Borrar mural para poner propaganda política es un acto irracional: sector cultural de La Guajira
El convenio era preservar la obra durante cinco años.
La destrucción de un mural pintado en el 2010 en el municipio de El Molino, por el artista guajiro Ed Ariza Cortés y la pintora de Boyacá Ruby Arévalo, para poner una aviso político, causó malestar y al mismo tiempo solidaridad entre el gremio cultural de La Guajira.
Mientras el alcalde de la población José Fernando Zabaleta, manifestó no saber el por qué fue borrada la obra de arte, gestores culturales, pintores y representantes del gremio artístico se pronunciaron a través de las redes sociales en contra del hecho.
Nicolás Lubo, director de la Corporación Tradición y Cultura, manifestó que “el sacrificio del artista no es valorado, los murales que fueron realizados por los artistas guajiros deberían ser como el libro más preciado que tiene cada persona en su hogar”. Agregó que a pesar de que pasen los años, deben preservarse con un debido mantenimiento.
La consejera nacional de Cultura, Doris Cabeza, rechazó de este tipo de actos que atentan contra el arte y la creatividad de los artistas guajiros. “Es un gran irrespeto, un acto de irracionalidad con el autor porque no debe primar un afiche político ante esta obra”, indicó.
El gestor cultural y curador Eusebio Siosi dijo que esta hecho es una falta de respeto con el artista y con el mismo municipio por tratarse de un bien cultural.
El mural hacía parte del proyecto Murales Patrimoniales del departamento de La Guajira y fue elaborado en el año 2010 por los dos pintores, quienes tardaron un mes para plasmarlo en la pared.
Afirmó que a pesar de que fue destruido el año pasado para colocar una propaganda del cesarense Alfonso Mattos, quien aspiró al Senado en las elecciones del 2014, solo se dio cuenta en las pasadas fiestas patronales de la Virgen del Rosario cuando visitó la población.
Explicó que en la pintura, elaborada en acrílico, se transmitía la alegría de las fiestas de la Virgen del Rosario de esa población en la que los molineros y forasteros se engalanan con plumas y mantas para rendirle tributo a los indios Cariachiles y venerar a su patrona. Se estableció el convenio entre los dueños del predio y la administración local era mantener el mural durante al menos cinco años. Cuando se firmó este el dueño era el señor Jaime Vega, pero la propiedad cambió de dueño y ahora es de Gina Gnecco, quien al parecer vive en otro municipio. EL HERALDO intentó contactar a la señora Gnecco pero hasta el cierre de la edición no había sido posible.
