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La impuntualidad es una falencia que se ha normalizado en algunas personas. Christian Mercado
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Cultura y crianza, factores que contribuyen a la impuntualidad

Mentalidades individuales que nacen desde lo aprendido a temprana edad crean una conciencia colectiva que hace permisiva esta conducta.

“Todos los días me despierto dos horas antes de la hora de entrada al trabajo, pero apenas entro al baño, me arreglo y no sé cuándo se me pasa la hora”, cuenta Ivonne, una joven que se acaba de graduar de la universidad y trabaja en una empresa por primera vez.

“No lo hago conscientemente, pero pienso que el defecto de la impuntualidad se puede compensar con otras habilidades”, agrega Ivonne.

Esta experiencia es muy común en nuestro país. Desde la cita médica que se atrasa unos minutos porque “el doctor ya viene, no demora” hasta la vivencia propia de no llegar a la hora citada porque “todavía no ha llegado nadie”. 

Desde la psicología este fenómeno tiene variadas interpretaciones. 

Nury Lugo, neuropsicóloga aclara que esta es una condición de algunos tipos de personalidad, y no tiene nada que ver con la edad o con el género”.

De acuerdo con María Eugenia Reátiga, psicóloga clínica, existe un factor “cultural, estamos acostumbrados a no cumplir esta ley social”. 

Agrega además, que existen unos parámetros que colectivizan esta situación, “se puede decir que estamos regidos por el placer en lugar del orden y esto crea un sentido distorsionado de lo colectivo para dar paso al folclorismo y laxitud”. 

Teniendo en cuenta además que “la puntualidad no es una virtud que sea destacada en nuestra sociedad”, explica Reátiga. 

Así también existe la dimensión personal de la problemática, tal y como lo explica, Gloria Hurtado, especialista en psicología clínica, quien entiende que “mentalidades individuales crean un colectivo, por ende existe una transgresión a la norma que se hace desde la propia persona”. 

María Eugenia Reátiga agrega que este fenómeno nace desde la “introyección de las normas sociales establecidas y el código ético personal que sale de este entendimiento del orden y principios colectivos”. 

Esta asimilación se comienza a hacer desde aproximadamente los cuatro años cuando “se desarrolla el superyó, que representa los valores morales y éticos recibidos de la cultura”. 

Este desarrollo se da a partir de las relaciones cercanas del niño con “el núcleo social inmediato como padres, hermanos y maestros”. 

Entonces, si “el niño ve un comportamiento recurrente por parte de sus padres, que llegan tarde, él va a normalizar ese comportamiento y lo va a incorporar a sus normas sociales”, explica Reátiga. 

Así también, existen casos puntuales en los que hay otros problemas de fondo. Según Gloria Hurtado, hay impuntualidad como “forma de autocastigo”. 

Ejemplifica esta tesis con casos como, “problemas de autoestima que resultan en una denigración propia para ser rechazado, o la paradoja de un complejo de inferioridad que es disimulado con prepotencia y el sentimiento que otros deben esperar”.

Ya sea desde la perspectiva cultural o de crianza, las psicólogas afirman que el primer paso es “concientizarse y comenzar a planear con anticipación las actividades para poder aprovechar mejor el tiempo”.

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