El Heraldo
Israel es un pueblo que busca y quiere la paz; no obstante, el actual gobierno con su propuesta de crear un Estado judío, no permitiría resolver sus diferencias con los vecinos.
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¿Se convertirá Israel en ‘Estado Judío’?

Crece la polémica por la propuesta reiterada de Benjamín Netanyahu. Comunidad internacional habla de nuevo escollo para la paz.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, destituyó el pasado 2 de diciembre a dos de sus ministros de orientación política de centro que criticaron su política de gobierno, y convocó elecciones anticipadas con el propósito de lograr un gobierno más conservador. El parlamento está examinando la Ley de Disolución, así que las elecciones podrían celebrarse en marzo o abril de 2015.

Netanyahu precipitó la crisis con la destitución del ministro de Finanzas, Yair Lapid, y de la ministra de Justicia, Tzipi Livni, los cuales atacaron duramente al gobierno. Netanyahu, además, respondió así: “No toleraré ninguna oposición en mi gobierno… En el estado actual de las cosas, no puedo dirigir al país”.

Si Netanyahu logra una mayoría relativa podría formar un gobierno más conservador mediante una alianza con los partidos nacionalistas y religiosos. Con la disolución el Gobierno se verá obligado a cesar su mandato 3 años antes del fin de la legislatura. Una coalición gubernamental más conservadora alejaría la posibilidad de reanudar las negociaciones de paz palestino-israelíes, en punto muerto desde el año 2000.

Netanyahu ha sido primer ministro en tres ocasiones, y es favorito en los actuales momentos, en caso de elecciones. Los partidos de derecha tienen la mayoría según los sondeos, lo que significa que Netanyahu mantendría su puesto. El principal punto de discordia ha sido su controvertido proyecto de ley para reforzar el carácter judío del Estado de Israel, que viene creando tensiones internas desde hace varias semanas. Una vez se vote la disolución, la composición del gobierno no puede ser modificada. Con la destitución de los dos ministros moderados, Netanyahu tiene en sus manos un gabinete más manejable, el cual le permitirá conducir los temas pendientes hasta los próximos comicios.

La disputa es entre Netanyahu y el parlamentario Lapid, quien dirige el Yesh Atid, un partido político de centro con el mayor número de parlamentarios (19), el cual tiene otros cuatro ministros, en el gabinete de Netanyahu, dispuestos  a renunciar. En días pasados, Netanyahu presentó a Lapid cinco exigencias para salvar el gobierno, entre ellas, el apoyo al proyecto de ley sobre el Estado judío. Livni, por su parte, declaró que esta disolución permitirá a los electores escoger entre su “sionismo” o libre autodeterminación del pueblo judío, y el “extremismo”, fundamentalismo o integrismo del primer ministro.

Base del análisis. Hannah Arendt (1906-1975), filósofa y política alemana de origen judío, escribió “¿Qué es la política?”, un ensayo redactado en la década de 1950, en plena Guerra Fría del mundo bipolar. Según ella, el mundo político es el ámbito de la palabra, del consenso, del acuerdo, de las relaciones de cooperación que prosperan en una atmósfera de legitimidad. Así, la política es el arte de construir consensos, sin suprimir las diferencias y la pluralidad, lo cual Netanyahu no hizo al no incluir la perspectiva del ministro de Finanzas, Yair Lapid y de la ministra de Justicia, Tzipi Livni.

Establecer un “Estado judío” significaría establecer o legalizar una discriminación racial basada en un estado confesional, no laico, con un credo racista. De esta manera, se podría minar o destruir el fundamento democrático que se estableció el 14 de mayo de 1948 cuando se fundó el Estado de Israel en Palestina.

Lo anterior significaría que habría ciudadanos israelíes de “segunda clase”, los cuales no tendrían los mismos derechos que los de “primera clase”; es decir, los que no caben o quedan por fuera de la definición estatal de “judío”, como los árabes musulmanes, los árabes cristianos y los palestinos.

El Estado de Israel se fundó como solución a una política racial discriminatoria histórica en la antigua URSS, Europa del Este en general y Alemania en particular, y es contradictorio que el gobierno de Netanyahu quiera implementar una política de estado discriminatoria y contraria a la razón de ser del estado democrático de Israel.

Más leña al fuego

El grupo yihadista (EI-Isis), que ahora se autodenomina Califato, busca no solo reunir bajo un mismo gobierno a todos los musulmanes de la tierra sino eliminar a los miembros de otras religiones, como los judíos, los cristianos en cualquier versión (católica ortodoxa o evangélica protestante), los yazidíes e incluso los musulmanes que no pertenezcan a su confesión sunita, como los chiitas.

Pero, más allá buscan reconquistar todos los territorios antiguamente controlados por los musulmanes, incluyendo la península Ibérica, India, Asia Central y algunos de Europa del sur, es decir recrear el Califato que se desarrolló entre los años 632 y 661 d.c., extendido desde Portugal hasta India y desde  el desierto del Sahara hasta las cimas del Cáucaso.

Tensión mundial

Refundar ahora un Estado israelí judío significaría tener el Estado iraní islámico chiita y el actual Estado Islámico (EI–ISIS), también fundamentalista islámico pero Sunita. Esto, sin duda, crearía un ambiente propicio para el estallido de una tercera guerra mundial sin consecuencias previsibles y en un ambiente altamente volátil desde todo punto de vista.

Lo anterior es posible porque la sociedad palestina está experimentando un proceso de islamización, lo cual no es nuevo, pues este fenómeno llegó de la mano de la corrupción del gobierno palestino en Gaza, desde la creación de la Autoridad Nacional Palestina en 1994, cuando sus dirigentes destinaron gran parte de las ayudas internacionales a crear una cuantiosa cantidad de cuerpos de seguridad pocos funcionales e instituciones administrativas totalmente burocratizadas.

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