El reporte del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas sobre el crecimiento de la economía es positivo y ratifica el buen momento en que se encuentra el país. Un aumento trimestral del 4,3%, aunque suponga una desaceleración de 1,8 puntos con respecto al primer trimestre del año, nos coloca como el sexto país (no el quinto, como señaló el presidente Santos) con mejor desenvolvimiento de su producción en el mundo, por encima de gigantes como Brasil, en América Latina, y Alemania, en Europa.

Lo interesante es que este ritmo se confirma en medio de condiciones excepcionales, derivadas de una inflación baja, incremento del empleo y apertura de mercados internacionales.

Es, además, el reflejo de un modelo inspirado en mercados internacionales, que ha invitado a las empresas a trasladarse a las regiones con influencia portuaria, como la nuestra, lejos del centro del país, que, como también vimos esta semana, empieza a sentir los efectos de la reubicación industrial.

A la par con el informe cabe hacer, sin embargo, dos preguntas: ¿Cuáles son los énfasis de nuestro crecimiento? ¿Cómo están las necesarias dinámicas de redistribución del ingreso?

Lo primero se antoja por los mismos datos del Dane. Hoy por hoy, el PIB está siendo jalonado por los establecimientos financieros, que, así como sirven de motor al tejido productivo, impulsan también en parte una economía de carácter especulativo y, por tanto, de cierta volatilidad; y el sector de la construcción, que generalmente registra un comportamiento cíclico: unas veces está arriba, por la excepcional capacidad adquisitiva de los ciudadanos para demandar bienes inmuebles, y otras abajo, justamente por la fatiga de sus ingresos.

Habría que pensar en invertir esta bonanza en actividades más duraderas y estables, como la industria, para extender el festejo que evidentemente significa crecer.

El otro interrogante tiene que ver con los beneficiarios de estas nuevas riquezas. Que tengamos indicadores tan favorables no implica menos pobreza. Para que los colombianos en estas lamentables condiciones transiten a mejores estándares de bienestar, se requiere de la voluntad política del Gobierno.

Esto ya ha ocurrido en otras latitudes de América Latina. En momentos en que mejor se comportaba su producción, más se acentuaba la pobreza y la desigualdad en sus ciudades.

El Gobierno tiene la oportunidad de revertir esa sospecha con los proyectos de ley que se dispone a presentar. La Reforma Tributaria, por ejemplo, si se orienta en la buena dirección y no acaba asfixiando la creación de riqueza, es una excelente oportunidad para avanzar hacia una sociedad más equilibrada. A ello habría que añadir una lucha decidida contra la corrupción y el despilfarro de los dineros del Estado.

Solo entonces la totalidad de colombianos podrá sumarse a la fiesta que ayer mostraban los  voladores que se lanzaban desde la Casa de Nariño.