Reflexiones sobre la Justicia
Casos como el de la presunta agresión a su pareja del futbolista ‘Peto’ Rodríguez, o los asesinatos del exjefe de regalías Jairo Zapa y el ganadero Fernando Cepeda, contribuyen a minar la confianza de los ciudadanos en el aparato judicial.
La justicia humana tiene derecho a equivocarse. Aun más, los teóricos del derecho sostienen que no todo lo legal es justo, indicando que hay castigos de los operadores judiciales que pueden tener un fundamento normativo, pero, al mismo tiempo, lastimar la inocencia de una persona mal juzgada e injustamente condenada. Hasta puede entenderse: a la postre, los jueces son de carne y hueso, como las demás personas, aunque los diferencia –se supone– una confiable formación jurídica y una alta responsabilidad.
Pero ocurre con relativa frecuencia en este país que ciertas actuaciones y decisiones judiciales no resultan entendibles para el grueso de la ciudadanía.
Vale citar, de entrada, dos casos que han ocupado en estos días amplios espacios en las páginas de este diario: uno involucra a un portero suplente del equipo Junior que, según el testimonio de su pareja y de acuerdo con la evidencia fotográfica, la golpeó en un acto inaceptable de violencia, que se suma a las miles de agresiones contra la mujer.
Esgrimiendo un tecnicismo legal, el juez de control de garantías dejó en libertad al guardameta, y no solo eso: lo aprovisionaron de un disfraz de funcionario judicial para que pudiera evadir el interrogatorio de los periodistas. ¿No contradicen estos errores de técnica jurídica y estos espectáculos de circo la severidad, el rigor y la seriedad que en todo momento debe mostrar la justicia? ¿Son conscientes los operadores judiciales de lo que empieza a bullir en la sociedad cuando los ciudadanos perciben que la justicia cojea de tal manera? ¿Qué clase de funcionarios judiciales estamos produciendo? ¿Qué tipo de abogados están formando las facultades de derecho?
Más desconcertante no puede ser todo lo que rodea el tenebroso asunto del crimen del ganadero Fernando Cepeda. Alrededor del mismo hay más confusión y escasa claridad en términos de decisión jurídica. El proceso lleva años. ¿Quién o quiénes lo asesinaron y por qué? La justicia aún no logra resolver estas cruciales preguntas. Y para completar, el asunto pareció enredarse más con la detención –y su orden de libertad emitida ayer– de la hija del rector-fundador de la Universidad Autónoma del Caribe, el fallecido Mario Ceballos Araújo.
¿Por qué no se cumple en este país el principio de que la justicia debe ser pronta y cumplida? En este insólito historial de casos judiciales embrollados, añadiríamos el del joven Colmenares, cuya muerte todavía no se ha esclarecido tras un juicio extenso donde la verdad ha sido la gran ausente.
Con estos antecedentes, es natural que nos preguntemos si la muerte del exjefe de regalías de Córdoba Jairo Zapa correrá la misma suerte. No sería raro en este país de investigaciones judiciales mal hechas, inconclusas o perversamente dirigidas, donde la impunidad ha prevalecido.
La esperanza de los ciudadanos es que algún día contemos con una justicia que merezca confianza y respeto, pues en su interior –por fortuna– hay gente valiosa, valiente y honrada.
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