y la occidental.

Casada con el director de la oficina de comunicaciones Zhigonezhi, de la organización Gonawindua Tayrona, Amado Villafaña Chaparro y madre de Ángel Vicente, Dilia Mercedes, Gunzareima, Atyseinekan y Duiarugunkma, dijo que el Día de las Madres lo pasará en Nabusímake, Sierra Nevada, en donde atenderá el llamado de líderes y mamos con relación a una reunión del Consejo Directivo de Dusakawi.

“Lo importante es que ellos, mis hijos, me tienen presente y saben que con una sola llamada que me hagan, con solo oírles la voz, me hacen feliz”, comentó.

Reconoce que en la Sierra Nevada uno no se da cuenta de esta celebración, pero cuando se interrelaciona con el mundo occidental hay que aprender y compenetrarse.

“Uno sabe que es madre y que es agradable cuando se nos hacen muestras de amor”, precisó.

 

Aleida Carrascal, Sincelejo

Un día para recordar a los hijos desaparecidos

Aleida Carrascal, Blanca Velásquez, Petrona Blanco, Arsenia Bustamante, María Geney y 35 compañeras más del grupo Red de Tejedoras de la Memoria tienen un día especial: recordar a sus hijos desaparecidos.

Por eso, cargan sus fotos con sus respectivos nombres en el pecho y en las paredes de la catedral de Sincelejo, en un acto denominado “Plantón por la memoria”.

Aleida Carrascal (foto) perdió a su hijo Aristides Mercado Carrascal el 22 de julio de 2002. Cabizbaja y frente a la galería de fotografías expuestas al público, recuerda con nostalgia las últimas flores que recibió de él hace nueve años.

“Él siempre me llevaba flores, ojalá fuera un clavel, por eso este domingo voy a recordarlo como lo hago desde el mismo día que desapareció, cuando viajaba de Sincelejo a San Onofre”.

Todas repiten una historia parecida y coincidente en algunos casos con la fecha de desaparición. “Mi hijo salió por los lados de San Onofre… Javier y Jesús iban a trabajar y la última vez que los vieron fue por los lados de Toluviejo… mi hijo salió para Chinulito y no regresó jamás…”.

Ellas, las madres de los hijos desaparecidos, llevan 9, 10 y hasta 12 años buscando una información sobre sus seres queridos.

Rumualda Paternina Oviedo, dice que a pesar de no tener ninguna información, ni siquiera en las audiencias de sus victimarios, mantienen viva la esperanza de tener, al menos, alguna noticia “aunque sea de donde están sus tumbas”.

En Sucre, cerca de 180 madres siguen buscando a sus hijos que los desapareció el conflicto armado, por eso hoy no será un día de flores para ellas.

Yaneth Hernández, Montería

Un mal recuerdo que deja la violencia

Sentada en su taller de modistería, Yaneth Melina Hernández Narváez de 56 años, recuerda con voz entre cortada el suceso que cambió su vida. Por culpa de la violencia, esta mujer de 56 años de edad, nacida en Montería, perdió a sus padres y a un hermano. Sus familiares fueron asesinados en la vereda San Rafaelito, corregimiento nuevo paraíso, zona rural de Montería, Córdoba.

El día de la masacre, Yaneth estaba armando el arbolito de Navidad y de repente se le cayó, asegura que de inmediato tuvo un mal presentimiento que se confirmó más tarde: su familia había sido asesinada.

Los hechos sucedieron el 14 de diciembre de 1992, cuando su padre José Emiliano, su madre María y su hermano Prisciliano cultivaban arroz. En ese entonces, varios hombres ingresaron fuertemente armados y cegaron la vida de sus seres queridos, disparando indiscriminadamente contra ellos.

Hoy día Yaneth vive con una hermana y varios nietos. Se dedica a la modistería y administra su propio taller de confecciones. Tiene 2 hijos mayores de edad y está entregada al cristianismo. Recuerda con mucho dolor a su familia, pero siempre es consiente que hay que salir adelante. El día de las madres, no le trae muy buenos recuerdos. Ofrece una misa en honor a su madre fallecida y luego cena con sus dos hijos.


Claudia Patricia Lara, Atlántico

“Llevo 5 meses en un albergue del Sur, ya quiero tener mi casa”

La única celebración con la que soñaría Claudia Patricia Lara en el Día de la Madre era que hoy pudiera recuperar la casa que perdió el 6 de diciembre en Campo de la Cruz cuando las aguas del Canal del Dique la destruyeron por completo. A punto de dar a luz a su segundo hijo, la mujer de 19 años tuvo que huir con su marido Luis Alberto Cisneros antes de que la inundación los arrastrara. De allí salieron solo con una cama porque las pocas cosas que tenían se perdieron. La pareja humilde ha estado dando tumbos de albergue en albergue. La única alegría que han tenido en medio de tanta tristeza fue el día que nació María Daniela, hoy con 29 días de vida.

Además de anhelar un techo, Claudia quiere aprender a leer y a escribir, sobre todo ahora que como damnificada, tiene que firmar cada vez que recibe una ayuda humanitaria. “Lo único que sé es escribir mi nombre, Luis Alberto me enseñó”.

La desesperación de la pareja aumenta cada vez que pasan los días. Claudia, Luis y sus dos hijos fueron reubicados temporalmente en la finca ‘Santa Rosa’ en jurisdicción de Sabanalarga, pero insisten en que quieren tener su vivienda como antes de la tragedia que destruyó una vasta zona del Sur del Atlántico.

“Estamos viviendo en un alojamiento de seis metros de largo por tres metros de ancho. Aquí solo tenemos la cama y la cuna de la nena. Tenemos que compartir un baño comunitario y para cocinar, tenemos que ir a la calle. La temperatura es insoportable y así vivimos 260 personas. Es inhumano”, dice.


Isabel Melo, Valledupar

La matrona de la dinastía Granados

Isabel Melo dice que recibió su regalo de madres por anticipado, cuando en la madrugada del primero de mayo, decenas de personas llegaron a su casa en el corregimiento de Mariangola para festejar que su hijo, Almes Granados, se había coronado rey del Festival de la Leyenda Vallenata.

La misma alegría la había embargado hace algunos años cuando sus nietos Hugo Carlos y Juan José Granados, hijos del también acordeonero Ovidio Granados, se habían alzado con el título en el certamen. “Me siento orgullosa con tantos triunfos para el folclor”, señaló la mujer de 87 años, con una vitalidad que impresiona.

Tuvo 12 hijos con Juan Granados, un acordeonero de la región: Ovidio, Hugo, Juan, Hilda, Mireya, Wilman, Amanda, Almes, María Isabel, Enilda, Leonel y Adelmo, conforman la continuidad de su existencia que además le han dado más de 30 nietos y otros 30 biznietos.

Señala que como su hijo mayor Ovidio, Almes era inquieto desde niño por el instrumento. “Siempre supe que iba a ser músico”, precisó.

El Día de Las Madres para Chave, como cariñosamente la llaman es una fecha especial. “Recibo muchos regalos, pero el principal es que cada año todos se van para mi casa en Mariangola, hijos, nietos, biznietos, en fin una gran familia. Allá nos reunimos, yo les preparo sancocho y festejamos”.

Y es que sus hijos han tenido vena musical no solo por parte de su esposo, sino de ella misma. Era prima del famoso Alejo Durán y su hermano Martiniano Melo, fue quien enseñó a tocar a sus muchachos.

El rey Almes Granados señaló que es una bendición tener a su madre al lado. “A ella le dedico este triunfo”, sostuvo.
 

 

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