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Luis Rodríguez Lezama
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Los negros azules renacieron tras la ola invernal

En Carreto, corregimiento de Candelaria, una mujer rescató del olvido una danza que tiene su origen a inicios del siglo anterior. 

En un sencillo cuaderno de 100 hojas rayado, Clorys Machacón Cantillo tiene escritos apartes de la memoria histórica de su tierra, Carreto, uno de los dos corregimientos pertenecientes al municipio de Candelaria, la ‘sultana’ del sur del departamento del Atlántico. 

La mujer, de 46 años, atesora esa libreta e incluso no la suelta de sus manos para mostrarla, pues, asegura, que esta contiene material significativo de sus ancestros, el cual ha venido recogiendo a través de un maratónico trabajo “puerta a puerta”, en medio de calurosas jornadas. A esos peregrinajes la acompaña su sobrino Alexis Quevedo Rodríguez, 23 años, que es cantante de bullerengue y artesano. Ambos conforman un equipo de guardianes de la historia. 

Casualmente, según Clorys, uno de esos relatos que tomó de los más viejos del pueblo, entre estos sus allegados descendientes de esclavos, sirvió para rescatar unos años atrás la danza de los Negros Azules, expresión cultural de tradición, similar al Son de Negro de Santa Lucía, población del sur del departamento, junto al Canal del Dique. 

Con la diligencia de una experimentada bibliotecaria, Clorys busca en su cuaderno y lee: “según investigaciones de mi sobrino Alexis Quevedo y mi persona, nos encontramos con que aquí se dio la danza del baile de negros, aquí se pintaban de negro. En época de carnavales hacían un evento llamado ‘la Conquista’, en el que se bailaba.  Pero en la fiesta, otros negros, de otros municipios, venían a Carreto a robarse a la presidenta o la reina de la fiesta”. 

Luego continúa: “Eso lo hacían frecuentemente de robarse a la reina y los que se dejaban robar tenían que pagar un tributo o los castigaban. A las reinas se la robaban, para sacársela a vivir, otros negros del Canal del Dique”. 

Un joven danza frente a una niñas, mientras el grupo toca ‘Rama de tamarindo’. Luis Rodríguez Lezama

Entre los negros danzantes de Carreto, de acuerdo con la historia de Clorys, “empezaron a preguntarse el por qué les pasaba eso, y algunos negros dijeron porque todos eran iguales, se confundían. Se parecían. Fue así como empezaron a buscar un mecanismo de defensa y encontraron en el azul de lavar ropa, algo diferente. Cuando se pintaban para La Conquista ellos decían que eran tan negros que parecían azules. Así empezaron los Negros Azules de Carreto”. 

La publicación del 2000 ‘Elogio a la Afrigenía’ del profesor Jaime Arocha Rodríguez, PhD en antropología de la Universidad de Columbia y director del Centro de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, habla sobre trazo del puente que une a África con América.

En el documento hay un aparte dedicado al Carnaval y su resistencia, que explica el origen de las manifestaciones culturales que hasta hoy perduran. 

“Según esa hipótesis, como todo el bajo Magdalena, Barranquilla pertenece al área cardestoléndica caribeña. Las comparsas de toda esa región ritualizan acciones de resistencia iniciadas por los esclavizados durante la colonia. Parte de ellos se integró a los cabildos de negros que los españoles les consintieron formar en Cartagena a los recién desembarcados que compartían afiliaciones étnicas y lingüísticas. Esas agrupaciones permitían el apoyo mutuo y la curación de las heridas sufridas durante la travesía transatlántica. Sin embargo, los cautivos fueron convirtiendo sus cabildos en espacios de rebeldía a cuyos miembros los convocaban mensajes clandestinos codificados en toques de tambor. En esas reuniones, cuyas huellas carnestoléndicas perduran hasta hoy, cantaban, bailaban, invocaban a sus antepasados, entronizaban reyes y reinas de la fiesta, y celebraban ceremonias de sus religiones ancestrales (...)”.

Pequeños danzantes posan con sus tradicionales muecas para el lente de EL HERALDO. Luis Rodríguez Lezama

El éxodo

Hacia los años 50, la construcción de la carretera Oriental, la vía que recorre de sur a norte el Atlántico y va paralela al colosal Magdalena, cambió totalmente la topografía y la hidrografía del sur del Departamento. Esta vía, con su inclinación, formó un muro de contención que acabó con los ecosistemas de las ciénagas Vieja y de Sábalo, en Candelaria, debido a que los caños que las alimentaban desaparecieron.

Por aquello, los campesinos de la región, quienes necesitaban un puerto en donde embarcar sus productos agrícolas y llevarlos a Barranquilla, decidieron marcharse a otras latitudes  para conseguir su sustento. Intentaron hacer una nueva vida. 

