Donald Trump, el magnate neoyorquino de 69 años que aspira a la candidatura presidencial del Partido Republicano, está en el ojo de las críticas de toda la comunidad latina por cuenta de sus desatinadas declaraciones contra esta.

Al estilo Jean-Marie Le Pen, en Francia, arremetió contra los inmigrantes mexicanos que llegan a Estados Unidos. Dijo que su país debe levantar un ‘gran muro’ en la frontera sur con México y que este debería pagarlo.

Con claras intenciones proselitistas, el empresario removió los sentimientos nacionalistas más extremos de su país, y expresó que Estados Unidos se ha convertido en el “basurero de todos los problemas de los demás”. Acusó a México de estar “ahogando económicamente” a USA y dijo que ese país manda a su gente, “pero no manda lo mejor. Está enviando a gente con un montón de problemas. Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores”.

Su visceral catilinaria desató fuertes reacciones en México y el resto de América Latina entre artistas, líderes gubernamentales, empresarios y ciudadanos comunes.

Varias cadenas de televisión en Estados Unidos y México rechazaron tajantemente las frases de Trump y rompieron sus vínculos comerciales con él. La cadena de habla hispana Univisión anunció que cancelará la transmisión del concurso Miss Estados Unidos. La NBC Universal también rompió nexos con Trump en relación al concurso Miss Estados Unidos. El empresario mexicano Carlos Slim terminó un proyecto entre su productora, Ora TV, y las compañías del magnate. La mexicana Televisa anunció, igualmente, que no enviará  participante mexicana al concurso Miss Universo. “El señor Trump ha ofendido a toda la población mexicana”, indicó.

La ex Miss Universo Lupita Jones respaldó la decisión de Televisa. Y la cantante colombiana Shakira escribió en Twitter: “Este discurso racista y odioso intenta dividir a un país que durante años se ha encaminado en la defensa de la diversidad y la democracia”.

Algunos medios de comunicación aseguran que el fondo de la diatriba de Trump contra México es un supuesto dinero que le quedaron debiendo unos empresarios de ese país por el Concurso Miss Universo 2007. Lo que nunca imaginó el magnate es que su metida de pata podría poner a tambalear uno de sus mejores negocios, aunque el escándalo le ha generado adeptos en las bases más conservadoras del Partido Republicano, donde ahora se coloca de segundo en las encuestas, pisándole los talones a Jeb Bush.

En redes sociales y algunos medios de comunicación le han pedido a la barranquillera Paulina Vega, actual Miss Universo, que fije una postura sobre la polémica o renuncie al cetro. Pero diversas personas, entre ellas la ya citada exreina Lupita Jones, han sugerido que no se retire y que demuestre con su trabajo la valía de los latinos.

Cualquier decisión que tome Paulina debería merecer respeto. Ella obtuvo la corona de un certamen que, al margen de las críticas que pueda suscitar, tiene un largo historial que antecede en mucho tiempo la llegada de Trump. Además –y esto no es una nimiedad– Paulina tiene firmados contratos tanto con la institución como con diversas compañías cuyo incumplimiento le podría acerrear cuantiosas demandas.

Por supuesto, se trata de una situación incómoda para la reina. Pero ella no es responsable de las barbaridades que diga el propietario del concurso. Más aún, en lo que queda de su reinado quizá tenga ocasiones para lanzar mensajes que dejen claro que ella no es, ni mucho menos, Donald Trump.