Judicial

“Me salvé porque no tuvo tiempo de apuntarme” : víctima de un atraco

El comerciante uruguayo herido por un atracador, en el barrio Santa Ana, cuenta por qué intentó evitar el asalto a varios comensales • Por tercera vez fue víctima de un robo.

Jorge Eduardo Silveira Pereira cumple cinco días hospitalizado, tras ser baleado en medio de un atraco a su establecimiento de comidas rápidas. Aunque todavía tiene la bala alojada en el muslo izquierdo, el uruguayo se muestra sereno para entregar detalles de lo ocurrido la noche del jueves en la carrera 63 con calle 58, barrio Santa Ana.

 En medio de la frialdad que arropaba la habitación 418 de la Clínica General del Norte, sobre una camilla tradicional que tiene el tamaño justo para él acostarse, Jorge Eduardo sonrió ante el saludo del encuentro con esta casa editorial.

“Acaban de pasar la noticia mía”, expresa luego de ver un noticiero televisivo que relató lo sucedido a las 8:05 p.m., cuando un delincuente irrumpió en su restaurante para atracar a los comensales, provocando la reacción del charrúa: se armó con la varilla con que remueve el carbón e intentó golpear al delincuente para frenar el robo, gesto que le costó recibir un balazo.

¿Por qué el estallido de coraje?, ¿no era mejor quedarse quieto? Son algunos interrogantes que surgen al ver el video. Silveira responde ambas preguntas en una sola frase: “Me hubiera podido quedar quieto y no pasa nada, pero eran clientes a quienes les he visto crecer a los hijos, y ya los hijos vienen con las esposas; entonces, es como una familia”. 

El comerciante, de 60 años y residente en Barranquilla desde 1991, apenas puede mover el cuerpo en la camilla. Aun así se nota enérgico al evocar el momento en que enfrentó a ‘Boni’, el nombre que exclamó el motorizado que esperaba por el hombre armado, cuando vio que el uruguayo iba tras él.

“El conductor me dice ‘quédate quieto, no te pasará nada’, y capaz que era así, pero no podía quedarme de brazos cruzados”, precisa.

Jorge aprieta los puños, abre a más no poder los ojos y rememora: “Tenía al pistolero enfocado, él estaba de espaldas, pero el de la moto le grita: ‘hey, Boni, cuidado’, y se da vuelta”. Y reflexiona: “Menos mal que estaba yo cerca de él porque él giró y disparó; si le hubiera dado tiempo de apuntarme, no estaba contando el cuento”.

Una vez, en 2006. Silveira lamenta que esta Barranquilla sea más insegura que hace 26 años. “Antes, recién llegado a la ciudad, andaba por Rebolo, La Chinita y nunca me pasó nada, jamás”. 

La primera vez que había sido víctima de asalto en esta capital fue en 2006. “Unos tipos me siguieron para quitarme $1,2 millones que había retirado del banco, uno de ellos me apuntó en la cara y traté de desarmarlo, pero el compañero me empujó y no lo pude hacer, me salvó mi esposa cuando se asomó y comenzó a gritar”. 

“Al tiempo, otros tipos intentaron robarme la bicicleta en Barlovento, eran las 6 de la mañana, pero los ataqué con la misma bicicleta y luego escapé”, añade mientras mira al techo y, sonriendo, anota: “creo que tengo otras siete vidas más”.

Silveira mantiene el semblante firme, pide justicia y que las autoridades capturen a sus agresores. “No por venganza, sino por justicia natural”. 

Solo se acongoja al recordar a su hija, de 16 años. “Es la menor de mis tres hijos (otros dos varones), tiene 16 años y me parte el alma que no la pueda ver, simplemente no se anima a verme así y no la quiero obligar”, cuenta entre dientes y con las mejillas empapadas en lágrimas. 

En la clínica aguarda que la EPS Salud Total, a la que está afiliado, autorice el envío de un fijador que le deben instalar en la pierna izquierda y, así, comience el proceso de recuperación por la fractura de fémur que le causó el disparo.

Jorge Silveira se recupera en una habitación de la Clínica General del Norte.
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