Esta es una de las razones por las que, según Clorys, se perdió la cultura de Carreto. “Se perdió la tradición porque no hacían carnavales. Los negros azules no volvieron a aparecer”. Ella recuerda que así pasaron muchos años, incluso hasta la época reciente. 

En 2010 el fenómeno climático de La Niña ocasionó en gran parte del territorio nacional desastres e inundaciones, y el Atlántico no estuvo exento. En ese periodo las lluvias fueron incesantes y en esta zona de la Región Caribe, exactamente en los sectores rurales, los campesinos lamentaron la pérdida de sus cultivos por culpa del agua.

Fue esa terrible ola invernal la que el martes 30 de noviembre de ese año, a las 4:40 p.m., rompió en el kilómetro 3 más 300 metros de la carretera paralela al Canal del Dique, entre Calamar y Santa Lucía, dejando inicialmente un boquete de cuatro metros de largo. El agua comenzó a reclamar el territorio, inundándolo  furiosamente.

A las pocas horas esa abertura fue cediendo hasta completar 240 metros de longitud, lo que provocó una inundación sin precedentes. El agua del canal, la misma del río Magdalena, se llevó todo: casas, animales y cultivos.

Una investigación de la Universidad del Norte determinó que el ingreso al cono sur del Atlántico de 2.200 millones de metros cúbicos de agua -la misma cantidad que serviría para llenar 800.000 piscinas olímpicas- inundó hasta el tope los hogares en los municipios de Santa Lucía, Campo de la Cruz, Candelaria, Manatí, Repelón, Suan, Luruaco y algunos corregimientos de Sabanalarga. Por el lado norte del vecino departamento de Bolívar también resultaron afectadas varias poblaciones.

Clorys, vecina de la calle 5 con carrera 3, frente a la iglesia de San Roque de Carreto, rememora que el agua tapó hasta el techo algunas de las viviendas y eso llevó a un nuevo éxodo de pobladores. 

“La gente se fue para otros lados. Pero mi familia y yo nos quedamos aquí. Nuestra casa no alcanzó a inundarse toda”, sostiene la mujer. 

Luego del desbordamiento del Dique, con el paso del tiempo, ella entró a los programas del Gobierno Nacional para atender a la población víctima de la ola invernal y consiguió recursos para echar a rodar la idea que traía en mente antes de la tragedia. 

“Con la inundación de 2010, la ruptura del Boquete, nace la Corporación Carreto Cultural. Colombia Humanitaria y Pastoral Social trajeron una cantidad de proyectos y entre esos nos preguntaron que quiénes querían hacer cultura. Nosotros les dijimos que teníamos nuestro aporte y sacamos de nuestra libreta de anotación de historia a los Negros Azules, lo hablamos con la Secretaría de Cultura y nos dijeron que era un concepto nuevo, que iba a revolucionar el folclor, algo nuevo que renacería en el Carnaval, que eso tenía un potencial y empezamos a trabajarlo”, expresa Machacón. 

Luis Rodríguez

La danza

La empírica gestora cultural de Carreto señala que la danza tiene cuatro años de constituida y que llevan tres viajando a Barranquilla a participar del último día de Carnaval en el desfile de la Calle 84, organizado por Fayfa, la Fundación Arte y Folclor del Atlántico. 

“Los martes de Carnaval llevamos nuestra expresión a Barranquilla. Son una hora y 15 minutos de viaje en bus”, agrega. 

Carreto Cultural tiene 50 niños danzantes de los 4 a los 19 años. Treinta muchachos se disfrazan de Negros Azules y 20 niñas usan coloridas polleras. Juntos hacen una coreografía que recrea la histórica protección del hombre a la reina de las carnestolendas, mientras el grupo entona cantos de negros: 

“La sapa estaba pariendo debajo de la tomatera y el sapo le decía puja puja, puñetera...”

“Estos negros carretanos han dejado a Carreto solo, les voy a poner el macano y la paja de kilolo...”. 

De acuerdo con Alexis Quevedo, los jóvenes solo demoran cinco minutos para poner su cuerpo de color azul. Para ello usan azul de ropa, agua y panela. Los tres elementos se mezclan hasta formar una melaza que se aplica en el cuerpo hasta conseguir el color deseado. 

“El pantalón es azul satinado, el danzante lleva un sombrero de paja con tela malin  y un machete de madera”, añade el joven. 

Este además precisa que algunas veces compran “polvo mineral azul” para piso rústico, cuando no encuentran el azul de ropa. Ese mismo se mezcla con la panela y el agua. 

Para estos carnavales, de acuerdo con Alexis y Clorys, la agenda de Carreto Cultural arranca mañana con el Carnaval Candelariero y el martes con el Desfile de la 84, en Barranquilla. 

A lo que ambos le apuntan es a participar en la Batalla de Flores, para ellos, el máximo evento del Carnaval de Barranquilla. Es un sueño y para ello se preparan, aseguran. 

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