El Heraldo
Escena del 28 de agosto en la carrera 21 con 30, en la que, en pleno aguacero, un sujeto armado (de blanco) intimida a una persona junto a otros dos.
Judicial

Con la lluvia también sufre la seguridad de los barranquilleros

En agosto fue asesinado un joven que quedó en medio de una pelea de pandillas en Carrizal. Vecinos de barrios del sur denuncian enfrentamientos constantes y atracos a transeúntes y conductores.

En Barranquilla la lluvia es sinónimo de parálisis, por los arroyos que arrastran vehículos o personas. A esas emergencias, que en algunos casos terminan en muertes, se suman el vandalismo y los enfrentamientos entre pandillas que bajo los aguaceros ajustan cuentas.

Barrios como Carrizal, El Bosque, Siete de Abril, Las Américas, Santa María, Santuario, San Luis, Santo Domingo, San Roque y el corredor de la calle 17, sufren de esta pesadilla bajo la lluvia, denuncian sus residentes.

La evidencia de esta grave situación es la muerte de Steven de Jesús García Vega, 18 años, quien recibió un balazo en la espalda cuando intentaba refugiarse de un enfrentamiento entre los Panela y los Novios Crédito bajo un aguacero.

El muchacho se desplomó a la vista de sus amigos con quienes jugaba fútbol en la denominada cancha de Los Burros, en la calle 50E con carrera 1 de Carrizal.

Sobre su muerte una vecina comentó que “cada vez que llueve esas pandillas se cogen a piedra por aquí; también están los Tomasopa y los Mijitos... se sacan armas, chopos, navajas porque los de allá no pueden coger para acá, y así”.

Por ello, Consuelo Lemus, ama de casa del sector, le prohibió a sus hijos de 12, 13 y 15 años que salgan a bañarse cuando llueve.

En Siete de Abril

Gladys Tobías Carrillo no puede sacar de su mente la tarde del pasado 26 de febrero: su nieto de 10 años fue herido en un ojo con una bala perdida, en medio de una riña entre los Solitos y los Ratas.

Cuando el menor jugaba con unos amiguitos se desató un tiroteo entre los bandos y el niño cayó tendido en el  piso de una tienda ubicada en la esquina de su cuadra.

Aunque ese día no llovía, su abuela dice que cada vez que llueve fuerte los combos de Siete de Abril, Santo Domingo y Santa María salen a las calles y las convierten en campos de batalla. “Se cogen a piedra, a machete y lo más grave es que ahora es a disparos”.

Otros vecinos confirmaron que los pandilleros también aprovechan la lluvia para atracar y robar. “Se forma la atracadera y todo el que esté pasando por ahí lo roban”, denuncian.

La zona conocida como los Tres Postes, ubicada en el corredor de la 17, es uno de los sectores en donde más se presentan dificultades de seguridad en la ciudad.  

De acuerdo con el docente y presidente de la Junta de Acción Comunal de Siete de Abril, Manuel Ramírez, el mismo ambiente en el que se levantó este barrio y las condiciones de desplazamiento de muchos de sus residentes, que incluso vinieron marcados por otro tipo de violencia,  ha sido el “caldo de cultivo” para generar en el sector unas condiciones sociales complicadas y difíciles.

“Estos muchachos se levantan en familias con problemas porque o no está el papá, o está ausente la mamá o ambos; no tienen oportunidades de empleo y son pocas sus oportunidades de estudio. Hay demasiado pelao ocioso, desocupado, y eso influye mucho en todo esto”, enfatiza el maestro.

En su concepto, estos jóvenes se trenzan en feroces enfrentamientos porque salen a correr en los aguaceros y se encuentran con sus rivales que hacen lo mismo. El afán de hacer respetar las “fronteras invisibles” da pie a una violencia absurda.

Alumnos del profesor Ramírez dieron a conocer un rosario de nombres curiosos de bandas y pandillas que se mueven en el sector y los barrios aledaños: los Cripys, los Rastas, los Solitos, los CMR, los Pea Tranca y los Calladitos, entre otros.

El educador insiste en que los integrantes de dichos grupos se encuentran “faltos de afecto y de atención”. Sus edades oscilan entre los 13 y 25 años.

“Uno acá intenta trabajar con ellos y los involucra en diferentes programas distritales para tratar de cambiarles la mentalidad, pero se necesitan mayores esfuerzos”, comenta Ramírez.

El arroyo y los atracos. En otro sector distante, los comerciantes del barrio San Roque, en el corredor de la calle 30, son testigos de excepción de las fechorías cometidas bajo la lluvia por vándalos y delincuentes.

“Sale un combo de pelaos y se ponen a atracar. Cuando pasa el arroyo (de Hospital) y los carros o las motos se parquean, aprovechan de una y empiezan a robar”, contó el comerciante Rodolfo Bovea.

Para el docente Manuel Ramírez, hay que hacer un mayor esfuerzo institucional.

Para Jorge Senior, trabajador de la zona, es urgente una mayor presencia de la Policía porque los ladrones lo que hacen es cambiar de esquina cuando advierten que llegan las autoridades.

“Esos pelaos –dijo– se vienen con chopos, con navajas, con revólveres y el que esté mal parqueado lo atracan”.

A lo Bien y va Jugando

Con base en los análisis del Distrito, el director del Fondo de Seguridad, Jorge Ávila, explica que este fenómeno es mucho más acentuado en la localidad Metropolitana, que es la que tiene mayor densidad de grupos pandilleros.

Una de las acciones que ejecuta la Alcaldía para enfrentar problemas como el de la inseguridad bajo la lluvia y los enfrentamientos de las pandillas, es el programa Va jugando, que atiende a 100 grupos en 4 localidades, en el que participan 1.300 jóvenes.

Ávila sostiene que si bien existen estos problemas, los mismos han disminuido por la intervención del Distrito. “Va Jugando cuenta con cerca de 60 personas que trabajan en campo, día y noche,  en una labor de prevención y contención de situaciones que podrían terminar en riñas. Cuando alertamos que puede llover en una zona, el equipo de trabajo está mucho más atento a lo que suceda”.

De acuerdo con el intendente de la Policía Zoilo Asprilla Lara, coordinador del programa Jóvenes a lo Bien, los arroyos impiden el acceso de la Policía a algunos sectores y los delincuentes  se aprovechan de  esa circunstancia. Explica que cuando hay ambiente de lluvia las patrullas del cuadrante saben que deben ubicarse en zonas conflictivas que tienen identificadas.

Asprilla recuerda que Jóvenes a lo Bien es un programa que les brinda a los pandilleros la posibilidad de estudiar, de acceder a cursos básicos y crear unidades productivas para mejorar su calidad de vida.

Pero, pese a los esfuerzos del Distrito y la Policía con estos dos programas todavía en la ciudad un importante número de jóvenes sigue delinquiendo, incluso en este escenario insospechado de la lluvia.

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