No olvidemos el Amira
El principal teatro barranquillero cumple más de 6 meses cerrado, a la espera de que el Banco de la República aclare lo necesario para su recuperación. No se puede esperar tanto tiempo con un escenario que le hace tanta falta a la ciudad.
No son tantos los espacios con los que cuentan el arte y la cultura barranquillera como para permitirse, sin más, que su principal y más emblemático escenario cumpla más de seis meses cerrado, en un estado de absoluta indefinición e incertidumbre. Tal situación no se compadece con el gran impulso cultural que vienen experimentando la ciudad y el departamento en los años recientes, en los cuales la vocación como destino de turismo y eventos se ha consolidado en una apuesta articulada entre varios actores, tanto públicos como privados.
Siendo así, cuesta mucho trabajo explicarse qué es lo que ha faltado para que se vuelva a levantar el telón del Teatro Amira de la Rosa.
El Amira y los interrogantes que permanecen abiertos acerca del mal estado de su estructura no se pueden olvidar, ni quedar al fondo de la agenda de prioridades con el trasiego de los días.
Más allá de lo que representa simbólicamente por su arraigo en el sentir de los barranquilleros, y por ser una de las postales urbanas más icónicas y tradicionales, no se puede perder de vista su relevancia: todo un referente arquitectónico nacional, con una reconocida importancia histórica como uno de los primeros escenarios de primer nivel habilitados en la Costa para acoger manifestaciones artísticas de danza, ópera, música y teatro, entre otras provenientes de todo el mundo. ¿Lo vamos a dejar perder?
¿Por qué se sigue desaprovechando todo su potencial? Si ya se diagnosticaron los problemas que padece, ¿cuánto más habrá que esperar para que se empiece a realizar la intervención que amerita su situación?
Caben esas y muchas más preguntas, porque lo cierto es que, luego de seis meses, ya es para que se hubiera logrado una solución; o, por lo menos, un consenso que permita conocer con claridad la gravedad del deterioro del edificio y las acciones que se contempla poner en marcha.
En el trasfondo hay una disputa entre el Banco de la República, su administrador en comodato desde 1980, y el dueño del inmueble, la Sociedad de Mejoras Públicas. Pero el público, los ciudadanos, la ciudad, no pueden ser los damnificados de que no logren resolver el lío.
Sin duda, el Amira le está haciendo gran falta a la cultura barranquillera. Es difícil calcular cuántos espectáculos se han dejado de presentar porque no encuentran en la ciudad un espacio que reúna las características necesarias, pero no han de ser pocos.
No hay más tiempo que perder. Urge una solución, y demanda el concurso de las autoridades. La administración distrital ha ejercido presión para desatascar esto, pero hasta ahora no ha sido posible.
Hay que confiar en que el nuevo gerente de Banrep, Juan José Echavarría, demostrará verdadera voluntad para aclarar los aspectos legales que hagan falta y volver a abrir el teatro de los barranquilleros; voluntad que a su predecesor, evidentemente, le quedó faltando.
Es imperativo acabar el suspenso en el Amira, y llegar al único desenlace que puede esperarse: su reapertura y recuperación para ponerlo en servicio en plenitud de funciones. Es hora de que los líderes políticos y empresariales de la ciudad se hagan sentir con mayor fuerza de lo que lo han hecho hasta ahora.
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