El Heraldo
Francisco González, hermano del fallecido, en la capilla del cementerio de Baranoa. Giovanny Escudero, Johnny Olivares y cortesía
Judicial

Muere hombre fulminado por un rayo en zona rural de Tubará

Una centella acabó con la vida de un campesino que cerraba portón de finca, en Tubará. En Colombia cada año mueren al menos 100 personas por esta causa.

La probabilidad de que un rayo caiga sobre una persona es de una a tres millones, de acuerdo al Servicio Nacional de Meteorología de Estados Unidos. Y la noche del martes Edwin Gerónimo Flórez González, campesino, de 38 años, murió a causa de uno en Tubará. Se cumplió la mínima posibilidad, pero su hermano Francisco González no le atañe el suceso a la mala suerte, sino a la voluntad divina.

Sentado en una banca de la capilla del cementerio regional de Baranoa, con la cabeza inclinada hacia abajo, afirma que “Dios así lo quiso y ante su voluntad no hay nada que hacer”.

Eran las 6:50 p.m. Aquel martes en la noche la lluvia caía sin pausa, mientras el cielo era iluminado por constantes relámpagos y los truenos detonaban entre las nubes.

Nada que Edwin no hubiese visto durante los tres años que llevaba viviendo en la finca Los Palmares, herencia de su padre, Fabio González Santiago, quien murió de un ataque al corazón.

Edwin, como de costumbre, había ido a recoger en burro a su hija, de 8 años, en casa de su madre. Luego de transitar varias metros de trocha e ingresar a la finca, -cuenta su hermano- la niña le advirtió a su padre de que había dejado el portón abierto y este se devolvió a cerrarlo.

“Ahí fue cuando sucedió todo. Hasta ahí alcancé a escuchar la historia”, advierte Francisco, al girar su mano derecha en el aire, en señal de desconocimiento. El brillo en sus ojos parece aumentar, mientras su voz se entrecorta. Una luz fue lo último que vio su hermano.

Los rayos pueden generar descargas eléctricas de hasta mil millones de voltios y en promedio tienen una longitud de 1.5 kilómetros. Francisco dice que su hermano no tuvo quemaduras, pero su corazón se detuvo. Al burro y a la menor no les sucedió nada.

Personas del sector lo llevaron en una hamaca hasta el hospital de Tubará, donde intentaron reanimarlo, pero permaneció sin signos vitales.

“Nunca nos había sucedido algo similar, uno no está preparado para ver esas cosas”, comenta Francisco con la mirada nuevamente hacia el piso. Algunos familiares lo observan de lejos, en la puerta del cementerio, donde funciona la sede de Medicina Legal en Baranoa. Ninguno más quiere hablar sobre el hecho que los acongoja.

Edwin Gerónimo Flórez González tenía un negocio de venta de cerdo y se dedicaba a la agricultura en la finca. Allí vivía con su esposa y sus dos hijas, una de 8 años y otra de 2. Su hermano lo recuerda como alguien muy alegre y dado con la gente.

“Jamás pensó que lo podía sorprender la muerte de esa forma, pero así fue”, enfatiza el entristecido hermano.

Edwin será enterrado en el cementerio de Tubará, al lado de su padre.

Fenómeno

De acuerdo con el Programa de Investigación sobre Adquisición y Análisis de Señales de la Universidad Nacional (PAAS-UN), cada año en Colombia las descargas eléctricas  matan a no menos de 100 personas y dejan a 500 más heridas.

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