Parece que no le duelen a nadie. Por un lado, el Lago El Cisne, Ciénaga del Rincón, ha venido muriéndose paulatinamente, acumulando sedimentos y desecándose en forma dramática, no solo por efectos del cambio climático sino por la acción depredadora de quienes lo han rellenado, invadido y explotado hasta el extremo de que ese espejo de agua se ha reducido, según estiman los expertos, en un 40%.

Por el otro lado están los caños del Mercado, un complejo de canales interconectados que, por estar taponados de sedimentos, tarullas y basuras, son hoy un foco de contaminación en la zona que bordea el río Magdalena.

En uno y otro caso la situación no es nueva, salta a la vista solo con un ejercicio de inspección ocular. De hecho, de El Cisne se han venido haciendo en los últimos años todo tipo de diagnósticos, denuncias y estudios, pero por lo visto no han sido suficientes para detener la muerte paulatina de este lago que ocupa 55 hectáreas, entre Barranquilla y Puerto Colombia.

Igual ha sucedido con el drama ambiental en los caños. En estos, al parecer, no bastan las campañas de limpieza, ni los trabajos de dragado en que se han invertido miles de millones de pesos para sanear y recuperar el complejo fluvial, de manera que el agua corra sin problemas y que no se estanque, como sucede hoy.

El domingo, un informe publicado en primicia por EL HERALDO da cuenta de los resultados de una auditoría realizada por la Contraloría General de la República sobre las acciones de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, CRA, para el mantenimiento y conservación del Lago El Cisne. Según la misma, hay tres presuntos hallazgos administrativos que alertan de una posible mala gestión del ente ambiental.

Primero, no se aplicaron las mismas medidas de control y seguimiento ambiental a las concesiones que extraen agua del lago –Matera Sabbagh y Cía, Proyecto Arquitectura Guillermo Otero Vidal y Club Lagos Caujaral–, lo cual puso en riesgo la estabilidad hídrica. Segundo, tampoco hubo el adecuado balance hídrico durante los años en los que estuvo cerrado el canal que conecta el arroyo León y El Cisne –2010 al 2013– para determinar si se otorgaban o se renovaban las concesiones. Esto, según la CGR, generó “desecamiento apresurado” de la ciénaga. Y tercero, el plan de manejo ambiental para este cuerpo de agua no cumple con las especificaciones requeridas para su conservación, por lo cual “el deterioro es acelerado y las consecuencias ambientales negativas son irreversibles”.

Si bien el director de la CRA argumenta que el ente se quedó corto al responder a la Contraloría, y la sequía juega un papel innegable, queda el sinsabor de que la autoridad a su cargo no hizo todo lo que tenía que hacer para ayudar a prevenir este desastre ambiental por el que, este jueves, viene a Barranquilla minambiente, Gabriel Vallejo.

En el caso de los caños la situación varía un tanto, pues allí el asunto es más de poca o nula cultura ciudadana y de falta de autoridad policiva. Aunque valdría revisar la eficacia de las acciones allí emprendidas, habría que explorar, también, sanciones para castigar de manera ejemplarizante a quien contamine un cuerpo de agua que, en cualquier otro lugar del mundo sería un atractivo turístico, y no una vergüenza, como sucede en Barranquilla.