Un río de alegría, música, creatividad y color corrió ayer por el ‘cumbiódromo’ de la Vía 40 de la manera más fluida y organizada que recuerden muchos. La riqueza de las tradiciones del Caribe colombiano volvió a alzarse como la principal protagonista del Carnaval, en un desfile de apertura que estrenaba formato y demostró un enorme paso adelante en dos de los propósitos siempre latentes de la mayor fiesta popular de Colombia.

Uno es el clamor por apostarle, ante todo, a la preservación del legado cultural de los pueblos del Caribe. Otro es la tarea de mejorar la logística de los eventos y coordinar de manera más acertada su funcionamiento, ya que cada vez atiende a un público mayor, con exigencias de talla internacional.

La Batalla de Flores fue esta vez un verdadero homenaje a las manifestaciones culturales que configuran el acervo de la identidad de la Costa. Cedieron terreno algunos tipos de música que, impulsados por el mercado, ha acogido el evento en su faceta de espectáculo abierto a nuevos públicos. El maremágnum de manifestaciones culturales, desbocado y desordenado por definición, logró encajarse casi a la perfección en un libreto atravesado por el objetivo de difundir y preservar la diversidad de lo propio. La división en cinco segmentos facilitó que el público pudiera apreciar mejor las unidades temáticas en que se agrupan las expresiones que hacen la fiesta, convertida por efecto de estas medidas en vitrina de las raíces de la costeñidad.

Y así, su majestad la Cumbia fue la gran conquistadora de la Batalla.

Había muchas cosas por solucionar, además de la poca atención a los temas más vernáculos, que adquirieron en esta edición una relevancia muy especial. Uno de los asuntos pendientes eran los baches que partían el recorrido y obligaban a los espectadores a largas esperas. Esta vez todo fluyó organizadamente y con puntualidad, lo que les permitió a hacedores y grupos desfilar a tiempo y no quedar rezagados, olvidados y sin público que los aplaudiera como había pasado en algunas ocasiones.

Como es de esperar en un evento que congrega a más de 10.000 participantes a lo largo de 4 kilómetros, fueron inevitables en algunos tramos invasiones a la vía. Habrá que trabajar en este frente. Pero en términos generales, el desfile se movió como un río humano que avanzaba armónicamente y se extendía a lo lejos, compuesto de olas multicolores que se bamboleaban al son de la tambora y la gaita.

El primer Carnaval desde la aprobación de su Plan Especial de Salvaguarda empezó en firme con el pie derecho. Ha demostrado señales de maduración en términos organizativos y conceptuales. Ojalá el impulso se mantenga a lo largo de los demás días en el abanico de eventos que aún están por celebrarse.

La cita hoy vuelve a ser con la tradición, con los congos, garabatos, cumbias y mapalés. La invitación a los barranquilleros es a vivir a plenitud estos días de gozadera, y a que los avances también se vean reflejados en el buen comportamiento de los anfitriones de esta fiesta, que tiene hoy sus puertas abiertas al mundo más que nunca. Porque Carnaval somos todos, y quien lo vive –y lo cuida– es quien más lo goza.