Las responsables del desorden son, en realidad, algunas clínicas a las que, en su afán desmedido de ganancia, parece importarles poco la vida de los pacientes. Pero esto no es casual: es la lógica con base en la cual funciona hoy el sistema de salud en Colombia. ¿Cómo es posible, de acuerdo con nuestra denuncia de ayer, que las clínicas incentiven con $400.000 en adelante a las ambulancias que les llevan heridos, muchos con frecuencia de gravedad, por ser heridos de accidentes de tránsito? El hecho no es nuevo y se ha agravado, por lo que amerita una profunda revisión de las autoridades responsables.

Lo que está sucediendo es que algunas ambulancias, que ruedan por la ciudad por encima de las velocidades permitidas y constituyendo un riesgo para mayores accidentes, no van a esas velocidades impulsadas por el deber humanitario de ayudar a las personas que han sufrido algún tipo de lesión en las calles. Las mueve el interés económico de ganarse unos pesos, aunque para ello tengan que llevarse en andas la norma que establece, clara y taxativamente, que a los pacientes en delicado estado hay que llevarlos al centro asistencial más cercano. No a los más lejanos o a aquellos que les ofrecen más dinero, como parecen estar haciendo hoy algunas empresas de ambulancias, según evidencia el incremento de investigaciones por estos casos.

Y lo están haciendo pese a que hay un Centro Regulador de Urgencias, Crue, que monitorea a las 106 ambulancias que hay en la ciudad. Irrespetan la norma, les importa poco que les abran investigaciones y hasta que las sancionen. Hay preocupantes señales de que para muchos lo más importante es el negocio, que para ellos está por encima de la vida.

Pero la fiebre no está en las sábanas. El mal está en el funcionamiento del sistema de salud, que les da a las clínicas plena libertad para situar el lucro en primer lugar. Ahí es donde está la almendra del problema. Podemos darle al asunto todas las vueltas que queramos y llegaremos a lo mismo. Son síntomas de que la salud en Colombia es un negocio, y la medicina se ha deshumanizado. ¿Qué es lo que se disputan las clínicas? Los millones de pesos que por accidentes generan el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito, Soat, y el Fosyga. Es mucho dinero el que está en juego, y si esa plata no alcanza a cubrir la totalidad de la atención médica requerida, las EPS deben cubrir el resto, sean los pacientes del contributivo o del subsidiado.

Esta es una situación en la que varios actores no pueden pasar de agache. La Superintendencia de Salud debería fortalecer su drasticidad frente a las clínicas que cometen este tipo de irregularidades. La Secretaría Distrital de Salud podría mostrarse más enérgica en sus actuaciones. Lo mismo la Defensoría del Pueblo, que recibe las denuncias, pero debe levantar más la voz. Y, por supuesto, la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, que ha librado una lucha contra el modelo que le da primacía a las EPS, también está llamada a mostrar su desacuerdo frente a los excesos de sus afiliados, en este caso las clínicas que abusan y ponen en riesgo a los pacientes. 

Desde hace rato está claro en Colombia que mientras las EPS incumplen con sus pagos a las clínicas y hospitales, a estas les toca cargar con la diaria responsabilidad de atender a los pacientes, pero tienen que hacerlo dentro del respeto y la consideración. No se trata de que no ganen por sus servicios, sino que no expongan a sus usuarios al riesgo de morir. Como algunas IPS lo están haciendo, irresponsablemente.